1.- El P. Ángel Arias Juez, un sabio educador jesuita, primer rector del Instituto Politécnico Loyola, de San Cristóbal.
Conforme los datos biográficos que de él consigna el P. José Luis Sáez en su interesante obra “Los Jesuitas en la República Dominicana” (Vol. I, pág. 135), el P. Ángel Arias Juez Arias nació en Madrid el 15 de marzo de 1907, ingresando al noviciado jesuita el 17 de septiembre de 1923. Parte de su formación sacerdotal la cursó en Holanda así como en su país natal. Además de un doctorado en Filosofía y una licenciatura en teología, poseía tres licenciaturas en ciencias: física, matemáticas e ingeniería electromecánica.
El 21 de septiembre de 1941, anexa al prestigioso Colegio de Belén, se funda en La Habana la Escuela Electromecánica P. Maturino de Castro, S.J. Inició con 20 alumnos el 1 de noviembre del mismo año siendo el P. Arias su primer director.
Cabe significar que el P. Arias tuvo por alumno en el colegio de Belén a quien luego sería el líder de la revolución cubana: Fidel Castro Ruz. Por eso fue testigo privilegiado de su brillantez intelectual y consignaba la predilección de Fidel por las humanidades, por lo cual, cuando le correspondía examinarse de física le decía al P. Arias “que veía mosquitos en el aire”.
Precisamente, revelaría el P. Arias años después, que las destacadísimas dotes oratorias de las que siempre hizo galas Fidel Castro las perfiló en la Academia Avellaneda, la cual funcionaba dentro del colegio de Belén para formar los alumnos en oratoria y escritura y de la cual fue su más aventajado alumno. Sostenía que si la capacidad de discurrir la había adquirido Fidel de su profesor de Filosofía, el espíritu de justicia lo había aprendido de él “que lo mismo suspendía a un blanco que a un negro, a un ricachón que a un pobre tonto…”.
Correspondió al P. Arias visitar por vez primera la República Dominicana el 2 de enero de 1952, a invitación del P. Luis González Posada, Superior de los jesuitas en Santo Domingo y Rector del Seminario Santo Tomás de Aquino, muy cercano a la familia Trujillo, quien alentaba el propósito, como consigna el P. Sáez, contando con el concurso del régimen, de fundar una escuela de electromecánica en San Cristóbal, transformando a tales fines la vieja escuela agrícola en desuso. Para ello se tomó como modelo la fundada en Cuba bajo la dirección del P. Arias.
A mediados de Junio del mismo año de 1952 el P. Arias llegó a Santo Domingo para hacerse cargo de la dirección del Instituto Politécnico Loyola “Fundación Generalísmo Trujillo”.
Además de sus públicas funciones, fungía como asesor privado de Trujillo en asuntos atinentes a la relación entre la Iglesia y el Estado, aunque nunca obtuvo permiso de sus superiores para ser designado Asesor Eclesiástico, cargo creado por Trujillo y que ocuparon, entre otros, el sabio sacerdote dominicano Oscar Robles Toledano así como Monseñor Eduardo Ross.
2.- El P. Arias entre la firmeza y el espíritu de conciliación en las tensas relaciones entre Trujillo y la iglesia dominicana
En la noche del 29 de enero de 1960, dos días antes de la lectura de la Carta Pastoral Colectiva de los obispos dominicanos, el periódico El Caribe hizo pública la información de que el Servicio de Inteligencia Militar( SIM), dirigido por el temible coronel Johnny Abbes García, había descubierto una trama conspirativa fraguada en el Seminario Santo Tomás de Aquino, regenteado entonces por los jesuitas, la cual, según su versión, estaba dirigida por un miembro de la referida Congregación, de nacionalidad cubana, de nombre César Fabré de la Guardia, en colaboración, entre otros, con dos sacerdotes españoles, el P. Salvador Pons Franco y el P. Antonio Gómez Ramírez.
Las insidiosas acusaciones motivaron que en la misma noche de aquel día el P. Ángel Arias, en su condición de director del Instituto Politécnico Loyola “Fundación Generalísmo Trujillo”, informara mediante un escueto cable dirigido al despacho de Trujillo, que ante las graves ofensas que en la prensa de ese día se habían vertido contra la Compañía de Jesús, por dignidad se veían ante la imposibilidad de tomar parte en la clausura de la feria ganadera mientras no se ofreciera una pública y justa reparación de los agravios vertidos.
