El edificio como infierno: contar esta historia

Cada vez que por el pasadizo de aquel edificio escuchas, solo por entrar en contacto con lo desconocido, los pasos inseguros de la anciana, adviertes que aquel ambiente se va volviendo leve, estrecho, ominoso, viejo y húmedo en sus detalles. Parece que los datos se han ido perdiendo o borrando cada vez que la anciana cambia o altera un detalle del edificio que hasta hoy permanece restringido para personas no ligadas al conflicto que originó, justamente un día como hoy, la muerte por asfixia de siete niños atrapados por una máquina de electropirograbado que funcionaba allí de manera clandestina. El accidente provocó entonces la indignación de los vecinos que acusaron a la anciana de perversidad y uso indebido de su autoridad.

Anciana bruja

Pero ahora, la anciana pulula por aquel lugar donde el pasadizo se hace cada vez más estrecho y los pasos y voces se escuchan de manera progresiva y acentuada. Piensa que todo ha sido un equívoco lamentable, que los niños se durmieron sin cerrar su habitación, pero que alguien abrió las estufas de gas a propósito y la máquina de electropirograbado se quedó funcionando por determinación de alguien, que no asoma en la pesquisa, pero que está presente como persona calificada para maldades. Lo cierto es que aquello a niños allegados a una vida la familia murieron carbonizados y sin una sonrisa en los labios. La sirena de los camiones de bomberos se escuchan y producen como el eco de una pesadilla; pero también el pánico, el paniqueo de los vecinos y personas produce una inquietud en el ambiente. Todos los vecinos que se han concentrado en pequeñas masas alrededor del edificio esperando que la anciana abra las persianas y puertas envejecidas. Los vecinos quieren penetrar, pero la anciana avanza y levita sobre ellos que no pueden entrar en el edificio. Miran petrificados a la anciana que vuela y escupe sobre ellos sorpresivamente. El edificio quebrado se va deshaciendo y al mismo tiempo abriéndose en el medio. Ventanas, escaleras, puertas y barandales caen lentamente y desde allí salen unos sinuosos murciélagos que también se lanzan sobre los vecinos que permanecen inmóviles y grises desintegrándose en sus figuras individuales. El humo empieza a salir del edificio que ya parece una máquina extraña de donde también se puede observar el polvo y el fuego que al mismo tiempo avanza en dirección a los cuerpos extáticos de los vecinos. Se escucha a lo lejos una sirena, sin embargo, la anciana continúa en su acto avasallante y devorador agrediendo aquellos cuerpos carcomidos por la concentración de murciélagos, serpientes, anélidos y aves extrañas que ya forman parte de aquel escenario, donde la anciana es ya una constelación de huesos, ojos, cabellos, linfa y ropajes en el momento oscuro de la putrefacción. La sirena se escucha ahora más cerca, y los niños muertos por asfixia, ingestión de gas o mezcla de sustancias tóxicas, empiezan a surgir de aquellos escombros, restos y cuerpos corroídos que permanecen bajo la influencia de la anciana que empieza a descender, a caer desde su vuelo en dirección al promontorio de cadáveres.

El edificio como infierno: contar esta historia

El sello: rostro quemado, cuellos con adornos y cadenas. Lo que se escucha: Música fúnebre pero rítmica, intimidante. Caminos que parecen interminables. Cadenas y anillos de cuerpos femeninos. Marcas que de pronto son señales de Monsieur de Sade. Tatuajes provocadores en pieles amarillentas. Todo un expediente justiciero y espantoso marcado por señales lagunosas… y así, de esta manera, se abre el cuerpo tenebroso de la anciana. Algo que de tanta maldad y crueldad se convierte en fiestas de fantasmas latentes y presentes… así …así… de esta suerte…

Fiesta de fantasmas

Odalís G. Pérez

Escritor

Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua

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