En la explanada del Museo de Arte Moderno, en la Plaza de la Cultura, se alza imponente "La Silla Adulta de Iván Tovar", una escultura monumental en acero inoxidable y de cuatro metros de altura realizada por el Taller Capa Esculturas de Madrid que, más que recibir a los visitantes, parece observarlos antes de entrar al recinto. En apariencia, es una silla: objeto cotidiano, funcional y simple. Sin embargo, en manos de Tovar, adquiere un carácter simbólico que trasciende lo utilitario para convertirse en metáfora de la condición humana y de la propia experiencia del arte.
La obra fue iniciada en óleo sobre lienzo en el año 1969, transformada en bronce en los años 1971 y 2013, y en el año 2024 fue concebida a gran proporción para ser instalada en el emblemático Times Square de la ciudad de Nueva York por medio de la Fundación Iván Tovar y la Time Square Alliance donde pudo ser vista por millones de personas.
Nombrarla “adulta” ya es un gesto cargado de significado. Una silla, que suele asociarse con descanso, espera o diálogo, se vuelve en este caso un organismo maduro, con toda la carga de la vida y sus responsabilidades. No es la “silla infantil” de la inocencia ni la “silla gastada” de la vejez; es la silla en plena madurez, sólida, estable, pero al mismo tiempo inquietante por su escala desmesurada y al convertirla en gigante, Tovar nos obliga a mirarla desde abajo, como si fuéramos pequeños frente a la magnitud del tiempo, de la historia y de la adultez misma.
La obra cumple un papel simbólico esencial: es el umbral del arte dominicano contemporáneo. Quien entra al museo lo hace atravesando la mirada de esta silla, enfrentándose a la pregunta de qué significa madurar en la cultura, qué implica consolidar una identidad artística en medio de un mundo globalizado.
Por consiguiente, "La Silla Adulta" se convierte así en metáfora de la propia institución: un museo de larga data, que tiene la satisfacción de cargar con la memoria de décadas de arte moderno y contemporáneo, pero sigue en constante búsqueda de legitimidad, relevancia, renovación y permanencia.
La monumentalidad de la obra también genera un efecto democrático. Una silla gigante no pertenece a nadie: no es un asiento privado, sino un objeto público y nadie puede realmente ocuparla, pero todos pueden contemplarla.
En ese sentido, Tovar transforma un objeto íntimo en un símbolo colectivo, recordándonos que el arte no solo se contempla en las salas, sino que comienza en la calle, en los espacios comunes y en la ciudad misma.
En definitiva, "La Silla Adulta de Iván Tovar", no es solo una escultura decorativa ni un gesto surrealista aislado: es un ícono que sintetiza la fuerza del arte contemporáneo dominicano y la capacidad de un creador de convertir lo cotidiano en trascendente. Al entrar al Museo de Arte Moderno bajo su sombra, comprendemos que el arte, como la vida, también requiere de esa madurez que Tovar inmortalizó en una silla que ya no es objeto, sino símbolo.
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