El siguiente artículo rescata la vida y muerte de uno de los más legendarios dirigentes obreros que ha conocido la República Dominicana en su etapa republicana, Héctor Porfirio Quezada “Negrito”, cuyas luchas sindicales se desarrollaron a mediados de la década de los cuarenta del siglo XX, forjando una conciencia de clase nacional estrechamente relacionada con el combate antiimperialista y anti-oligárquico que inspiró al 1J4.

En su relato, El 1J4, intenta presentarnos la vida de un obrero verdaderamente comprometido con los humildes, cuyo legado nos sirve para mantener vigente en el espacio público los conflictos de clases que la burguesía busca desesperadamente ocultarnos por todos los medios. El escrito también reivindica la trayectoria de un gremialista de la estirpe de Mauricio Báez, resaltando sus cualidades éticas, véase su honradez y fidelidad hacia los humildes, asumida como una de las más importantes virtudes revolucionarias.

Desde esa perspectiva, Héctor Porfirio Quezada se convierte en un paradigma para el trabajador dominicano que sufre diariamente de la explotación económica ejercida por multinacionales cómo el Central Romana. Ciertamente, en este símbolo de las plantaciones azucareras y particularmente de la dependencia de nuestro pueblo en favor del capital extranjero es que se desarrolla el activismo de Negrito, quien llegó a ocupar la posición de Secretario General del Sindicato de Muelleros.

Al final, el texto nos trae al recuerdo las emblemáticas palabras de Salvador Allende quien en su último discurso se dirigió al pueblo chileno diciendo: “Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

José Padua Falet.

En ese sentido, a través de sus propias palabras, la muerte de Héctor Porfirio Quezada “Negrito” no se presenta como derrota, sino como testimonio de continuidad y lucha ya que “aunque sea sobre nuestra generación hecha cadáveres, los obreros dominicanos arribarán inevitablemente al sitial que nos corresponde y que nuestros enemigos naturales se empecinan en evitar”. Digno continuador de su ejemplo fue el héroe nacional José Padua Falet, quien cayó defendiendo la constitucionalidad arrebatada por el Triunvirato, abrazando el ideario levantado por el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, el cual osciló entre la liberación nacional y el socialismo.

Los que Orientaron la Lucha.
Héctor Porfirio Quezada (Negrito)

Héctor Porfirio Quezada “Negrito”: Héroe de nuestra clase obrera

En 1945 la inquietud revolucionaria del pueblo dominicano, que desde tiempo atrás venía laborando en la clandestinidad aglutinando todos los focos de la resistencia interna, emergió a la luz pública ese año organizando a los obreros a través de sindicatos. El trabajador dominicano, enfebrecido por la oportunidad de luchar abiertamente por sus naturales reivindicaciones, vio en aquella ocasión un camino por donde abordar, ante la sojuzgada opinión nacional, la grave situación en que se mantenía y aún se mantiene su clase, víctima de la más inhumana explotación; aherrojado por un sistema absorbente, explotador y alambicado: los Monopolios.

Héctor Porfirio Quezada (Negrito), joven crecido sobre los vericuetos amargos del abandono social, bregando con esfuerzo por obtener frente a los desalmados succionadores de la economía el sustento cotidiano, fue uno de los tantos esforzados obreros que se dedicó con inusitado tesón a la organización laboral en la ciudad de La Romana.

En 1945 los trabajadores portuarios de aquella ciudad constituyeron el Sindicato de Muelleros del Central Romana, y él (Negrito), por la fidelidad natural de los humildes, honrado y combativo, fue designado como Secretario General de dicho Sindicato.
Su lucha ardua y desigual frente a los intereses que representaba aquella industria mancomunada al egoísmo del déspota, era una ruta de sacrificios que no podía más que terminar tinta en sangre y avasallada.

Conciencia de clase

Héctor Porfirio Quezada “Negrito”: Héroe de nuestra clase obrera

Empero, aquella entidad frente a las grasientas aguas del puerto comenzó a fortalecerse. Los hombres de anchas espaldas, estibadores y arrimeros, comenzaron a tener conciencia de la fuerza que representaba su clase organizada; y el entusiasmo con que durante los primeros meses desarrollaron su actividad contribuyó sobremanera a compactar los núcleos obreros de aquella ciudad.

