El salario mínimo es la cantidad mínima de remuneración que un empleador está obligado a pagar a sus asalariados por el trabajo que estos efectúan durante un periodo de tiempo determinado. Esta cantidad no puede ser disminuida ni por un acuerdo colectivo ni por una decisión individual.

La finalidad del salario mínimo es proteger a los trabajadores de recibir salarios indebidamente bajos, este se trata de conseguir que todos se beneficien de una justa distribución de los ingresos que generan su producción. No obstante, aunque la idea es ayudar a los empleados, la aplicación del salario mínimo puede perjudicar a los jóvenes de la sociedad que buscan empleo.

  Esto ocurre porque los empleadores, al enfrentarse a un costo salarial más alto, tienden a preferir contratar a personas con experiencia, en lugar de arriesgarse con jóvenes que buscan su primer empleo. Como señala el economista Gregory Mankiw en su libro “Principles of economics”(1998),

Francine Frías, autora de este artículo

“Un salario mínimo por encima del equilibrio del mercado puede causar desempleo, especialmente entre los trabajadores menos calificados, como los jóvenes y los menos experimentados”.

Este fenómeno se observa a nivel mundial y también tiene expresiones claras en la República Dominicana. Según un estudio del Banco Central en 2022, los jóvenes de 21 a 30 años presentan un coeficiente de –0.0010 en relación con los aumentos del salario mínimo, mientras que el grupo de 50 años o más muestra un coeficiente positivo de 0.0003. Esto indica que los jóvenes enfrentan un impacto negativo considerablemente mayor. De hecho, el efecto adverso sobre la probabilidad de empleo en los jóvenes es más de tres veces mayor que el efecto positivo que experimentan los trabajadores mayores, lo que significa que, frente a un aumento del salario mínimo, es al menos tres veces más difícil para un joven conseguir un empleo en comparación con una persona mayor. Este resultado refuerza la evidencia internacional y es coherente con estudios como el de Neumark y Wascher (2004), quienes documentaron que los jóvenes estadounidenses entre 15 y 24 años sufren una mayor reducción en las oportunidades de empleo como consecuencia de incrementos en el salario mínimo. La coincidencia entre los datos locales e internacionales sugiere que el impacto de esta política sobre el empleo juvenil es un patrón recurrente.

A pesar de la evidencia que afirma que los salarios mínimos afectan al empleo juvenil, algunos economistas e instituciones internacionales afirman que estos también pueden tener efectos positivos cuando se emplean de forma adecuada. El salario mínimo, cuando se establece en niveles moderados, puede mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores jóvenes que ya están empleados, reducir la desigualdad salarial y estimular el consumo interno. Además, estudios como el del Instituto de Política Económica (Economic Policy Institute, EPI) argumentan que no existe una relación universal y directa entre aumentos del salario mínimo y desempleo significativo, especialmente cuando los aumentos son graduales y están acompañados de políticas de apoyo laboral.

Entonces, para que el salario mínimo cumpla su objetivo sin generar efectos adversos en el empleo juvenil, es necesario aplicar políticas complementarias que mitiguen sus impactos negativos. Por ejemplo, programas de formación técnica para los jóvenes o la implementación de un salario mínimo diferenciado por edad o nivel de experiencia. Estos mecanismos podrían ayudar a mantener la protección salarial sin excluir del mercado laboral a quienes apenas comienzan su carrera profesional.

Asimismo, el contexto económico de cada país debe ser considerado. En economías con altos niveles de informalidad laboral, como es el caso de la República Dominicana —donde, según el Banco Central de la República Dominicana, al cierre de 2024 el 54.8 % de la población activa tenía ocupación informal— un aumento del salario mínimo puede provocar que más jóvenes recurran a este tipo de empleo, donde no existen garantías ni derechos laborales. Por eso, una buena política salarial debe ir acompañada de esfuerzos para fortalecer la formalización del empleo.

En resumen, aunque existen riesgos asociados al salario mínimo, principalmente en los jóvenes, su aplicación no debe descartarse completamente. La clave está en una implementación cautelosa, acompañada de medidas que promuevan la inclusión laboral juvenil. Solo de esta forma se puede lograr un equilibrio entre la justicia social que busca la protección de los trabajadores y la necesidad de fomentar un mercado laboral accesible para todos.

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