Cada vez que me preguntan ¿cómo se crea un destino turístico?, mi respuesta es siempre la misma: es un trabajo colectivo. En el desarrollo de un destino no hay héroes solitarios. El verdadero éxito surge cuando gobierno, comunidad e inversión privada funcionan como un solo engranaje, donde cada pieza impulsa a las demás.
Esto aplica tanto para el país como destino global, como para polos turísticos en crecimiento como Miches y Uvero Alto, e incluso para proyectos de menor escala que, en distintos rincones de la República Dominicana, generan empleos, dinamizan la economía y elevan la competitividad del sector.
Cuando cada actor cumple su rol con visión, compromiso y propósito compartido, el destino crece y se convierte en un motor sostenible de oportunidades, bienestar y orgullo nacional.
Promover alianzas no es sencillo. A veces existen intereses distintos o percepciones que llevan a ver a la otra parte como “competidor” o “adversario”. En otras ocasiones, falta una visión común o un sentido de trascendencia compartido. Si a eso se suma la ausencia de un diálogo abierto y constante, la distancia entre las partes se amplía, separando a quienes trabajan de forma aislada de quienes apuestan por un modelo de cooperación, o incluso de “coopetencia”, capaz de multiplicar el valor del esfuerzo y generar riqueza compartida para todos.
Constantemente digo que no existe un sector con mayor capacidad de transformar de forma sostenible la calidad de vida de los dominicanos que el turismo. La llamada industria sin chimenea genera divisas, empleos de calidad y tiene un efecto multiplicador en construcción, agroindustria, servicios, transporte, finanzas y tecnología. Es una derrama económica capaz de activar un verdadero círculo virtuoso de desarrollo nacional.
Creo firmemente en la necesidad de fortalecer las alianzas intersectoriales y, a través de ellas, evolucionar el modelo de desarrollo turístico. Estamos en uno de los mejores momentos de la República Dominicana. Nada de lo logrado hasta hoy es por casualidad. Estamos viviendo uno de los mejores momentos de nuestra historia para generar valor sostenible y riqueza compartida.
Jim Collins, en su libro Good to Great, introduce el concepto del flywheel effect o “volante de inercia”: al principio cuesta mucho ponerlo en movimiento, pero cuando gana impulso, cada vuelta es más rápida y requiere menos esfuerzo, hasta volverse autosostenible. Así funcionan también las alianzas en turismo: requieren energía inicial, pero cuando se basan en confianza, transparencia y visión común, se vuelven imparables.
Las alianzas en el sector turístico requieren de la participación de múltiples actores, lo que naturalmente agrega complejidad. Inversión privada: Desarrolladores que crean una oferta atractiva y sostenible. Gobierno: Desde la Presidencia hasta ministerios como Turismo, Medio Ambiente, Vivienda, Obras Públicas, Hacienda, Educación, así como el CEIZTUR, el INFOTEP, la DGII y los ayuntamientos locales. Sociedad: Comunidades cercanas a los desarrollos, suplidores, ONG, sindicatos, gremios y otros grupos con influencia directa en los destinos. Cada parte tiene sus propios objetivos y, como es natural, surgen tensiones. Pero debemos entender que, sin las otras partes, ninguno alcanzará sus metas de la forma más efectiva. Para que las alianzas funcionen, es clave crear y fortalecer espacios de coordinación, establecer mecanismos ágiles de resolución de conflictos, definir modelos claros de beneficio compartido y dar seguimiento real a lo acordado. Sin seguimiento, todo se pierde en reuniones y promesas.
Un gobierno puede crear empleos públicos sin el sector privado, pero ¿es esa la vía más eficiente para el desarrollo? Una comunidad puede aspirar a más oportunidades y mejor infraestructura, pero ¿puede lograrlo sin inversión privada? Un inversionista puede buscar el mayor retorno posible, pero ¿será sostenible si el valor no llega también a la comunidad?
En próximos artículos analizaré cómo se está creando ese flywheel turístico mediante la colaboración entre gobierno, comunidad e inversión privada, y el rol de cada uno en las distintas fases, para que el éxito de uno alimente el de los demás y el destino crezca de forma sostenible.
Hoy escribo desde Cayo Levantado, observando la excelencia con que Grupo Piñero ha desarrollado este destino en Samaná. Desde la primera llamada a la central de reservas hasta la llegada y el recorrido por el hotel, la experiencia se cuida en cada detalle. La calidad del servicio es ejemplar. Felicito a la familia Piñero y solo puedo imaginar lo que significó para Don Pablo (QEPD) construir una empresa que hoy cuenta con más de 12,000 habitaciones en distintos países. ¡Qué legado y cuánto esfuerzo!
Proyectos así son ejemplo de Marca País. Elevan la reputación de nuestro sector y nos suben la barra a todos los que trabajamos para crear nuevos destinos que garanticen el futuro turístico de la República Dominicana.
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