Breve relato sobre su formación, lucha y su extraño y llamativo nombre.

Fotografía del Archivo General de la Nación.

La Guerra de Abril del 65 fue una gloriosa epopeya del pueblo dominicano. En la tarde del día 24, mujeres, hombres y niños, con palos y piedras, palas, picos, machetes y cuchillos corrían por las calles hacia el Palacio Nacional y la Radio Televisión Dominicana. Todos a un unísono grito con voces vibrantes:

 ¡Juan Bosch, Juan Bosch!

¡Constitución, Constitución!

¿Por qué la gente del pueblo pronunciaba ese nombre y esa consigna? Porque Juan Bosch, era el presidente que le abrió la esperanza y la dignidad a ese pueblo, y esa constitución por primera vez, le enseñó el valor de la democracia. Lo derrocaron y empezaron a matar y a robar. El pueblo entendió la lucha de clases entre los Tutumpotes y los hijos de Machepa.

El día 25 los soldados del campamento 16 de agosto, marcharon hacia la ciudad y ocuparon el Palacio Nacional. El pueblo se vio obligado a resistir la embestida de los generales de San Isidro y comenzó la Guerra Civil. Se crearon los comandos (Cantones de civiles y militares en los barrios.)

El 26 de abril, en el Ensanche La Fé, Juan Miguel García, y Fidel Guzmán Soto, formaron con un grupo de jóvenes un comando. Entre los integrantes estaban: León Bosch (hijo de presidente Juan Bosch), Adalberto Gutiérrez, Carlos Campusano (Carlitos sonrisa), Papito (el Bucanero, campeón de lucha libre), Américo Guzmán Soto (Shalango), Félix Moya y su hermano, los hermanos Cambero, los hermanos Brito, Monchy Abreu, Jhonny Mariñez, Frank Angustia y otros. Se reunieron en la calle Francisco Villaespeza, entre la 27 y 29. Se ubicaron en las azoteas de los cuatro colmados que formaban el cuadro de ambas calles. Al principio contaban con un fusil Máuser, que portaba Juan Miguel García, en su condición de miembro de la Fuerza Aérea Dominicana, algunos revólveres y pistolas.

El día 27 consiguen más armas largas y deciden estacionarse en el cabaret "La Culebra", de doña Leonor, la que accedió a prestar su local para que los jóvenes lo tomaran como cuartel, por la conveniencia de estar en un lugar amplio y concentrado. En el lupanar se quedó un joven homosexual de nombre Antonio. Era también miembro del comando, encargado de la cocina, (en el argot militar le llaman "Guaremete".) El comando no tenía nombre. No se pensaba en eso. Simplemente se sabía que había que estar, y estaban, para combatir por la libertad del pueblo.

Ya establecido el grupo de combatientes, en un lugar que le servía de cuartel, como lo era el cabaret La Culebra, se organizan con más eficiencia.

El 28 llega un grupo de veganos, dirigentes y miembros del PRD, bajo la dirección de Rafael Gamundi Cordero y Domingo de la Mota, portando armas largas, aumentando el comando su número de efectivos y más poder de fuego. Cuentan también con un grupo de mujeres que servían de apoyo y vigilancia. Toman en cuenta una serie de principios militares entre el que se destaca la elaboración de una contraseña para mantener la seguridad, el control y la vigilancia de su cuartel. Se le ocurre a García y a Guzmán, tomar el Santo y Seña con la palabra: "Cucaracha, y el número 20″.

La situación de la capital era tenebrosa. No había energía eléctrica y se escuchaban constantes detonaciones y disparos de arma de fuego. Se temía que en cualquier momento la aviación y las tropas del CEFA incursionaran en los barrios de la parte norte, especialmente en el Ensanche La Fé y Villa Juana. La seguridad era primordial en el recién creado comando. Es así como desde el día 28 ya tienen contraseña que le servirá frente a cualquier intento del enemigo de penetrar por los lugares establecidos de vigilancia. El centinela daría el alto al que llegaba con la expresión: "¿Quien vive, cucaracha?”; y, el visitante, o entrante, debía responder: “¡20!"

Esa misma noche la contraseña provocaría una situación muy jocosa. Resulta que Antonio, el cocinero salió a buscar víveres y comestibles para hacer un sancocho. Al regresar se le olvidó la contraseña. El centinela en la oscuridad de la noche manda el alto y pide la contraseña: "¿Quien vive, cucaracha?" Antonio, no responde, no encuentra qué decir. Solo balbucea algo. El centinela vuelve a gritar: "¡Coño, cucaracha!"