En el mismo tenor, el entonces Secretario de Estado de Agricultura, Manuel V. Ramos, hizo de conocimiento, al día siguiente, 30 de enero de 1960, al Secretario de Estado de la Presidencia Dr. Luis Ruiz Trujillo, de que se había comunicado con el P. Arias para requerirle la participación de los alumnos en la Feria Ganadera Nacional, dado que el mismo, a su criterio, se sostenía con los fondos del Estado dominicano y que, en lo que calificó como una actitud “inadecuada e insolente” recibió de este la reiteración de lo que la noche anterior había comunicado mediante el cable precitado.
El conflicto fue cobrando inesperadas proporciones y es lo que explica que el domingo 31 de enero de 1960, fecha en que fue leída en todos los templos católicos, durante las misas dominicales, la famosa Carta Pastoral Colectiva de los obispos dominicanos, se publicara en El Caribe una carta que el día anterior, 30 de enero de 1960, dirigiera Trujillo al P. Arias. En la referida misiva, entre otras cosas, le indicaba que:
“La Compañía de Jesús debe sentirse altamente complacida de contar con un sacerdote de la capacidad y el celo excepcionales y del sentido de responsabilidad demostrados por usted en su labor al frente de un instituto al que el Gobierno Dominicano ha dado la más amplia protección y al que yo he ofrecido mi concurso moral y material sin reservas por la seguridad que tengo de la importancia de su misión en favor de la juventud dominicana”.
Tras esa pública disculpa del Generalísimo, se viabilizaron las condiciones que hicieron posible la destacada participación de los alumnos del Politécnico Loyola en la referida clausura a la cual el tirano y su régimen le conferían alta importancia.
3.- El régimen consulta al P. Arias ante las tensiones surgidas con la iglesia
A finales del mes de febrero de 1960, el P. Arias recibió en la Rectoría del Instituto Politécnico Loyola la visita de Augusto Peignand Cestero, a la sazón secretario particular de Trujillo, enviado a recabar su sabio parecer en medio de las turbulencias que con el paso de los días se acrecentaban entre la iglesia y el régimen tras la publicación de la Carta Pastoral.
En la entrevista el P. Arias le expuso a Don Augusto que, a su criterio, había interés en crear dificultades en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, las cuales debían manejarse armoniosamente, dificultades que cada día tendían a aumentarse con el cúmulo de chismes que, a su criterio, iban y venían de una parte hacia la otra al tiempo que se sugerían medidas drásticas que no tenían otra finalidad que aumentar una grieta que “de pequeña podía cerrarse fácilmente pero que de agrandarse se haría difícil su reparación por estar en juego el amor propio de las personas y de las instituciones”.
Era, por tanto, partidario de que con el propósito de evitar dichos males los altos directivos de la Iglesia y el Estado debían reunirse a puerta cerrada, sin participación de la prensa ni otros intermediarios que, a su criterio, más que ayudar podían entorpecer.
Sugería que era necesario escuchar más a miembros autorizados de la Iglesia y dar así la impresión de que Iglesia y Estado estaban colaborando en un plano elevado, disipando así la sospecha de que el Estado mandaba en la Iglesia. Su fórmula era “máxima cooperación pero ninguna intromisión mutua”. Sostenía, a su vez, que “no se debía ver en todo mala intención, sino errores, si los había, nacidos de imprudencias, tanto de un lado como de otro, los cuáles eran propias de humanos”.
Le expresó a Peignand Cestero que quien aconsejara represalias contra hospitales o escuelas o sugiriendo deportaciones de sacerdotes, estaba contribuyendo a crear un clima de hostilidad, muy dañino en una nación católica, lo cual iba en detrimento de los niños que recibían educación católica en los centros educativos dirigidos por los sacerdotes y religiosas lo mismo que dichas acciones iban contra los enfermos que se verían privados de los consuelos de la religión.
La referida conversación del P. Arias con Peignand Cestero la aprovechó, además, para exponerle asuntos que le preocupaban en torno a la marcha del Politécnico Loyola, institución a la que, a su criterio, se le estaba haciendo una sorda oposición y variados obstáculos, como se ejemplificaba, entre otras manifestaciones, en el caso de que ningún Secretario de Estado de Agricultura había visitado todas las secciones de esa prestigiosa escuela y sus campos de experimentación y tampoco conocían a sus técnicos, como era el caso del Ing. Agrónomo Sr. Vloebergh, egresado de Bélgica y Jefe de Campo de Experimentación en España, científico eminente, gracias al cual el nombre del Politécnico figuraba en el Libro de Oro de la Escuela Agrícola de Puerto Rico.
