Las complejas y críticas decisiones de líderes norteamericanos, como Donald Trump y John F. Kennedy, reflejan cómo las acciones de Estados Unidos pueden impactar negativamente en el escenario internacional; debido a que, a menudo, dichas disposiciones son motivadas por intereses estratégicos que contradicen sus proclamaciones y discursos sobre libertad, democracia, derechos humanos e igualdad, destacando la naturaleza premeditada y camaleónica del poder estadounidense que ha perpetuado conflictos y sufrimientos en diversas regiones del mundo.
En realidad, lo que busca el presidente Donald Trump, al igual que todos los exgobernantes norteamericanos, es aplicar la política del Estado sin importar lo que haya que hacer. Los grupos de poder de la nación del norte trazan su camino independientemente de las contradicciones secundarias que surgen entre ellos. Los altos mandatarios deben cumplir órdenes, sin importar que sean negros, blancos o de familias inmigrantes.
Cuando John F. Kennedy (1917-1963) fue presidente en el periodo 1961-1963, como persona quiso interpretar la política de su país a su manera en el caso de Cuba; no deseaba invadirla; de hecho, fue más allá: trató de establecer relaciones con el legendario líder de la revolución, Fidel Castro. Sin embargo, el mandato era otro: invadir, asesinar a los nuevos líderes de ese país y borrar del mapa político la revolución cubana. El poder la invadió por Bahía de Cochinos o Playa Girón en 1961, hostigándola con cercos navales tanto durante ese evento como en la crisis de los misiles 1962; en 1980 con la toma de la embajada de Perú y la crisis del Mariel, sometiéndola a leyes con bloqueos extremos y haciendo lo que hicieron los romanos hace más de 2000 años con Numancia en la península Ibérica: hacerla perecer si fuera necesario, lo que sucede en la actualidad cuando intentan ahogar a la patria de José Martí.
Cuando el poder de la gran nación del norte toma decisiones, no lo hace de la noche a la mañana; lo hace de manera premeditada y tomándose su tiempo, a veces décadas. Así actúan, desde que las 13 colonias inglesas decidieron seguir su propio rumbo y trazar otros. Es un camaleón que cambia su color de manera particular; a veces, ejecutando la política de los “halcones y las palomas” al interior de su economía o del “garrote y la zanahoria”; hablando en algún lugar del mapamundi de independencia, democracia, derechos de las minorías negras, homosexuales, lesbianas, migrantes, etc., mientras le echa leña al fuego en lugares como Gaza, que sufre décadas de infierno hasta el día de hoy; Siria, desde 2011 hasta el presente; Irak, entre los años 2003-2011; los Balcanes, de 1991 al1999; Chechenia. entre1994 hasta 2009; o Libia, en el 2011, entre otros países, por solo mencionar algunas naciones destruidas por los horrores de la guerra en la historia reciente, sin tocar el polémico tema de Ucrania, que está en el tapete público actualmente.
El mismo poder que mantuvo, hasta el comienzo de la segunda mitad del siglo XX, la segregación racial en su propia frontera y que apoyó incondicionalmente el racismo en Sudáfrica, hasta que como estrategia de segregación fue enterrado en la batalla de CuitoCuanavale (el Vietnam de África en 1988), para fortalecer a Angola como nación, impulsando a Namibia como país independiente en el mapa político africano y permitiendo la salida de Mandela de la cárcel. Todo esto, en parte, gracias a Cuba, que en más de 60 años ha sido un “hueso duro de roer”, a pesar del múltiple discurso despótico del poder.
En conclusión, la dualidad del discurso político estadounidense, que oscila entre la promoción de ideales democráticos y la ejecución de políticas agresivas que han llevado a la guerra y la opresión en múltiples contextos históricos y contemporáneos, para ejercer su poder no actúa de manera aislada, sino que está influenciado por intereses económicos y geopolíticos que, a menudo, desestiman el bienestar de las naciones afectadas. Por lo que cabe reiterar la necesidad de un análisis crítico de las acciones de los Estados Unidos y su legado en la historia universal, recordándonos que la lucha por la justicia y la igualdad es un camino largo aún por recorrer.
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