En el día de hoy viernes, 21 de junio que esto escribo, para celebrar el solsticio de verano y conmemorar el 65 aniversario del desembarco de nuestros héroes de la Raza inmortal en junio 14 y 20 de 1959, nos aprestamos a poner en circulación y presentar al público dominicano una selección de la obra poética de Rafael Valera Benítez, mi padre. Para los que no lo saben, forma parte del grupo literario denominado Generación del 48, Generación de Posguerra, o Generación Integradora, como otros integrantes propusieron, entre los cuales se encuentran los muy queridos Víctor Villegas, Abelardo Vicioso, Abel Fernández Mejía, Máximo Avilés Blonda, Lupo Hernández Rueda, entre mis más allegados.

Entre amigos y familiares tendremos el honor de compartir ese momento tan significativo, que es bueno llevarle a todos ustedes, a través de este medio, que tal vez quisieran haber asistido.

La poesía de Rafael Valera Benítez es poco conocida en nuestro país, y el principal objetivo para la publicación de esta selección de poemas, ha sido esa, la de dar a conocer su obra poética, que resalta en la creación de sonetos muy bien logrados, como señalan personas entendidas en la materia. Y me parece que otra cosa importante que justifica la difusión de su obra, es la vinculación íntima que tiene con la historia reciente de nuestro país, lo que nos ayuda a vivir y ver a través de sus poemas, lo que significó nuestra historia, no solo para su vida personal y familiar, sino para la de toda la sociedad dominicana.

Mi papá empezó a escribir desde muy joven, mi abuela Concha, su madre, era poetisa, así que lo trae en las venas. Nació en el año 1928, dos años antes del establecimiento de la tiranía, es decir, vivió prácticamente toda su vida joven bajo su yugo. Inicia a hacer pública su producción literaria, publicando en la Sección Escolar del periódico El Caribe, dirigida por María Ugarte en mayo de 1948, junto a otros de sus compañeros ya mencionados. A raíz de esas publicaciones, se discutiría la denominación del grupo poético de diferentes formas, generación de post guerra, o generación integradora.

No es sino hasta el establecimiento de su colección “El Silbo Vulnerado” y la publicación en las solapas de sus libros de sus metas e ideales, que se definen y establecen como grupo literario, cuyos planteamientos son, entre otros “garantizar el rumbo de ciertas manifestaciones fundamentales del proceso cultural dominicano; recoger aquellos productos del pensamiento dominicano que puedan situarse dentro de las exigencias del arte y de las ciencias; toda manifestación del arte dominicano debe partir de las propias raíces de nuestra colectividad”. En síntesis, el grupo de poetas del cual formó parte mi padre, fue uno comprometido con su historia y su época, involucrado tanto en la creación del arte, como en hacer de su arte, una herramienta de movilización y concienciación social de la realidad histórica que vivieron. Yo no podría haberlo descrito tan bien como lo hace el también poeta, ensayista y crítico literario Julio Cuevas, en su artículo sobre el grupo, https://acento.com.do/opinion/la-generacion-del-48-estetica-sentido-compromiso-ii-8552879.html.

Pero la necesidad de dar a conocer y difundir la obra de Valera Benítez no se encuentra tanto vinculada a la especialización literaria, como a su vinculación con la historia de nuestra sociedad. Como les decía más arriba, la mitad de su vida transcurrió bajo el yugo de la tiranía trujillista, y lo que significó esa desgracia nacional es menester darlo a conocer a las generaciones que vienen creciendo, y que por demás siguen sufriendo, sin saberlo, las nefastas consecuencias de todo aquello que en hermosas imágenes de amor, belleza, tragedia y lejanía describe el autor en su obra poética, con imágenes como estatua, pared, espejo, guitarra, nubes, lago, abril, muerte, luz. Las luchas las describe:

Había que desterrar la / diaria humillación pero / nada querían para ellos, / salvo el derecho a sonreír / y amar cada mañana transcurrida / en un país sediento. Solo / quisieron defender toda la / Patria de sus agresores todos: / los de afuera, que están más / allá de sus espumas, y los / de dentro que viven sus entrañas / pudriéndola, engulléndola.

Lamentablemente, nos han enseñado a no conocer, ni a valorar, así como a tergiversar nuestra historia, y hasta a no darle importancia, supuestamente porque ya pasó. O porque las razones de nuestras desventuras son otras. Pero nos equivocamos, no ha pasado, sino que seguimos viviendo las consecuencias de un aparato tiránico que nuestro pueblo, mediante la justicia en 1962, y en armas en 1965, no pudo y no ha podido jamás vencer contra sus agresores. Como tampoco en supuestas, disfrazadas y disimuladas, mal llamadas elecciones democráticas.

Sigue escribiendo:

Ellos murieron por todos. / Por las desamparadas parturientas / que traen al mundo, cada día, otro / patriota más que por sí mismo ya / sabrá cuánto cuesta y lo que vale / serlo y saberlo. Cayeron por / los días, la fragancia y el / verdor de una tierra desnuda, / sombría, atormentada.