Sostenía que las recomendaciones que se atrevía a formular las hacía prevalecido de su experiencia, pues había sido testigo directo de cambios de situación política en España en tres ocasiones, una en Alemania y de muy buena fuente jesuítica tenía información de lo acontecido en Argentina, Colombia y Venezuela.
Sostuvo a este respecto, que “los regímenes de dichos países comenzaron a perder prestigio cuando la policía (en nuestro caso el Servicio de Inteligencia Militar como política política del régimen. Nota del autor) se convirtió en juez inapelable y ejecutivo, atribuyéndole a este factor el origen de la Carta Pastoral de los Obispos en la R.D.”.
4.- El P. Arias expone a Roma su preocupación sobre la crisis desatada entre Trujillo y la Iglesia
No obstante sus discretas recomendaciones al régimen, las dificultades entre Trujillo y la Iglesia se iban acrecentando y el P. Arias temía que lo peor estaba por venir. Por eso, el 22 de abril de 1960, contando para ello, según consignara, con la autorización de sus superiores, se dirigió al Secretario de Estado del Vaticano para Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, Monseñor Antonio Samoré, a fines de exponerle la conflictiva situación que se había suscitado entre la iglesia católica dominicana y el régimen de Trujillo. El contenido de su misiva es la siguiente:
Excelentísimo Señor:
Creo ver en el horizonte la amenaza de un disgusto grave entre la Iglesia y el Gobierno Dominicano, y creo debo poner todo cuanto esté de mi parte para conjurarla.
Permítame que me presente: Soy un Padre Jesuita, profeso de cuatro votos, fundador de dos Escuelas Técnicas: una en La Habana, donde estuve diez años, y otra aquí, en la Rep. Dominicana, donde resido desde hace ocho años. Con la debida autorización de mis Superiores mayores, ayudo al Generalísimo Trujillo, como Asesor Religioso Privado, en todo lo que se refiere a problemas entre la Iglesia y el Estado.
Me consta que V.E. está al tanto de las dificultades graves que están surgiendo entre estas dos potestades. Hoy mismo viene un artículo en el periódico nacional progubernamental, EL CARIBE, comentando las consecuencias que ha traído para la concordia la Pastoral de los Sres. Obispos, que ya conoce V.E. Continuamente me entregan quejas de la Policía Nacional, y el Servicio de Inteligencia Militar, contra Sacerdotes y Religiosos que se extralimitan en sus predicaciones con frases hirientes o mal sonantes, o que se prestan a mala interpretación.
Todo esto está creando un clima sumamente peligroso en contra de la permanencia del Concordato y de las relaciones amistosas entre el Vaticano y el Gobierno. Y de seguir así las cosas, no me extrañaría que el Generalísimo Trujillo saltase, y rompiese con todo; pues realmente tiene que estar sumamente molesto con lo que está pasando, mientras que todo el mundo sabe lo mucho que ha hecho en bien de la Iglesia Católica, en aportaciones de dinero para templos, capillas, personal, etc. sin olvidar que el Concordato se firmó porque él lo empujó, contra el parecer de la casi totalidad de sus consultores o asesores.
Me consta por el oficio que desempeño, que el Gobierno desea haya una autoridad suprema que una a los Sres. Obispos `para que se sepa cuál es el pensamiento de la jerarquía, y no qué piensa uno u otro. Que le diga la jerarquía lo que tenga en contra; que la Jerarquía ponga coto a los sacerdotes particulares, algunas veces demasiado exaltados; que, en fin, se sepa con quién se tiene que tratar estos asuntos mixtos, en conformidad con el Concordato. Todo esto, admitiendo la sinceridad de los anhelos, me parece muy puesto en razón.
Evidentemente, este cargo de coordinador de los Sres. Obispos, le toca al Arzobispo Metropolitano, actualmente aún, Mons. Ricardo Pittini. Pero por sus graves achaques, que le tienen totalmente retirado, ya no está para esto. Y sin embargo, esto es urgente, antes que sea demasiado tarde.
