La presencia de casos de abuso sexual contra niñas y adolescentes en distintas comunidades se plasman en estudios y en distintos espacios mediáticos.

Hombres cercanos a las víctimas desde relaciones familiares y sociales se convierten en agresores sexuales contra niñas y adolescentes quedando muchas veces impune. Un fenómeno histórico que tiene raíces profundas en nuestra sociedad con figuras de poder político como el tirano Rafael Leónidas Trujillo y sus familiares quienes cometieron múltiples violaciones sexuales contra niñas, adolescentes y mujeres. Los sucesos se narran como “vivieron con él” justificando así su conducta como agresor sexual y con tendencias a responsabilizar a las mujeres y madres de los hechos.

La violencia sexual es invisible y legitimada. Escasamente se denuncia, cuenta con la normalización histórica y social.

En distintos estudios (Vargas-Profamilia 2019) se muestran la ausencia de responsabilidad y permisividad del abuso sexual en hombres entrevistados. Aquellos que relatan sus prácticas de agresión sexual o deseos de violar a niñas, mujeres o adolescentes las culpan de “provocadoras” En ningún momento reconocen la agresión sexual como delito ni demuestran sanción social hacia esta acción. No se identifican el daño y sufrimiento que provocan en la víctima ni demuestran la necesidad del autocontrol y respeto hacia la población femenina independientemente de su edad, condición o vestimenta. La ausencia de consecuencias legales contra agresores sexuales fortalece su legitimidad y normalización. Pocos casos de hombres que han cometido abuso sexual han sido penalizados señalándose así en los estudios que “nadie va a la cárcel por eso”.

Ningún hombre o adolescente tiene permiso para agredir sexualmente a ninguna niña, adolescente o mujer independientemente de que esté sola o acompañada, vestida o desnuda.

La permanencia del abuso sexual en nuestra sociedad está vinculada a la culpabilización de la mujer, niña, adolescente que es víctima o a la madre de la víctima. Gran parte de las víctimas de abuso sexual lo han vivido al interior de la familia siendo sus agresores padres, hermanos, tíos, abuelos, padrastros o cercanos a la familia, vecinos y compadres. En otros casos aparecen figuras religiosas cercanas a la familia, que han cometido el abuso o figuras de poder como dirigentes políticos, legisladores, síndicos o con poder económico como peloteros o artistas. Los hombres agresores sexuales no son culpabilizados socialmente. Esos casos pasan por el velo de la invisibilidad y la permisividad, las victimas sufrieron y continúan sufriendo las secuelas de esas historias de abuso e incesto en sus vidas, muchas veces no se reconocen con derechos sexuales y reproductivos, tienen dificultades para alcanzar su felicidad.

El abordaje de casos de abuso en las redes sociales y la opinión pública está afectado por los elementos señalados. El imaginario cultural machista favorece la socialización de los hombres en desde prácticas de acoso y abuso sexual que los presenta en sus círculos de pares como “competentes” en su sometimiento sexual de niñas y mujeres. Socialmente se les “permite” tocar y agredir porque “ellas provocan” lo que da sostén a la impunidad histórica y continua del abuso sexual y su normalización.

Erradicar los abusos sexuales es una tarea de toda la sociedad, tenemos que generar cambios en la población masculina y sus conductas agresoras y de visión de la población femenina como objeto sexual con permiso para disponer de su cuerpo. Igualmente se requiere de una educación sexual en la niñez y adolescencia que favorezca su empoderamiento como sujeto de derechos y el conocimiento de herramientas para enfrentar el acoso y abuso sexual. Ningún hombre o adolescente tiene permiso para agredir sexualmente a ninguna niña, adolescente o mujer independientemente de que esté sola o acompañada, vestida o desnuda. Enseñar el respeto al cuerpo de las mujeres, niñas y adolescentes debe ser el objetivo de toda campaña educativa en términos mediáticos y en todos los espacios.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Tahira Vargas García

Antropóloga social

Doctorado en Antropología Social y Profesora Especializada en Educación Musical. Investigadora en estudios etnográficos y cualitativos en temas como: pobreza- marginación social, movimientos sociales, género, violencia, migración, juventud y parentesco. Ha realizado un total de 66 estudios y evaluaciones en diversos temas en República Dominicana, Africa, México y Cuba.

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