En una comunidad de Montecristi, un joven me dijo: “Aquí no pedimos favores, pedimos que nos traten como ciudadanos”. Esa frase, directa y reveladora, resume por qué rendir cuentas es más que una formalidad: es una forma de dignificar la relación entre el Estado y la ciudadanía.

El artículo 126 de la Constitución solo exige la entrega de un informe escrito. Pero nosotros decidimos ir más allá: comparecimos en el Congreso Nacional a rendir cuentas de forma pública, voluntaria y solemne, porque la transparencia es, también, una pedagogía democrática. Y porque creemos que el Estado se fortalece cuando se somete a la mirada crítica de su gente.

Los resultados de nuestra gestión no son propaganda, son datos. Recibimos y gestionamos más de 9,000 casos en 2024, con una tasa de respuesta efectiva del 96.2 %. Creamos la Ruta de los Derechos, que impactó a más de 52,000 personas en todo el país. Desarrollamos un plan de formación que alcanzó a más de 312,000 dominicanos y dominicanas con contenidos sobre derechos fundamentales. Y todo esto lo hicimos con menos del 0.03 % del Presupuesto General del Estado.

En paralelo, certificamos bajo norma ISO 9001 todos los procesos de atención ciudadana. Construimos una nueva sede institucional con una inversión menor a RD$165 millones, sin sobrevaluaciones ni improvisaciones. Y organizamos la institución aplicando el enfoque de gestión por resultados, sustentado en la teoría de Robert Behn (Harvard): los recursos deben seguir a los resultados, no a la retórica.

Nuestra estrategia territorial se ha traducido en estructura: para 2025, instalaremos 10 Casas de los Derechos en universidades públicas y privadas de cada región, y hemos establecido mesas comunitarias, defensorías escolares y redes universitarias. Hemos demostrado que es posible hacer política pública con cercanía, rigor y visión de largo plazo.

Pero también hemos dicho una verdad incómoda: el Estado dominicano necesita una reingeniería profunda. Mantener instituciones sin impacto, estructuras clientelares o duplicidades funcionales es traicionar el mandato constitucional de eficiencia y equidad. Hoy destinamos solo un 9.8 % del presupuesto a inversión real. Según CEPAL, deberíamos estar por encima del 20 % para cerrar brechas sociales. No se trata de reducir el Estado, sino de volverlo útil.

Como escribí en mi libro Por el Bien Común: “El país que soñamos no se construye desde el poder hacia abajo, sino desde la dignidad hacia adelante.” La dignidad es nuestra brújula. Y por eso rendimos cuentas: para mostrar que es posible servir sin corromperse, transformar sin estridencia, y proponer sin cálculo.

La República necesita instituciones que respondan, funcionarios que escuchen y políticas que trasciendan el ciclo electoral. Ese es el país por el que vale la pena seguir caminando.

Pablo Ulloa

Defensor del Pueblo

El doctor Pablo Ulloa, es en la actualidad el Defensor del Pueblo de la República Dominicana, poder constitucional que tiene bajo su responsabilidad defender los derechos de los ciudadanos y la buena administración pública. Ulloa tiene una amplia formación académica, es licenciado en Psicología Industrial de la Universidad Autónoma de Santo Domingo(UASD); posee un Doctorado en Gobierno, Políticas Públicas y Sociedad; una Maestría en Economía, Políticas Públicas y Cooperación Internacional; un Máster en Alta Dirección Pública por la Fundación Global Democracia y Desarrollo, (FUNGLODE); Post-Grado en Planificación y Formulación de Política Educativa en el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE / UNESCO) en Argentina; un Máster en Cooperación y Relaciones Internacionales con América Latina de la Universidad Rey Juan Carlos de España y un Post-Grado en Negocios y Relaciones Económicas Internacionales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). En su dilatada carrera profesional y laboral ha ejercido como docente e investigador. Además de sus importantes contribuciones al país, es reconocido por haber sido el primer director ejecutivo del Tribunal Constitucional de la República Dominicana: donde elevó los estándares de calidad institucional de dicho poder constitucional; haber sido consultor y mediador en más de ocho programas y proyectos financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM) y la Unión Europea.

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