El Gobierno está teniendo muchas dificultades, en particular, con Mons. PANAL, Obispo de La Vega. Yo he querido servir de intermediario; pero en vano, pues no tengo ninguna autoridad ante él, que es mi Superior. Se está creando un problema algo parecido al que existió en España entre su Gobierno, y el difunto Cardenal Segura. Nadie niega a Mons. Panal celo por las almas, y por la independencia de la Iglesia; humildad y desprendimiento de todo lo humano. Pero no todos le conceden tacto y sentido de la oportunidad, algo así como lo que deseaba San Ignacio: entrar con lo de uno para salir con lo de Dios.
Encomiende a Dios este grave asunto, que podría ser un gran escándalo en la cristiandad; pues se trata de un gobierno cristiano, que oficialmente, en muchas cosas, puede ponerse en primera línea; que es anticomunista cien por cien; que tiene buen deseo, como lo hace suponer, entre otras pruebas, el que me tenga a mí para consultarme continuamente soluciones para conflictos que se levantan, cuando otro podría solucionarlo de un tajo en seco.
Y que Dios les ilumine en encontrar una solución rápida y eficaz: puesto a pensar creo que lo primero que se puede desear es aunar a los Sres. Obispos bajo una autoridad superior que pueda poner a todos en concordia, en las cosas más graves que puedan surgir entre la Iglesia y el Estado.
Afmo. S. en Ctro. JHS
ANGEL ARIAS S.J
Para la misma fecha se dirigió el P. Arias al Rvd. P. Alberto Moreno, Padre Asistente en la Casa principal del Prepósito General o Superior de la Congregación en Roma, en su dirección de Borgo St. Spirito 5. Su comunicación rezaba en los siguientes términos:
Amadísimo en Cto. P. Asistente:
Supongo en su poder una extensa carta que le mandé antes de Semana Santa. Mucho le agradecería me pusiera unas líneas indicándome si llegó a sus manos. Por medio del Sr. Embajador Dominicano ante la Santa Sede, conocido de V.R. le mandé un saludo.
Nuevamente me pongo en comunicación con V.R pues me consta están deseosos de orientación para juzgar lo más rectamente posible la situación nacional dominicana, donde trabaja con tanto fruto la Compañía y donde la Iglesia tiene tanta mies de almas en juego.
Le incluyo copia del informe que mando a Mons. Samoré. Después de encomendarlo a Dios, doy este paso, a sabiendas de nuestro P. Rector, con el mejor deseo de evitar un daño grave que puede muy fácilmente surgir entre la Iglesia y el Estado Dominicano. Y la culpa no está totalmente de una parte, a mi juicio; y llevo ocho años de convivencia en la República, creo sin dejarme cegar.
La Compañía tiene también sus problemas a la vista. Y es natural. Si la Jerarquía no está unida. Si uno condena con entredichos y suspensiones dicen sí; y otro, él mismo, dice no, comprenderá que esta diversidad también afecta a los NN. Y según con quien uno hable íntimamente, así pensará y así informará a Roma. Como le decía en mi carta larga, algunos Superiores S.J. están tildados de poco simpatizantes con el régimen, porque se meten en terreno vedado. O porque no actúan con la debida autoridad y energía en casos en los que debían haber intervenido.
Si estos sujetos siguen en altos cargos, o se les eleva más aún, creo que el Gobierno lo puede tomar como una ofensa; y ya saben que el Generalísimo está dando muestras de una paciencia, como yo no esperaba en él. Pero Dios nos libre de que se canse!
El evitar todo motivo de ofensa por parte nuestra, me parece es muy conforme con lo que sabemos de nuestro N.S. Padre Ignacio: cómo guardaba todas las consideraciones debidas los Príncipes, y cómo mandaba rígidas penitencias a los que se extralimitaban.
Dios nos ilumine a todos! afmo. h. en Cto. ANGEL ARIAS S.J
Por sus grandes aportes educativos al país el P. Arias fue condecorado el 12 de junio de 1973 por el gobierno dominicano con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de “Gran Caballero” junto al P. Narciso Alonso. En la ocasión recibió tan alto galardón junto a otro gran educador jesuita, el P. Narciso Alonso.
Vio llegar el final de sus días en la Casa Sacerdotal de Manresa, en Haina, el 7 de diciembre de 1978.