¿Y cómo no va mi admirada fiscal a declarar imposible de juzgar a Leonel? Pero qué verdad más bien dicha, de entrada resulta hasta irónico al venir de tan inteligente funcionaria judicial, pero luego se convierte en un resultado de impotencia judicial.

Si no, que alguien me saque de un posible error y me señale en qué parte de la legislación penal dominicana se leen las penas para los que mal usan fondos por hacer malos negocios en los que el país salga perdiendo, por empeñar el honor de la Patria, por regalar mediante contrato todo el oro de nuestro subsuelo, por privar en estrella por allá y perder todo el brillo aquí, por traición política contra sus votantes, por permitir que algunos de sus funcionarios se enriquezcan y no darle ni un ‘bochecito’, en fin, por ser tan malos administradores.

El doctor Guillermo Moreno al someter a Fernández para que le investigaran con relación a los dineros recibidos para FUNGLODE realizó un valiente esfuerzo tras la búsqueda de la posible justicia en el actual sistema dominicano; y no debe sentirse frustrado mi querido Guillermo por el resultado que pone al desnudo otra gran debilidad jurídico-política.

Y cómo juzgar a esos tipos si la única ley que aparece como posibilidad para aplicarles (recordemos) es la que se ‘cuela’ cuando se juramentan y les visten con banda presidencial: “…si no lo hiciere (bien) que Dios y el Pueblo le juzguen”.

Y así ha sido. Entonces usted ve mi querido Guillermo Moreno, mire que bonito contenido político tienen los celebrados juicios populares contra el doctor Fernández. Así se hace uso de ese mandato tan crucial que le otorga “a Dios y el Pueblo”, la Asamblea Nacional. Y fíjese en un detalle, doctor, en todos ha salido culpable, claro que esos procesos solo son válidos para el pueblo dominicano, porque en Canada, Francia, Cuba, USA, España, algún país de Oriente y otros del mundo, la prensa nacional no llega.

Visto es que los administradores judiciales, fiscales, jueces, abogados y todo el tren, a veces hacen gran esfuerzo para conseguir cierto grado de ‘equilibrio’ en la aplicación de justicia a presidentes, pero cómo lograrlo si todo esto se ha convertido en un vecindario del que forman parte acusados, acusadores y administradores.