El Sindicato de Trabajadores Portuarios de La Romana alcanzó en muy breve tiempo uno de los primeros puestos entre las organizaciones laborales del país.

Héctor Porfirio Quezada (Negrito) era el orientador de aquellos hombres. Pedazos deshumanizados con un poco del alba en las concavidades de su ser; bajo el sucio de sus ropas raídas consumían en los “Copazos de los Cachimbos” todo el amargor de sus nostalgias. Para quienes el puerto no ha sido más que la feria donde dejar diariamente gota a gota toda la agonía de sus vidas y el caudal de sus sudores, para que el desmedido apetito de sus explotadores aumente en la misma proporción en que ellos se consumen.

El Central Romana como las grandes extensiones bananeras, las campiñas mineras y las dependencias de Wall Street regadas por todo el continente, no ha sido más que el canal por donde las riquezas de estos pueblos es trasegada a aumentar los capitales de los explotadores internacionales, por donde los sudores no remunerados de nuestros obreros tienden a aumentar la prepotencia económica de una nación, cuyo bienestar es la suma de la miseria de estos pueblos que languidecen bajo la férula absorbente de sus monopolios.

La ciudad de La Romana, cuadro al natural de esa diferencia que el egoísmo y las imposiciones han creado en este continente, donde el sector residencial con sus centros exclusivistas para los extranjeros es una bofetada a las aspiraciones de los obreros que en misérrimos barrancones se hacinan junto a la debilidad de sus familias. Es un amargo contraste de permanente provocación frente a aquella realidad de siempre trabajar y al terminar cada zafra sólo quedarle más callos en las manos, más arrugas en las frentes y más deudas en las bodegas.

Los obreros del Central Romana, vieron en el sindicato un instrumento de lucha por medio del cual propender a la consecución de sus derechos conculcados en la ingente tarea de crear la necesaria conciencia de clase de donde emanara la solidaridad colectiva que hiciera posible alcanzar los objetivos generales de sus reivindicaciones, Héctor Porfirio Quezada (Negrito) fue un heraldo de luz en la abyección en que se encontraban sumidos los obreros.

Unidad Obrera

“Sólos nosotros unidos —dijo una vez a sus compañeros— podemos realizar nuestras aspiraciones. Los intereses que median entre nosotros y nuestros enemigos, los que nos explotan, hará que estos nos combatan con todos los recursos de que disponen. Es por eso que tratarán de confundirnos, de dividirnos y de eliminarnos. La lucha sólo podrá alcanzar lo deseado si se mantiene la honradez y la fidelidad de los que la dirigen”. Palabras que hoy y mañana tendrán la vigencia de una verdad inobjetable.

En la huelga que se organizó en aquella ciudad y que alcanzó toda la región del Este en 1946, El Negrito, como cariñosamente les llamaron sus amigos, desplegó una gran actividad que le costó que lo sindicaran desde ese momento como los que los esbirros de la tiranía llamaron “elementos peligrosos”.

En la represión que desató la tiranía recién pasada la huelga, fueron desapareciendo uno por uno los principales dirigentes obreros que no se plegaron. Otros tomaron el camino del exilio, siendo algunos de ellos asesinados en el extranjero.

Ante aquella situación, Héctor Porfirio Quezada (Negrito) dijo a unos compañeros suyos del día 1º de marzo de 1946:

“La lucha hay que continuarla a pesar de los que caen y a pesar de los muertos. Porque, aunque sea sobre nuestra generación hecha cadáveres, los obreros dominicanos arribarán inevitablemente al sitial que nos corresponde y que nuestros enemigos naturales se empecinan en evitar”.

Esas fueron sus últimas palabras. Al día siguiente, 2 de marzo de 1946, fue sacado de su casa en un yip del Ejército por el Capitán César Oliva García y el Capitán de la Policía Manuel Emilio Castillo, apareciendo ese mismo día con numerosos balazos en el sector de Tierra Colorada, segando así la vida de un hombre humilde, fiel expresión de la honradez de nuestros obreros.

Sobre su recuerdo se levanta el espectro de su sangre para fortalecer el sacrificio de quienes cargan con la responsabilidad de mantener en alto la dignidad obrera de la nación.

Centro de Estudios Histórico Sociales 14 de Junio

Centro de Estudios

El Centro de Estudios Histórico-Sociales 14 de Junio, adscrito al Museo de la Dignidad de la República Dominicana.

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