El perfil de la población adolescente y joven presente en nuestra educación media, en los contextos rural y urbano-marginal de nuestro país es muy diverso. Varía según el territorio, las provincias, municipios, comunidades y entornos.
Esta diversidad en la población adolescente y joven en sus condiciones socioeconómicas, territoriales y culturales no ha sido suficientemente analizada y visibilizada en el sistema educativo desde sus diferencias territoriales, socioeconómicas y socio-culturales.
Es frecuente encontrar en el personal docente, orientación y directivo de centros desconocimiento de la realidad socioeconómica y cultural de la población estudiantil. El proceso educativo cotidiano tiende a estar desconectado de las aspiraciones, necesidades y realidades del estudiantado.
La cultura juvenil es cambiante y presenta componentes muy distintos como son:
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Combinación trabajo informal y/o formal y vida escolar.
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Vestimenta y uso de accesorios (aretes, collares, tatuajes, pañuelos) en sus diferentes tendencias según estilos e identidades colectivo-juveniles.
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Cortes de pelo y peinados y su relación con la pertenencia a un patrón identitario desde la cultura juvenil.
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Identidad de género y orientaciones sexuales diversas. Adolescentes y jóvenes con orientaciones sexuales distintas, homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales.
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Tipologías de patrones y prácticas sexuales distintas.
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Maternidad y paternidad adolescentes.
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Estudiantes con uniones tempranas
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Manifestaciones musicales desde la formación de grupos musicales en sus distintas expresiones y géneros.
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Redes sociales e internet.
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Pertenencia a grupos y prácticas mágico-religiosas diversas
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Elaboración de artesanías, tejidos y confecciones
Todos estos componentes tienden a ser reprimidos, sancionados y excluidos del quehacer educativo lo que genera una confrontación y conflicto permanente entre el personal docente, orientación, directivo y el estudiantado. Estos conflictos terminan muchas veces en expulsión, deserción y/o violencia.
La lógica debe ser inversa. El sistema educativo debe reconocer los componentes de la realidad de la población adolescente y joven para integrarla al proceso educativo. Sus exponentes al interior del aula deben convertirse en co-facilitadores del proceso educativo con actividades y propuestas de articulación cotidiana problematizante con el currículo activo.
Cada comunidad rural, barrio, municipio tendría así una dinámica escolar distinta en la educación media liderada por jóvenes y adolescentes exponentes de las manifestaciones culturales juveniles desde los distintos ámbitos y en conexión con la realidad del barrio o comunidad. Estas dinámicas pueden tener iniciar desde ya en los centros educativos de tanda extendida.
La posibilidad de que los currículos de educación media estén contextualizados y abiertos a la retroalimentación desde la participación de la población sujeto del aprendizaje facilita que la educación media sea realmente de calidad.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY
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