La lección bíblica, Evangelio según San Lucas 20:9-19, seleccionada para este momento; trata sobre una parábola acerca de “labradores malvados”, frase utilizada por Jesús para denominar a un selecto grupo de la sociedad, mientras enseñaba en el templo de Jerusalén. El Maestro de Galilea, anunciaba el mensaje de salvación a gente conglomerada para oírle. Mientras hablaba, llegaron los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley (abogados), junto con los ancianos (sabios y piadosas personas experimentadas en la vida). De inmediato se inició un diálogo, o más bien, una discusión entre Jesús y los representantes de las más altas esferas de la sociedad, la academia, y la religión de entonces, allí presentes. Estas personalidades, conminaron a Jesús a explicar con qué autoridad enseñaba; con qué facultad hacía los grandes milagros, y qué potestad tenía para atraer multitudes a escucharle y seguirle. Jesús les respondió a su manera, como acostumbraba a hacer en los encuentros conflictivos con los prelados y abogados, Él –generalmente- contestaba a sus interrogaciones con otras preguntas. Este es uno de esos casos que tenemos: el capítulo 20: 9-19, del Evangelio según San Lucas. El Profeta de Nazaret les hizo una pregunta a los encopetados señores, cuya respuesta ellos no supieron darle, y Él aprovechó la ocasión para contarles la parábola citada. El predicador de Galilea contó una historia, en la forma propia de los rabinos judíos. Lo hizo, con la particularidad de una construcción narrativa de unos malintencionados usurpadores, que hicieron actos violentos, los cuales fueron escalando con los años. El maestro Jesús, relató la historia del propietario de una plantación de uvas, que compró y luego arrendó a un grupo de parcelarios. Al reclamar sus beneficios, éstos respondieron con violencia escalonada a los cobradores enviados por el dueño de la propiedad.
Acto uno: al primer cobrador le golpearon y lo enviaron al dueño con las manos vacías.
Acto dos: el segundo cobrador fue insultado, apaleado y enviado al dueño con las manos vacías.
Acto tres: al tercer cobrador le hirieron y lo expulsaron de la propiedad.
Por último: el dueño de la plantación envió a su propio hijo a reclamar los beneficios que le tocaban. Los trabajadores de la finca mataron al heredero, con la pretensión de quedarse con la plantación de uvas. La escalonada violencia descrita por Jesús puede interpretarse como la forma tradicional de tratar con persecución, apedrear y exiliar a los profetas enviados por Dios a Israel. Pero ya en la última etapa, se puede notar la profética predicción sobre la muerte del Hijo de Dios, por la intriga, y a manos de los usurpadores de la propiedad del Creador, o sea, el mundo y todo lo que en él existe. Los jefes de los sacerdotes, los abogados y los ancianos que los acompañaban, se tomaron el ejemplo para ellos. Entendieron que era obvia la insinuación de Jesús, de relacionarlos con la tradicional conducta de los líderes judíos.
La parábola identificaba a los dignatarios presentes con los protagonistas, quienes insultaban, golpeaban, herían y mataban profetas en los predios del Señor, con la intención de adueñarse de lo que no les pertenecía. Para colmo, los excelentísimos señores, se sintieron identificados con los violentos parcelarios tradicionales, capaces de dar muerte al mismo Hijo de Dios.
La parábola contada por Jesús servía para regañar y señalar la conducta de los representantes del pueblo judío. Estaba plasmado en la historia que se actuaba con inquina, violencia y prepotencia, al creerse señores y dueños de los dominios espirituales, culturales, económicos y de las posesiones de Dios. Los señores tomaron estas observaciones de Jesús como una acusación directa hacia ellos. Como es natural, se sintieron ofendidos y quisieron arrestar al delator; pero tenían miedo a la gente.
Jesucristo, el viviente Verbo Encarnado de Dios, narró la parábola de los “trabajadores malvados” en Jerusalén, en las inmediaciones del templo. Lo expresó con autoridad y directamente, a los que eran principales responsables de intentos de usurpación. Pregonó los hechos de violencia cometidos -a través de los años- en esa región.
Lo denunciado por el Maestro Nazareno, se repite hoy en el mundo contemporáneo. Muchos líderes de grupos, de comunidades, de pueblos, de partidos políticos, de naciones pequeñas y de imperios poderosos, continúan cometiendo las mismas barbaridades señaladas por Jesús. Existen protagonistas de pequeños y grandes predios, así como de pueblos y de naciones poderosas, que se instalan en las cumbres con poder para perseguir, doblegar, pisotear, extorsionar, usurpar y hasta exterminar a los más débiles. Muchos de estos jerarcas, pretenden ser amos y señores de la existencia terrenal, con ínfulas de naturaleza divina.
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