Con Gaza y Beirut en el corazón

El lugar donde, paradójicamente, se genera más agresión en los ancianos con deterioro cognitivo es la emergencia o urgencia hospitalaria y, en consecuencia, durante las hospitalizaciones, ya sean breves o prolongadas, el traslado repercute de manera muy negativa y genera en algunos casos secuelas profundas. Si bien hay momentos en los que el ingreso es inevitable, en el caso de los adultos mayores debe valorarse cuidadosamente.

Las personas mayores presentan una fragilidad psíquica y física inherente al propio proceso de envejecimiento y ambas dimensiones están estrechamente relacionadas. Las prisas, el trato impersonal y la falta de adaptación a sus circunstancias son realmente nefastos para ellos. Su aislamiento afectivo y el encamamiento puede ser hasta de más de doce horas, sin cambios posturales, lo que pueden ocasionar complicaciones muy graves, como las úlceras por presión, que en muchos casos marcan el inicio del deterioro terminal.

Los cambios en personas mayores originan reacciones psíquicas intensas, como agitación y cuadros confusionales. La deprivación afectiva es un factor clave: los ambientes cotidianos les brindan seguridad y los objetos que los rodean son anclajes vitales. El cambio de espacio, las voces nuevas… generan una confusión y un empeoramiento de la desorientación, alteran profundamente su estado físico y mental; suele ser transitorio, pero posteriormente cuesta mucho revertirlo a la etapa anterior. Esto puede generar mutismo, rechazo a comer, a moverse, a que le toquen y otros cuadros complejos difíciles de corregir.

Al querer resolver un problema, muchas veces generamos otros aún más graves. La toma de decisiones en situaciones críticas con ancianos frágiles debe ser siempre multidisciplinaria y con la participación del cuidador principal, que por lo general es un familiar cercano. Muchas veces convertimos una situación clínica aguda en un problema crónico por no haber valorado adecuadamente la intervención.

Por eso, es indispensable sopesar cada traslado hospitalario. Siempre que sea posible, se debe intentar resolver el problema “in situ”, ya que el costo en calidad de vida para el anciano puede ser muy alto. Evaluar cada intervención médica es fundamental; de lo contrario, podemos caer en el encarnizamiento terapéutico y en formas de maltrato indirecto.

La responsabilidad en la toma de decisiones en la tercera edad es muy grande. No se trata de actuar por culpa, sino de pensar qué es lo mejor para una etapa de la vida tan compleja, tratando de gestionarla con el menor grado de estrés y agresión en los procedimientos posibles.

Con el adulto mayor debe primar siempre el principio de “menos es más”: en los procedimientos diagnósticos, en los terapéuticos, en las vías de administración de fármacos, y también en aspectos tan importantes como preservar la intimidad, por ejemplo, al evitar la desnudez en ambientes compartidos. Calidad de vida no significa no intervenir, sino hacer solo aquello que evite efectos nocivos.

Las consecuencias más frecuentes de una mala gestión hospitalaria en estos casos son los estados de mutismo, el negativismo activo y las temidas úlceras por presión, y otras más. Es fundamental concienciar a los clínicos que trabajan en unidades críticas, donde el tiempo y la toma de decisiones son esenciales para la curación, sobre el perfil con el que están tratando porque los ancianos son inmensamente frágiles.

Clara Melanie Zaglul Zaiter

Doctora en Psiquiatría

Resido en Madrid de forma permanente desde 1999. Actualmente trabajo como Médica en la Consejería de Asuntos Sociales y Familia (COMUNIDAD AUTONOMA DE MADRID). Formada como Médica en UNIBE promoción 1996. Doctorada en Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid 2001. Alumna del Doctor Juan José López Ibor y Juan Coullaut Jáuregui. Desde la Psiquiatría paso al estudio de la Demencia y el Deterioro Cognitivo Precoz. Experiencia profesional en el área de Demencias sector asistencial en grandes dependiente para las actividades básicas de la vida diaria por más de 20 años.

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