Con Gaza y Beirut en el corazón
¿Quién es más libre, el preso o su carcelero? Este binomio infinito de quién tiene más o menos libertad es muy sugerente, puesto que el carcelero tiene un horario de cárcel, pero su vida está limitada a una cárcel. Muchas cárceles que nos acompañan son tan inmensas que nos acompañan diariamente, puesto que no sabemos vivir sin ese límite.
Esto también sucede con el cuidador, que está sujeto, o preso, a esa persona que es incapaz de vivir sin ayuda, que tiene graves limitaciones físicas y en ocasiones psíquicas. El drama de la incapacidad para decidir es terrible, dado que el cuidador suple todas sus necesidades a costa de las suyas propias. Todavía es tan invisible su figura, tan silenciosa, que pasa la mayoría del tiempo convertido en una sombra de sus propias obligaciones.
¿Por qué la figura del cuidador no es más visible? No tiene la notoriedad de otras funciones labores o sociales, en la mayoría de los casos está en un segundo plano. Si realizamos un retrato anónimo de esta función, la mayoría de las veces es femenina y totalmente silenciada: no dan pautas, las cumplen; no dan opiniones, sino que acatan instrucciones de todos. Su obediencia, así como sus funciones quedan en la más absoluta de las soledades, solo se visibiliza cuando se equivoca.
Los errores de los cuidadores son los más graves, los más sonoros y los más imperdonables. ¿Por qué tanta severidad ante un rol tan fundamental? ¿Que sería de los enfermos mentales crónicos o de los grandes dependientes sin esta figura? De todas las contradicciones sociales y humanas esta es la que más me llama la atención: alguien tan indispensable ¿por qué es tan invisible? Seguimos las tendencias de una superficialidad atronadora en la que el número de “like” o nuestros bienes materiales son el sello del éxito. Todo lo que es externo, nada de belleza interior, lo que se ve es lo que vale… estos son los códigos sociales actuales.
Y las pregunta que caben en este momento son ¿quién cuidará de nosotros? ¿cómo se realizarán los cuidados en las próximas décadas? ¿Serán robotizados, deshumanizados… y continuarán siendo anónimos?
Desde luego las sociedades modernas no están conformadas para los débiles; son ciegas para los cuidados, para los cuidadores y sobre todo para los enfermos crónicos con una gran dependencia. Esta ceguera selectiva silencia todo lo que genera preocupación o no tiene notoriedad, la invisibilidad de los cuidados refleja en qué lugar oculto lo tenemos. Es preocupante no valorar la importancia y la necesidad de esta figura en la sociedad.
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