Unos días antes de la llamada telefónica entre Trump y Putin (16 de marzo), el diario británico The Independent informaba que altos funcionarios ucranianos habían acordado congelar el conflicto en las líneas de batalla vigentes, aceptando cierto control ruso “sobre algunos territorios”, sin ceder extensiones adicionales. Para Kiev, resultaba inaceptable la entrega por completo de las provincias rusoparlantes de Zaporozhie y Jerson, integradas a la Federación Rusa tras sendos plebiscitos. La realidad es que la única vía para legitimar esa voluntad popular sería un refrendo con el beneplácito del ala más beligerante de la UE y la OTAN. Así, los defensores del “orden basado en normas” muestran su apego a tales principios solo cuando conviene, actuando como verdugos de la democracia en otros casos.
- La paradoja rumana
En Rumanía, la Comisión Electoral impidió la participación de Calin Georgescu —favorito en las encuestas, tachado de ultraderechista y prorruso— y descartó posteriormente a Diana Sosaca, alegando su rechazo en los comicios de noviembre que terminaron anulándose. Ninguno de los dos goza del aval de Bruselas, y, en nombre de “los principios democráticos del mundo libre”, las autoridades del conglomerado se creen facultadas para imponer un candidato afín a sus intereses, pese a la voluntad mayoritaria del pueblo rumano.
- Advertencia de JD Vance
A propósito de ello, JD Vance, vicepresidente de Estados Unidos, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, advirtió:
"…La mayor amenaza para Europa no proviene de Rusia ni de China, sino de su propia regresión en valores fundamentales que comparte con Estados Unidos. Me sorprendió ver a un excomisario europeo aplaudir que el gobierno de Rumanía anulara un proceso electoral, incluso sugiriendo que lo mismo podría ocurrir en Alemania".
El tema central: Ucrania y el alto el fuego
El 11 de marzo en Yeda, Ucrania anunció a la delegación estadounidense su disposición a un alto el fuego de 30 días con Rusia, prorrogable si ambas partes lo consideraban pertinente. Moscú recibió con reticencia esta primera señal de “buena voluntad” tras tres años de guerra, sospechando que era una artimaña de la UE-OTAN para reagrupar y rearmar las fuerzas del expresidente Zelensky. Rusia trasladó sus reservas a los negociadores estadounidenses, impulsores y financiadores del conflicto durante administraciones anteriores, aunque ahora condenan el enorme derramamiento de sangre- sin mencionar lo que ocurre con los palestinos- y la destrucción sistemática de infraestructura en Ucrania, especialmente energética. Sin respuesta oficial a las válidas inquietudes rusas, la guerra continuó, agudizándose en los frentes más activos.
- La llamada entre Trump y Putin (18 de marzo)
Tras aquel intercambio infructuoso, tuvo lugar la esperada conversación de dos horas y media entre los mandatarios de Estados Unidos y Rusia. Bruselas soñaba con un cataclismo que terminaría aislando a Rusia bajo los impredecibles giros de Trump, pero la charla resultó ser una declaración de intenciones con el potencial de plasmarse en un acuerdo formal para la resolución del conflicto ucraniano sobre bases firmes.
Trump retomó la propuesta de un cese al fuego temporal. Rusia coincidió, insistiendo en la supervisión efectiva en toda la línea del frente, el fin de la movilización forzosa y del rearme de las fuerzas ucranianas. Putin exigió también el fin de la ayuda militar extranjera y la suspensión del intercambio de inteligencia para operar armamento ofensivo de alta tecnología, como requisito de una solución política real. Respecto a los miles de soldados ucranianos rodeados en Kursk, prometió respetar sus vidas y darles trato digno, siempre que se rindieran incondicionalmente, tildando a esos regimientos de “terroristas”.
Ambos líderes acordaron no atacar instalaciones energéticas, y Putin ordenó el cumplimiento inmediato de esta medida. También se habló de garantías de seguridad marítima en el Mar Negro, escenario de grandes pérdidas ucranianas. Ambas partes ratificaron lo conversado en Arabia Saudita acerca del intercambio de prisioneros y asistencia humanitaria, planeando una primera entrega el 19 de marzo con el avance de buena voluntad de Rusia de 23 soldados ucranianos heridos.
Asimismo, se resolvió crear grupos de expertos para profundizar en la solución del conflicto sobre bases bilaterales e integrar las propuestas examinadas. Se abordaron asuntos internacionales como la inestabilidad en el Oriente Medio y el Mar Rojo, la no proliferación nuclear y la seguridad global. Finalmente, se expresó la voluntad de normalizar las relaciones diplomáticas, económicas y energéticas, reconociendo la responsabilidad compartida en la gobernanza mundial.
- El revés de Zelensky
Pese a estos compromisos, Zelensky —siempre bajo la égida de sus patronos europeos— ordenó el 19 de marzo atacar una instalación energética en la región rusa de Krasnodar. Al día siguiente, saboteó la estación de medición de gas de Sudzha en Kursk, parte del histórico gasoducto Urengoy-Pomary-Uzhgorod. Ambos actos violaron el acuerdo Trump-Putin de no dañar la infraestructura energética de ambos bandos y evidenciaron la embozada determinación de Kiev de no cumplir los acuerdos.
Simultáneamente, Zelensky lanzó múltiples ataques transfronterizos contra la región rusa de Belgorod, en las aldeas de Demidovka y Prilesye, rompiendo el cese de hostilidades que había aceptado públicamente. Mientras tanto, Europa insiste en “proteger la paz” rearmando a Ucrania, prometiendo enviar tropas al frente activo como “garantes”, blandiendo el arma nuclear “como argumento de retención de Rusia” y prometiendo en sus conferencias entregar miles de millones de euros a un régimen catalogado por algunos de sus propios miembros como corrupto y antidemocrático.
- La pregunta final
Ante este panorama, cabe preguntarse si los dirigentes europeos, cada vez más empeñados en sus pretensiones bélicas, podrán concretar sus designios con recursos ahora muy menguados y objetivos tan cuestionables. Zelensky, por su parte, persiste en su juego cambiante entre Trump y Bruselas, pero muy a su pesar todo indica que finalmente se impondrán las decisiones finales Trump-Putin.
En caso contrario, no podríamos descartar que las tropas rusas terminen abriéndose paso hacia Kiev y Járkov, esto, si insisten en perpetuar la estrategia de hacer parecer aceptar las propuestas clave al tiempo que se maniobra para hacerlas inviables. Zelensky terminará en el vertedero de la historia, tal como sucedió con Pétain en Francia, a quien, en un gesto magnánimo, el gran De Gaulle le conmuta la pena de muerte por reclusión perpetua.
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