El pasado viernes 15 de los corrientes el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), arribó a sus 50 años de su fundación, ocurrida el 15 de diciembre de 1973, bajo la dirección del insigne escritor, educador y político vegano, profesor Juan Bosch Gaviño, acompañado de un reducido número de personas. Durante este medio siglo de existencia, sin apasionamiento, son muchos los aportes que esta organización política ha hecho al sistema político y partidario de nuestro país.
Pero el PLD debe volver a sus orígenes, esto es, al respeto de los valores y principios éticos y morales, de los métodos de trabajo, a la capacitación, a la crítica y a la autocrítica, es decir, a la disciplina interna, que tan buenos resultados en otrora le generaron a esta importante organización política desde su fundación y al que Juan Bosch, Presidente Advitan, lo definió como un “Partido único en América”.
Mientras permaneció en la oposición, antes de alcanzar el poder político, fue el partido más organizado, participativo y combativo, reconocido hasta por sus propios adversarios. Siempre se caracterizó por su disciplina, por la educación y capacitación de sus miembros para que tomaran participación en cada uno de los temas de la agenda nacional e internacional, aportando soluciones a los grandes problemas económicos, políticos y sociales que afectaban al país; por su solidaridad internacional, convirtiéndolo en uno de los partidos de mayor prestigio, no solo a nivel nacional, sino, internacional.
Juan Bosch siempre se preocupó por la calidad de los militantes de su partido, porque esta traería como consecuencia, la cantidad. Poco le importaba partir de cero, cuando muchos abandonaban la organización por no poder cumplir con la disciplina y las exigencias que un partido de esta categoría demandaba. No todo el que quería podía ser miembro de este partido, ya que había que cumplir con una serie de responsabilidades, obligaciones y tareas políticas que no todos estaban en capacidad ni en condiciones de cumplir.
La honestidad, capacidad, solidaridad y la vocación de servir a los demás, sobre todo, a los más necesitados, eran las virtudes que Juan Bosch más exigía a sus militantes. Hoy recordamos aquella frase lapidaria que siempre nos repetía: “A la política se viene a servir, no a servirse de ella”.
Las posiciones internas del partido se obtenían por los méritos alcanzados; por las virtudes y principios morales, por la capacidad, disciplina y responsabilidad exhibidas en la práctica. Con la transición de un partido de “cuadros” a un partido del sistema, electorero, masificado, estas cualidades emblemáticas que siempre lo caracterizaron desde su origen, ya han ido desapareciendo.
El PLD había logrado sembrar confianza y credibilidad en la sociedad por la coherencia, conducta y disciplina de su militancia, logrando ganarse el respeto, el prestigio por la forma diferente de realizar las actividades políticas, siendo el pionero en movilizar las grandes masas populares por distintos pueblos y barrios al mismo tiempo; por la organización, disciplina y limpieza de los espacios públicos al final de las actividades políticas, causando un gran impacto en la ciudadanía.
En toda organización política, empresarial, religiosa, deportiva y social, pero sobre todo la primera, debe primar la disciplina, el orden y la organización. Si estas son abandonadas, la misma sufre un resquebrajamiento. Esto fue lo que le sucedió al PLD desde que asumió el poder, pues toda esa impronta fue tirada por la borda.
Dicho partido debe volver al puerto de origen si quiere volver a gobernar, es decir, retomar la disciplina, la formación política; condenar la impunidad, la permisividad y aplicar un régimen de consecuencia contra los actos reñidos contra las leyes, la moral, el pudor y las buenas costumbres. Debe recuperar la confianza y la credibilidad que en otrora se había ganado en la sociedad.