Luego de la prisión, las torturas y la represión de 1960, más tarde vendría el destierro, el exilio, con un supuesto disfraz de funciones diplomáticas, sobre las cuales diría, “no soy diplomático de carrera, sino diplomático a la carrera”, y es mucha la diferencia. Desde enero de 1963 hasta agosto de 1973, fuimos desterrados como forma de contrarrestar la lucha contra los remanentes del trujillato en las que participaba, así como combatir la sed de justicia que tenía el pueblo dominicano por todos aquellos crímenes cometidos, en cuyo momento le valió el rol de Fiscal con Jurisdicción Nacional para llevar a juicio a los asesinos de las Hermanas Mirabal y otros crímenes cometidos durante la tiranía, en el año de 1962.

Todos estos acontecimientos se mantuvieron en mi hogar familiar en el más estricto silencio. No se escuchaba otra cosa que la nostalgia por Santo Domingo, un amor prohibido, donde no podíamos estar “porque matan a tu papa”. Un momento crítico para él, para nosotros, fue la intervención yanqui a nuestro país, a lo que dedica su Cantata Número Cinco de Canciones Australes, “A Santo Domingo, mi ciudad natal, sitiada en 1965 por 42000 forajidos imperialistas mientras yo, a miles de kilómetros, no podía empuñar un fusil para defenderla”. No pude verlo, pero me lo imagino, promoviendo la quema de la bandera yanqui frente a su legación diplomática en Montevideo, de donde tuvimos que salir por aquella “injerencia” de un “diplomático”. No bebíamos coca cola, “porque la hacen los yanquis que han invadido nuestro país”. Qué bonito seria si en República Dominicana se enseñara a tener esa dignidad, en lugar de la genuflexión al imperio que se enseña como salvador de una supuesta democracia que solo da para regalar funditas. Una pena que el dominicano de hoy pueda llegar tan bajo. Y la verdad que les digo, me confieso, jamás podré entender, mucho menos compartir, la devoción y la inclinación, como un Pedro Santana traidor cualquiera, que tienen todos los dominicanos frente a ese país que sigue pisoteando nuestra soberanía, aunque solo nos hagan creer, tontamente, que se hace desde el oeste.

Es por estas vivencias que se hace necesario conocer la obra poética de mi padre, a ver si alguna vibra se moviliza en nuestro fuero interno y hace germinar, o despertar, aunque sea un poquito, una pequeña fibra de dignidad de la que nos han despojado completamente, y que tanta falta nos hace, para poder ponernos en pie por una sociedad más justa.

Otro episodio de mi exilio que les quiero compartir ocurrió en 1973 sin yo saberlo tampoco. Lo entendería luego, en 1978, con el retorno al país de Hamlet Herman y llevó a cabo la publicación de su libro “Caracoles”. Mi papá estaba hablando por teléfono con mucha euforia, disgusto, algo terrible estaba pasando, gritaba un nombre que yo nunca había escuchado: Camaño, Caamaño..!!! Se trataba de Febrero en Caracoles, cuando nuestro Héroe de Abril era cobardemente asesinado, pero yo aún no podía saber nada.

Y aquí está la explicación de por qué ahora, que les había ofrecido antes:

Nunca se nos habló de lo que había pasado, no se nos explicó absolutamente nada. Lo único que se nos dijo fue lo que expuse anteriormente. Y además nos ocurrió la desgracia del fallecimiento de nuestra madre, en el año de 1986, que hubiera podido explicar y responder todas nuestras dudas y preguntas, para esclarecer y saber qué había ocurrido y por qué. Especialmente porque ya en 1984 mi padre había publicado su libro “Complot Develado”, que relataba con pelos y señales, esa historia oculta que no podíamos conocer. “Para que no crecieran con odio”, ella había dicho en ese momento, pero todo el mundo dice que era para protegernos. Hoy solo toca buscar el camino de la luz, luchando con el desarraigo que aquella represión provocó por la inestabilidad de vivir un año en un lugar, otro en otro y otro: México, Uruguay, Argentina, Venezuela. Veníamos de vacaciones aquel agosto de 1973, unas vacaciones que duran hasta hoy. Y ya entonces al parecer, no habría riesgos de muerte para mi papá, si ya habían acabado con la vida de todos los que resistían la dictadura trujillo-balaguerista implantada por la invasión yanqui mediante la fraudulenta elección de 1966.

De manera que termino estas palabras con esta otra parte de su poesía:

Pero siento que están y / seguirán estando los que viven, / aunque muertos, con el dedo / apretado a un gatillo que dice / cuándo, cómo y dónde está la / Patria a pesar de todos los / que trotan o huyen todas las / mañanas como si la hubieran / descubierto de repente, y / no les quedara más remedio que / defenderla a ella de ellos mismos.

Fuentes consultadas:

https://acento.com.do/opinion/la-generacion-del-48-estetica-sentido-compromiso-ii-8552879.html

https://www.studocu.com/latam/document/universidad-autonoma-de-santo-domingo/literatura-dominicana-i/la-generacion-del-48-se-conoce-como-generacion-del-48-en-la-literatura-dominicana-al-grupo-de-poetas/27995792