Pese a la escasa documentación que sostiene la afirmación de que alguna vez, nuestro pueblo originario, los aborígenes, bautizó este territorio como AyitiQuisqueya y sin tener mucha claridad sobre el significado del nombre, del cual tengo noticia, puede ser “tierra alta-bohío”, me gusta la idea de un nombre propio para este territorio insular previo a la República de Haití versus la República Dominicana, que es más o menos la síntesis de lo que nos enseñan tradicionalmente como historia.
AyitiQuisqueya posibilita pensarnos fuera de los esquemas nocivos del antihaitanismo, del patrioterismo rancio y violento, hoy día tan difundido en todas las esferas de esta sociedad. AyitiQuisqueya no es una declaración de intenciones, es más bien, un anhelo.
Las fronteras que borraron AyitiQuisqueya y dieron paso a la República de Haití y República Dominicana son más que terrestres, fronteras históricas, políticas, mentales, culturales e idiomáticas. Son tantas las fronteras que, a primera vista, puede dar la impresión de que franquearlas resulta casi imposible, nada más alejado de la realidad ya que sin importar las dimensiones de las fronteras nada puede con la voluntad humana que busca humanidad y esto es precisamente lo que hemos iniciado en el marco del 2do Encuentro Nacional de Escritoras que organizó en agosto del 2020 el Proyecto Anticanon.
El diálogo Escritoras de la isla: AyitiQuisqueya reunió a las escritoras dominicanas Chiqui Vicioso e Ibeth Guzmán con las escritoras haitianas Kettly Mars, Andrise Pierre y Mélissa Béralus franqueando la frontera territorial mediante una videoconferencia, la frontera del idioma con el apoyo del escritor Ambiorix Encarnación, en la traducción simultánea, mientras que el escritor haitiano Jhaky Valcourt tradujo textos de las escritoras del francés al español y del español al francés para que entre ellas pudiesen conocer una muestra de sus trabajos literarios.
El resto de las fronteras, las que tienen que ver con prejuicios, estereotipos las franqueamos en ese momento, y las seguiremos franqueando con el potente remedio del diálogo, las fronteras culturales con simples dosis de respeto, de este modo hemos abierto el trillo hacia el propósito principal del Proyecto Anticanon ¡Conocernos para reconocernos!
La historia puede ser una frontera según desde dónde se aborde, porque la historia puede ser, también, un puente que nos permite acceder a esos episodios y espacios comunes de nuestra identidad, en este sentido y tras una presentación en la que cada escritora leyó un texto de su autoría, la discusión versó sobre ¿qué significados cobra ser escritoras provenientes de una isla en el centro del Caribe donde comenzó la colonización y donde comenzó la trata esclavista? ¿Qué significa provenir de un pueblo con una historia de esclavización y dominación, pero también de larga resistencia?
“La literatura no tiene límites, no conoce de sexo ni color de piel, la literatura es un poder” opinó Ketlly Mars, además que, pese a que no nos han enseñado a ser hermanas, a través de nuestra literatura tenemos la oportunidad y el poder de acercarnos y reconocernos. Comentó además que aunque las tensiones sean más visibles, existen intenciones e iniciativas que buscan generar encuentros culturales binacionales y avanza con pequeños intercambios.
Chiqui Vicioso sentenció “la paz que no ha podido ser construida entre Haití y República Dominicana, porque subyacen tantas malas interpretaciones y tantos abusos, va a tener que ser construida por nosotras, las mujeres escritoras” también contó que para ella descubrir la isla tuvo que salir de ella, esto debido a las limitaciones (fronteras) antes descritas.
Para Andrise la escritura es un compromiso, uno que implica aportar en el extenso proceso de decolonizar nuestra historia y pensamiento. Explica que se encuentra en la etapa de resistencia, de construir y recuperar la memoria del poder de nuestro pueblo.
Ibeth Guzmán explicó que escribir desde el Caribe implica, para ella, múltiples y constantes confluencias, pero también es “un pasado negro que tenemos la obligación de desenterrar del olvido y de un pasado-presente blanco que nos rechaza y busca que no nos alejemos de su supremacía”
El primer diálogo cerró con el compromiso de que la construcción de la paz que necesitamos se dará por vía de las escritoras anticanónicas, entendiendo que una de las primeras barreras que tenemos que derrumbar es la del idioma, las escritoras dominicanas tenemos que aprender creole, insiste Chiqui.
Mélisa Bélarus concluye que “debemos aceptar y reconocer nuestro pasado, aceptar nuestra historia común para construir una nueva paz” concuerda que en Haití también deben las escritoras aprender español para posibilitar “una relación humana entre ambos países”
Centenares de escritoras dentro y fuera de la isla sintonizaron a través de la transmisión en la cuenta de Facebook de Anticanon RD apreciaron como bueno y necesario el diálogo: Yenifer Zorrilla comentó “Todas están conectadas, han coincidido en varios puntos como, por ejemplo: que romper la barrera del idioma es importante, crear espacios de convivencia, encontrar lo que tenemos en común, lo que nos une; pues es mucho más que lo que nos separa.”, mientras que María Alabi reflexiona “Debemos de entendernos profundamente, internamente, culturalmente, sólo podemos amar aquello que conocemos y el desconocimiento es lo que lleva a la desinformación lo que por tanto lleva a la separación.” Robby Glesile desde Haití comenta “La literatura no tiene fronteras. Kenbe la!”
Es nuestra responsabilidad desplazar el discurso de odio por un discurso del derecho, la conciliación, solidaridad humanidad, si la literatura, si nuestras inquietudes estéticas no sirven para construir humanidad ¿para qué otra cosa serviría? En el contexto actual, convulso y antiderechos que vive República Dominicana con relación a la crisis humanitaria de Haití, vale la pena recordar que muchas otras personas piensan y sientes diferente.
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