La democracia no es una meta que se pueda alcanzar para dedicarse después a otros objetivos; es una condición que sólo se puede mantener si todo ciudadano la defiende.

Rigoberta Menchú

 

Con las celebraciones de las primarias internas del PRM el pasado domingo 1 de octubre más de un millón de personas sufragaron no solo para elegir a sus representantes para las elecciones de febrero y mayo del año 2024, sino, también para afincar aún más la posición del nuevo liderazgo transformacional en la que el PRM trabaja día y noche en aras de la pluralidad haciéndose acompañar de equipos capaces de identificar las necesidades fundamentales que requieren atención hasta cristalizar una visión inspirada por ejecutorias con rostros humanos, sensibles y comprometidos con el progreso integral del país tal y como lo soñaron los padres de la patria: Duarte, Sánchez, Mella y Luperón.

Por ello, con el recién finalizado ejercicio democrático, el PRM demostró alto nivel de civismo, crecimiento, disciplina, organización y fuerza. Dueñas y García (2012) dijeron, “la participación es un proceso, que incluye la posibilidad de hacer, al tomar parte de algo, con la finalidad de provocar una reacción, participar entonces debe ser comprendida como una causa y como una consecuencia”. Y eso hizo el PRM, acompañarse de una causa por lo cual inició el camino del cambio para transformar -entre otras cosas- una cultura como la de “dame lo mío”, “que hay pa’mi”, “¿hay pica-pollo?”, “sangra primero”, “(…)” y “compra de votos”. Dijo Dwight D. Eisenhower; (1959) que “la política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”, por una cultura de compromiso en el ciudadano de querer trabajar con empeño por la transformación de un país que puede “convertir a su contrario en aliado” (M. Luther King, 1966). Un país en que la participación es distribuida de forma natural y espontánea con equidad ante los diferentes géneros, ciudadanías y niveles de estrato social; y, asimismo, la digna humana es paragua y sombra de la persona. 

Los resultados de las primarias internas del recién 1 de octubre hablan muy bien del PRM. Habla de las intenciones progresistas para cambiar la cultura del pataleo por la participación consciente de celebrar la fiesta de la democracia y también disfrutar de los resultados porque en democracia nadie pierde, todos ganamos; eso, por un lado; por el otro, un PRM que persigue con ansias “la justicia que es nuestra esperanza” y la libertad de las personas (Gálatas 5:5). Con ello, seguir impulsando grandes reformas social, cultural, económico, político e institucional. 

El PRM asciende hacia la consolidación del cambio cultural que implica el reenfoque por parte del Gobierno hacia el bien vivir de las personas. Con marcadas diferencias a la de otros partidos del país, de la región y de América Latina que se rezagaron cuando gobernaron sus respectivos países lo hicieron con la boca, los ojos y oídos vendados y de espaldas a su principal vocación: la empatía cuya actividad central es el servicio y la participación como un valioso recurso madriguera que permite el desarrollo colectivo y saludable en la vida democrática de cada ciudadano -esencialmente- cuando ejerce su derecho al voto.  El día en que el expresidente estadounidense Lyndon B. Jonson, dijo la expresión: “el voto es el instrumento más poderoso jamás concebido por el hombre para derribar la injusticia y destruir las terribles paredes que encarcelan a hombres por ser diferentes de otros hombres”, hablaba de colorear la singularización incluso a la misma restricción darle vestigio de azul para flexibilizar.

Así es la democracia. Se eleva aún más cuando se cristalizan pulsaciones de derechos, deberes y compromisos según el ritmo de la marcha que promueve una nueva versión de alta ética y escrupulosidad entre sus actores por una gleba motivacional capaz de arrastrar en el arado a la miseria humana, metedura de pata, saltos mortales, pata voladora, codazos y puñaladas traperas a través de los seis brazos y dos piernas de la herencia del populismo y de enfermedades que escoltan a la ignorancia y mediocridad.  Aunado a esto, Jorge Eliecer Gaitán (1948) dijo: “un pueblo ignorante es víctima de la incomprensión y la desidia”.

Por eso y otras razones, "somos el PRM, somos el partido del cambio [cultural] y vamos a seguir empujando desde cada rincón para que la transformación que hemos puesto en marcha no se detenga" (Luis Abinader, 2023)