Bueno, en principio aparenta un trabalenguas, pero no lo es. Simplemente, resulta ser una inflexión gramatical,-seria torcimiento de lo que está recto o plano-, o, neologismo- palabra o expresión recién creada que implica significado sobre palabra ya existente. Lo que si es que, implica para los fines de estos comentarios, es que, se habla de haitianizacion, pero que, debiera hablarse primero sobre la profunda debilidad de una cultura identitaria y, que, por efecto ha permitido que los dominicanos hayan caído en una especie de desinterés por las ritualidades que implica el sentido de pertenencia hacía, un territorio o patria. Lo que a nuestro juicio ha dado pie a lo que he convenido en llamar “desdominicanización”.
Y cuestión que, ha permitido que penetre al espacio territorial, ya sin simbología patriota,- o sea, de la famélica o inexistente devoción por los símbolos que identifican la nacionalidad de un país-, creando los intersticios sociales y culturales de que cualquier cultura foránea y lo peor, que, en este caso, la haitianización se haya convertido en un hecho prácticamente normal, en el sentido que este flagelo social, implica que al dominicano, en la situación de estado de confusión, o sea, estado mental caracterizado por desorientación temporoespacial o personal, que produce desconcierto, perplejidad, ausencia de pensamientos ordenados e incapacidad para elegir o actuar con decisión, precisamente, por estar cautivo en una resocialización o lavado de cerebro y, que, por efecto ha generado, principalmente en la juventud, un estado de ambivalencia de ritos, valores y sentido de pertenencia que se traduce en un estado de presa fácil de sentimientos, intensiones, deseos o emociones opuestas, tales como; amor y odio, ternura y crueldad, placer y dolor, incertidumbre y fluctuaciones producidas por la incapacidad para decidir entre dos extremos opuestos. (Pedro Pablo Hernández, Introducción al estudio de la sociología del derecho, 1998, p. 305, Glosario)
Todo lo cual implica que prácticamente, esta invasión ya no silente de haitianos, constituye especie de abandono de los espacios dominicanos, que se pudiera sintetizar en un espíritu de vagancia de la gran masas social que ha preferido abandonar el campo, quedarse en la vida contemplativa de “buscársela” en la calle, traducido en motoconcho, los limpiavidrios, los plañideros a doquier, lo que a nuestro juicio ha ido generando una masa social parasitaria, creada al efecto de los propios patrones desviados de la formación en la casa que bajo la permisibilidad de los padres, el exceso de tolerancia y la cultura niñerita que lo padre asumen antes los hijos ya tajalanes, sin lugar a dudas, la nueva generación en gran parte, se ha quedado en perre´o, en las borracheras, en modas disociadoras, sexos irresponsables, y lo peor, producto también de una sombrilla legal de tolerancia cero para imponer la autoridad de los padres, etc.
Y no lo es todo. Sin justificarlo, los empresarios, que no tienen por antonomasia vocación patriótica, sino defensa de sus intereses por la propia cultura de la explotación de las manos de obras y el llamado afán de la gran vorágine de la oligarquía social y productiva, a pesar que han propiciado el desparpajo de la mano de obra dominicana, sin dejar de reconocer la vocación de vagancia que tiene en gran cautiverio la disposición de mano de obra dominicana, se han montado en la ola de que sin los haitianos no habrá producción, tampoco construcción ni el cultivo de plantaciones. Sin embargo, aunque eso no es verdad absoluta-pero lo han hecho creer-, porque el asunto de haitianización es un problema social que data de unos veinticincos años y, en un abrir y cerrar los ojos, los propios dominicanos los esconden, los transportan, les sacan documentos, los contrabandean, sin excluir las propias autoridades migratorias y militar. Pero, y siempre después del pero, se daña el asunto, yo que me atrevo a escribir estas reflexiones, y soy pro patria, confieso que se ha hecho difícil encontrar dominicanos o lugareños que me trabajen en mi ranchito que dispongo en un campito de Bonao. Ahora, no vacilo en admitir que la juventud dominicana está inyectada de un gran letargo social y laboral, y como digo, de la crianza de mamita se ha desprendido que pocos resultan-excepciones-, los que quieren bajar el lomo-y principalmente, el banco de oferentes de la fuerza laboral, están viciados de unas manos de obras leonina y por lo general-tomando como patrón mi caso, y los gritos de los homólogos-, te dejan la obra por mitad y cuando no, de muy baja calidad. Un desgano total.
El problema de la haitianización resulta un hecho nuevo en la historia. Cuando la invasión de Boyer, nunca se pudo haitianizar la República, pero era, precisamente, la conexión cultural del orgullo patriótico la que levantó todo un movimiento de reacción que, aunque estuvieron 22 años de 1822 al 1844, en la parte oriental de la isla, nunca nos impusieron su cultura ni la presencia masiva de nacionales haitianos. Es decir, tampoco quedó el Vudú entronizado ni los grandes ritos de la cultura de los invasores. Sin embargo, ya en el colofón de estos razonamientos, a mi juicio en la haitianización y dominicanización estaría pasando lo mismo que cuando un animal hembra de una especie, recibe los huevos de otra muy diferente, por ejemplo, una pata que empolle los de gallinas, e inclusive, se juntan en el nido huevos, cuando estos huevos sacan y se crían todos juntos, con la costumbres de la pata, los pollitos descendientes de gallinas, aprenden el mismo estilo de vida, incluso, aprenden a nadar todos juntos y van adquiriendo los mismos hábitos. Ya eso está pasando.
En consecuencia, aunque diferentes, se convierten en hermanos. En este sentido la agenda de la haitianización ha sido tan sutil y penetrante que, primero trajeron las modas, tipos peinados de cabellos, que, de lacios, los dominicanos de la generación emergente, todos andan con alteraciones vinculantes a los africanos o no decir, a la tipología haitiana. Y más, se alcanzan a ver desfile de modas cuyas participantes son de especie negras. O cuando no, ya la práctica del Vudú ha sido cambiado por una especie de cristianización, por lo general, vinculadas a las sectas protestantes. En fin, como van las cosas, cuando, en caso quimérico, porque resulta irrealizable, cuando a los dominicanos les separen de los haitianos, si es que pasa una aventura de repatriarlos, como quiera, la desdominicanización seguirá su curso normal y como quiera -repito- los valores patrios ya están perdidos y se torna irreversible la fusión, aunque de trama en trama, de apariencia en apariencia, se planten soluciones para que este país sea solo para los dominicanos. A mi juicio, ya el monstruo nos ha ganado la batalla desde nuestras propias entrañas. Y quiero cerrar refiriéndome a la Antigua Orden, con especial mención de Ángelo Vásquez, incluyendo a Riveron, por efecto de esa trasmutación cultural del dominicano, que nada es nada, luce imposible que levantan un sentido patriótico colectivo capaz de conectar con el sentimiento patriótico, porque el dominicano actual, está atrapado en otros registros del Dembow, perre’o, drogas y homosexualismo, culto a las nalgas y de una aberrante transculturización que ha hecho que la patria haya perdido su simbolismo y la casa de Alofoque sea la mayor atracción y conexión social, y así, de ese modo, ya no vamos, ya estamos en la desdominicalización irreversible. Y después de aquí, ¡entre to´, coño!
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