El mundo se encuentra nuevamente al borde de una fractura comercial. Tensiones geopolíticas, disputas tecnológicas y políticas arancelarias agresivas están redibujando los mapas de producción y las alianzas económicas globales. Estados Unidos, en particular, parece haber iniciado un camino similar al de la década de 1930, cuando el proteccionismo terminó por agravar una crisis económica global y preparar el terreno para un conflicto aún más destructivo.

En 1930, en respuesta a la Gran Depresión, el Congreso de EE.UU. aprobó la Ley Smoot-Hawley, que elevó los aranceles a niveles históricos sobre más de 20,000 productos importados. Lejos de proteger la economía estadounidense, decenas de países impusieron represalia, el comercio internacional se redujo en más de un 60% en apenas cinco años y esto aceleró el colapso económico global. Fue una de las lecciones más dolorosas del siglo XX: cerrar fronteras comerciales puede ser el preludio del aislamiento, la recesión y la rivalidad entre naciones.

La Ley Smoot-Hawley no solo debilitó el comercio global, sino que contribuyó directamente a un entorno internacional más fragmentado, marcado por el nacionalismo económico y el aislamiento. La contracción del comercio exterior intensificó la recesión mundial, afectando gravemente a economías interdependientes, especialmente en Europa y América Latina. Países que antes cooperaban en redes de intercambio comenzaron a cerrarse, adoptando medidas unilaterales para proteger industrias locales a toda costa.

Este clima de encierro económico facilitó el ascenso de regímenes autoritarios que prometían autosuficiencia y grandeza nacional. En Alemania, el discurso nacionalista de Hitler se fortaleció con la promesa de romper la dependencia externa y recuperar el orgullo económico. En Japón, el aislamiento económico incentivó la expansión territorial como vía para asegurar suministros estratégicos (petróleo, caucho, minerales) a través de la conquista militar en Asia.

Así, la guerra comercial no solo redujo el bienestar económico mundial, sino que también creó las condiciones para una carrera geopolítica peligrosa: los estados comenzaron a ver en la fuerza y en la expansión imperial la única forma de garantizar el acceso a bienes esenciales para su desarrollo. La historia demostró que el proteccionismo extremo, lejos de ser un escudo, puede ser un catalizador del conflicto.

Durante décadas, Estados Unidos lideró el mundo gracias a su capital humano, su infraestructura de clase mundial y su ecosistema de innovación. Pero en los últimos treinta años, mientras Asia construía fábricas, puertos, laboratorios y universidades técnicas, Estados Unidos permitió que su base industrial se erosionara, su sistema educativo se estancara y su infraestructura envejeciera.

El verdadero problema no es que China compita. Es que los EE.UU. dejaron de hacerlo en igualdad de condiciones.

Estados Unidos necesita reenfocar su estrategia. No basta con levantar barreras. Lo que se requiere es una inversión nacional audaz y de largo plazo en educación y productividad.

  • Educación como base del renacimiento industrial: una revolución educativa enfocada en ciencia, tecnología y manufactura avanzada.
  • Infraestructura moderna: invertir en redes logísticas, conectividad y energía para facilitar la inversión productiva.
  • Alianza público-privada: combinar recursos estatales y privados para atraer capital y relocalizar industrias clave.

El nacionalismo económico no debe ser sinónimo de proteccionismo defensivo, sino de orgullo productivo. No se trata de cerrar puertas, sino de construir capacidades. Solo así Estados Unidos podrá volver a ser no solo la economía más grande, sino también la más respetada, por su capacidad de competir con talento, innovación y valores.

Juan Ramón Mejía Betances

Economista

Analista Político y Financiero, cursó estudios de Economía en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), laboró en la banca por 19 años, en el Chase Manhattan Bank, el Baninter y el Banco Mercantil, alcanzó el cargo de VP de Sucursales. Se especializa en la preparación y evaluación de proyectos, así como a las consultorías financieras y gestiones de ventas para empresas locales e internacionales.

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