El español y el italiano no son lenguas románticas, sino románicas, porque derivan del latín, que fue la lengua del Imperio Romano. También de origen latino son el francés, el portugués, el catalán, entre otras lenguas. El inglés, en cambio, es una lengua germánica, como el alemán. Al decir que el español es una lengua más romántica que el inglés, se manifiesta una confusión posiblemente motivada por la similitud fonética de las palabras románica y romántica. Debe quedar claro que las lenguas son sistemas abstractos de comunicación y, por naturaleza, el calificativo románticas o sentimentales no se les puede aplicar.
Puede ser romántica una persona o, por su contenido, una novela, una película, pero nunca un instrumento abstracto de comunicación. En todo caso, tal vez pudiera ser verdad que el ciudadano italiano promedio fuera temperamental y socialmente más expresivo que el alemán, y que esto se reflejara en su manera de hablar, en la entonación, etc. Pero esa conducta no tiene nada que ver con la lengua en sí misma.
¿Es verdad que la Real Academia Española ‘limpia, fija y da esplendor’ a la lengua?
El fragmento destacado en la pregunta es el lema de la Real Academia. En él se emplea un lenguaje figurado que, en sentido estricto, resulta inaceptable desde la perspectiva del vocabulario técnico, lingüístico. Si la lengua es un instrumento abstracto de comunicación, no puede limpiarse, porque nunca se ensucia. El uso metafórico de ‘limpia’ responde a la visión prescriptiva de la época que, por un lado, menospreciaba las variedades lingüísticas populares, considerándolas corruptas o vulgares y, por el otro, veía la presencia de los préstamos, procedentes especialmente del francés, como una plaga que había que combatir. No se entendía que los préstamos no solo son necesarios o muy útiles en muchos casos, sino también, inevitables. Impedir la entrada de términos extranjeros implicaría, en la práctica, mantener completamente aislados y enclaustrados a todos los hablantes, sin el menor contacto con el resto del mundo. Como es lógico, las relaciones entre las personas y los pueblos traen consigo el intercambio, la influencia recíproca. Por lo demás, el español cuenta con recursos para asimilar e integrar a su propia estructura los elementos llegados de otras lenguas, como ha sucedido con la palabra stress, convertida en estrés, de donde derivan estresar, estresante.
Con respecto a la segunda misión, el español tampoco se puede fijar, porque las lenguas son esencialmente variables y cambiantes. Tienen que cambiar para responder a las cambiantes necesidades de sus usuarios, que son condicionadas por las circunstancias espaciales, sociales, temporales, situacionales. No son iguales las necesidades de comunicación de un hablante de hoy y las que tuvo otro que vivió hace dos siglos; ni las de un vendedor de frutas en el mercado y las de una profesora de Historia del Arte; ni las de una misma persona cuando conversa con sus hijos y cuando dicta una conferencia en la universidad. En realidad, plantear la existencia de una lengua estática, fija, implica caer en una contradicción terminológica similar a decir que un círculo es cuadrado, porque la variabilidad es un rasgo consustancial a las lenguas.
Pero en el pasado, mucha gente creía en el mito de que los idiomas evolucionaban hasta alcanzar un estado de desarrollo pleno, perfecto. Si no se lograba ‘fijarlos’, les ocurrirían trágicas consecuencias que podrían terminar con su extinción. Y los letrados del momento pensaban que, en los siglos XVI y XVII, el español había llegado a su apogeo con las grandes obras de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca. Había que consagrarlo en un diccionario similar a los que ya tenían otras lenguas románicas. La Real Academia Española fue fundada en Madrid en 1713, inspirada en el modelo de la Academia Francesa.
¿Si no existiera la Real Academia, el español se dividiría en lenguas diferentes, como sucedió con el latín?
Es probablemente cierto que el español nunca experimentará una fragmentación como la del latín. Pero eso no depende de una acción protectora o salvadora de la Real Academia Española, sino de factores externos de diverso tipo, como avances tecnológicos, mayor facilidad de comunicación, acceso generalizado a la educación, rapidez de transportación.
Desde hace décadas, las transmisiones vía satélite llevan la televisión hispánica a los más remotos lugares del mundo. Y los ciudadanos españoles, hondureños, puertorriqueños, mexicanos, por ejemplo, pueden ponerse en contacto diariamente entre sí a través de medios electrónicos, de Facebook, WhatsApp, Skype, email. Es, asimismo, cada vez mayor la cantidad de personas que tienen fácil acceso a la educación y a los viajes. Todas estas circunstancias contribuyen al mantenimiento de la unidad lingüística. Además, conviene saber que hay lenguas, como el inglés, que no cuentan con ‘Academias’, y no se han dividido.
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