Uno de los aspectos más problemáticos del legado de Kuhn es su perspectiva sobre la relación entre la ciencia y la tecnología. De acuerdo con su punto de vista, la ciencia aborda problemas (rompecabezas) en el marco de tradiciones de investigación que no responden a los intereses sociales. Esta es una de las diferencias con la tecnología, relacionada de manera directa con la vida ciudadana.
Para Kuhn, la comunidad científica funciona de manera aislada, ajena a la regulación de la sociedad civil, como única responsable de la evaluación de las prácticas y de los productos científicos.
Como señala Steve Fuller (Thomas Kuhn. A Philosophical History for our Times, 2000), las ideas de Kuhn deben situarse en el marco del programa formativo y político de James Conant, presidente de la Universidad de Harvard en la década de los 50. Eran los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial y se requería construir una imagen pública de la ciencia que la cuidara de las críticas ciudadanas después de las consecuencias de la aplicación del programa nuclear de Estados Unidos.
La obra de Kuhn sirvió a este propósito conservador y hoy día es insostenible. Desde su propia época, contemporáneos de Kuhn se oponían a esta concepción de la ciencia y de las comunidades científicas con marcados rasgos autoritarios. Un colectivo de expertos no regulados, u operando al margen de la crítica ciudadana, es un serio peligro para el desarrollo de una sociedad inclusiva, plural y democrática.
La concepción kuhniana de la ciencia y la tecnología no propicia el diálogo necesario que debe efectuarse entre expertos e inexpertos. La ausencia de este diálogo, cuando ocurren los inevitables errores científicos, genera incomprensión, recelos y rechazo hacia la ciencia creando las condiciones para el anticientificismo.
Como señala Hanne Andersen (“Kuhn on Creativity and Tradition in Education”, en el texto editado por Yafeng Shan, Rethinking Thomas Kuhn’s Legacy, 2024), desde la época de Kuhn se ha producido una transformación en el funcionamiento de las profesiones científicas que hoy no operan sólo desde la academia y también se desarrollan gracias a la industria y a otras áreas públicas y privadas que orientan el curso de las investigaciones.
Esta situación profundiza el cuestionamiento a la idea kuhniana de la existencia de comunidades autónomas dedicadas a abordar problemas sin relación directa con la sociedad en contraposición a expertos en tecnología dedicados a los problemas de la vida real. Para el futuro de una sociedad democrática, dicho supuesto no es sostenible ni deseable.
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