No hay una sola canción creada e interpretada por Juan Luis Guerra que, al escucharla con la paz necesaria, no te eleve espiritualmente a otros espacios donde podamos navegar y flotar como ángeles que surcan el cielo en armonía total.
En mi caso, me arrullan y me enternecen como a un niño en las altas montañas donde me crié, en la loma de La Hoz, entre Cabral y Polo.
Juan Luis Guerra es el más grande de los embajadores que ha tenido la República Dominicana, con la diferencia de que la ciencia de su diplomacia es realizada desde el arte y sus armas más poderosas la constituyen su misteriosa y mágica voz y su guitarra como arma del amor, la alegría y solidaridad.
Reconozco el valor del reconocimiento otorgado por el Ministerio de Relaciones Exteriores (MIREX) a nuestro Juan Luis Guerra, en el que lo declara patrimonio musical y poético de la República Dominicana.
Termino esta breve reflexión con lo que expresará el propio Juan Luis en el acto en que se le entregará el muy merecido galardón: “Me gustaría concluir dando la gloria y honra al señor Jesús. Si de algo estoy seguro es de que mis melodías, metáforas y todas mis canciones vienen de Él”.
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