Esta entrega que comparto en el día de hoy es un tema que, además de ser una recreación de una práctica que puso en acción USA, asumida como parte de la expresión del ex presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt -política del garrote-, que trazó la política de expansión norteamericana en el llamado hemisferio occidental en los fines del siglo XIX (Marcos Kaplan, en Términos Latinoamericanos para el Diccionario de Ciencias Sociales, pág. 18).
Al respecto, nos explica el destacado analista argentino de los sistemas políticos Latinoamericanos -1927-2004-, quien además es un prolífico tratadista que publicó una extensa producción de artículos y obras en la materia, entre los que destacan El narcotráfico latinoamericano y los derechos humanos, el sistema mundial en la era de la incertidumbre, entre otras tantas y, precisamente, el artículo que calzamos justamente cae dentro del último título porque ahora, con la ¨guerra¨ de los imperios, entre estos Ucrania y Rusia, incluso, muy recientemente, parece que se reactiva esta política con el desplazamiento de fuerzas del gobierno de Donald Trump hacia Venezuela con el propósito de derrocar a Nicolás Maduro. Este, que encabeza un gobierno de supuesto corte socialista en América Latina, perdió legitimidad en el proceso electoral del 28 de julio del 2024 que se desarrolló dentro de unos ambientes caldeados, represión, censuras y persecuciones políticas contra la oposición, etc. Agregado a todo esto la lucha por la hegemonía de los principales imperios hace lucir que esta política ya no es exclusiva de USA, sino que ya viene extrapolando a escala mundial y, como se nota, según las practicas, la región latinoamericana fue asumida por los Estados Unidos y los demás imperios, y hasta hoy, aunque tengan relaciones comerciales y de protección con muchos de estos, como que le han dejado esta zona al control hegemónico de este imperio.
En este sentido, volviendo al término Big Stick, el autor refiere que el interés de los Estados Unidos por la expansión hacia América Latina aparece muy tempranamente, precisamente, desde el principio de su independencia, pero que la presión de la hegemonía de Gran Bretaña, en la región y la hostilidad de aquella contra cualquiera interferencia de algún otro país, según la fuente citada, la vocación de USA se vio postergada. (Ob. citada), y no es sino a finales del siglo XIX, que empieza a precipitarse abiertamente la marcha hacia la hegemonía sobre América Latina, y en efecto se apalancan en la doctrina de Monroe, la cual trazó que Estados Unidos actuaria a fin de evitar cualquier intervención extracontinental, esencialmente de los países europeos.
Es entonces, bajo este criterio que a partir del 6 de diciembre del 1904, Roosevelt asume el llamado colorario expuesto desde la presidencia de James Monroe, que a su vez fue asumida por el futuro presidente John Adams en 1823, en el que perjuraba que cualquier intervención de los europeos en América, ipso facto requería la intervención de los Estados Unidos, con lo cual se justificaría el plan hegemónico en las repúblicas independientes de la región. (Latinoamericanos). En este sentido, hay muchas cosas que contar. Sin embargo, cabe decir que la génesis de The Big Stick-(El gran garrote), combinación de ¨Persuasión diplomática con violencia¨, prácticamente se estrena tras el bloqueo naval de Venezuela entre 1902-1903, llevado a cabo por los británicos, Alemania y el Reino Unido de Italia, la cual tuvo como justificación de la exigencia del pago inmediato del gobierno del presidente de Venezuela-del momento-, Cipriano Castro con esos ¨ imperios¨.
En este orden, cabe precisar que, Theodore Roosevelt (1858-1919), tras una carrera política de gran éxito, que lo convierte en gobernador de New York, y el logro de una reputación de héroe por su intervención al frente de un cuerpo militar en la guerra de Cuba, llega a ser primero Vicepresidente (como segundo de William McKinley) y, tras el asesinato de éste, Presidente de los Estados Unidos (1901). Su política exterior, especialmente en relación a la región centroamericana y Caribe, se inspiraba en su célebre frase: “Hablad suavemente, pero tened siempre listo un garrote, y así iréis lejos.” La conciencia del creciente poder mundial de los Estados Unidos, -en ese momento- y la consiguiente necesidad de mover rápidamente la flota entre el Atlántico y el Pacífico, lleva a los Estados Unidos a promover la segregación de Panamá en perjuicio de Colombia, y a lograr por un tratado la construcción y el control del Canal entre ambos océanos (1903).
El comercio y las inversiones estadounidenses se multiplican en América Central y del Sur, concentrándose en empréstitos, tierras, explotaciones agropecuarias, minería y petróleo, servicios públicos. Theodore Roosevelt formula su corolario a la doctrina Monroe en el mensaje al Congreso de 1904. La inestabilidad política y los hechos repudiables que podrían ser su consecuencia (incumplimiento de obligaciones financieras, apoderamiento de propiedades extranjeras) pueden llevar a los Estados Unidos, aun contra sus deseos, “al ejercicio de un poder de policía internacional”. La “política del gran garrote” de Roosevelt, continuada por la “diplomacia del dólar” del presidente William Howard Taft, (27º de Estados Unidos), encuentran así su formulación jurídica, y las aplicaciones prácticas no se hacen esperar.
Las intervenciones político-militares se suceden en Panamá (1917, 1928, 1925), Cuba (1898 a 1902, 1906 a 1909), Haití (1915 a 1934), República Dominicana (1916 a 1924), Nicaragua (1912 a 1925, 1926), México (1914, 1916). Sus objetivos son, según su justificación; el ordenamiento y control de las finanzas en los países ocupados; la protección de las inversiones y propiedades de empresas norteamericanas; la instauración y el sostén de grupos militares adictos; la consolidación definitiva de la hegemonía de los Estados Unidos en la región. En un discurso del 11 de marzo de 1913, el Presidente Wilson da un paso más en el trazado de la política intervencionista, al sugerir que no se reconocerían los gobiernos latinoamericanos a los que no se considere democráticos ni regulares. Las intervenciones militares acompañan al comercio y a las inversiones, y son su estímulo y su garantía.
La actitud de las clases dominantes y de las élites dirigentes de América Latina ante el expansionismo norteamericano es compleja y ambigua, y depende de la estructura socio-política interna del respectivo país, y del tipo de conexión con el mercado mundial de comercio e inversiones. Por una parte, se admira el modelo de organización política, de eficiencia económica y de creciente poder internacional que presentan los Estados Unidos; se busca su cooperación económica y su alianza, ya sea permanentemente o como medio de atenuar la dependencia financiera y las amenazas intervencionistas de Gran Bretaña y de Europa. Por la otra, se teme a la vez los peligros del “Destino Manifiesto” y de un deterioro de los lazos tradicionales con Europa. Y finalmente, al ver lo que está pasando con acción intimidadora de la que se ha dicho, es un “presión diplomática”, pero que sin embargo, dispone de grandes flotillas en las costas de Venezuela, como queriendo decir, o te vas o te sacamos. Por tanto, inequívocamente, esa práctica hace resurgir la política del Big Stick, o sea, la política del garrote de USA.
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