 Rastrilla su ametralladora San Cristóbal y se apresta a soltar una ráfaga. Antonio desesperado, grita: "¡coño, no tiren, que soy yo, Antonio el maricón!" ¡Ay, santísimo! Esa noche no se durmió. Las ráfagas de risas inundaron todo el comando. Y en la mañana del día siguiente nació el nombre del comando: "Cucaracha 20″. Se le quedó entre risas y comentarios por lo ocurrido con el guaremete. Es posible que los guardias del CEFA, creyeran que era una terrible ametralladora calibre 20, pero no. Era una temible y combativa "cucarachota" del pueblo en armas.

Antonio nunca se sintió ofendido, pues él también se reía del caso en un momento tan difícil. Además, se conocía de su condición de homosexual, y era respetado y apreciado por la gente del barrio. Pero, sin la ocurrencia de esa noche no se hubiera bautizado el comando con el enigmático, curioso y llamativo nombre de "Cucaracha 20″.

Este comando jugó un papel muy importante. Llegó a tener 72 hombres. La primera semana de mayo tuvieron su primer combate con efectivos del CEFA, que se mantenían en el departamento de Transportación del Ejército Nacional. Pese a que las tropas genocidas lograron avanzar y desplazarlos de gran parte del territorio del Ensanche La Fé, ya en la tarde se pudo recuperar el territorio perdido. En estos combates participaron el comando de Blanco Peña, y el de Pasito Polanco, reforzados por los comandos de Villa Juana, Villas Agrícolas, de la Juan de Morfa y muchos combatientes que se movían en todas las barriadas cercanas.

Los combatientes constitucionalistas civiles y militares, llevaron a cabo decenas de escaramuzas militares con fuerzas dispersas de las Fuerza Aérea, y de la Policía Nacional en toda la capital, principalmente en la zona norte.

Todos los destacamentos de la policía nacional de la capital fueron tomados por los constitucionalistas, restando solamente la Fortaleza Ozama y el Palacio General de la Policía Nacional.

El 30 de abril fuerzas constitucionalistas, con el comando cucaracha 20 a la cabeza, capturaron la Fábrica de Clavos, situada en la Máximo Gómez con Francisco Villaespeza. Ahí estaba una cabeza de playa del Cefa, quedando en la misma retaguardia del Comando Cucaracha 20. En este lugar se encontraban 18 militares fuertemente armados. Se logró su rendición después de varios combates. Se capturó una apreciable cantidad de armas y proyectiles.

Este trabajo es producto de una entrevista a Fidel Guzmán Soto. Para terminar, citamos a manera de conclusión sus palabras:

"Al informarle a la jefatura constitucionalista de esa acción, nos ordenaron que les entregáramos las armas cortas que poseían y los liberáramos en el autobús que les servía de transporte. Con esta acción pudimos aprovisionar de armas y municiones a varios de los comandos de la zona. En la toma de la fábrica de clavos, no hubo ni un herido, ni un fusilado del bando contrario, tampoco maltrato. Días después de ese acontecimiento y como resultado del rearme y reagrupamiento de las tropas dispersas del ejército y del Cefa, efectuado por las tropas invasoras Yankis, éstas hicieron una incursión al ensanche La Fé, donde se encontraban operando los comandos Cucaracha 20, el de la Javilla, de la San Martín, dirigido por Blanco Peña, y el de la calle 31 con Paraguay, dirigido por Pasito Polanco. A partir del mediodía se desencadenaron los combates con el Cefa, mucho mejor armado y más numerosos que los patriotas constitucionalistas. Esos ataques por sorpresa nos pusieron en desventaja en las primeras horas del combate; hasta el punto de que en un momento tuvimos que retirarnos al otro lado de la Máximo Gómez, pero no por mucho tiempo, ya que fuimos reforzados por los comandos de Villas Agrícolas, Villa Juana, y el de la Juan de Morfa”.

“Esto nos permitió que antes de caer la tarde pudiéramos retomar todo el territorio perdido, teniendo el Cefa que establecerse en el Hipódromo y Transportación. En su retirada, el Cefa dejó profundas huellas sangrientas: sacaron a todas las personas que se habían refugiados en una vivienda de la calle Mauricio Báez, entre las calles 27 y 29, del ensanche La Fé. Seleccionaron a cinco de los más jóvenes y en una acción atroz, fueron colocados frente a un árbol de javilla y a pesar de los gritos de vecinos y familiares para que no los asesinaran, procedieron sádicamente a fusilarlos, sin compasión. Esa es la acción a la que se le llama en la zona norte como "El Fusilamiento de la Javilla."

“Cinco hijos meritorios del ensanche La Fé fueron salvajemente asesinados por las tropas de San Isidro. ¿Cuántas diferencias entre los dos bandos enfrentados? Mientras los constitucionalistas liberaron a los guardias del Cefa, apresados en la fábrica de clavos; el Cefa fusilaba a inocentes”.

(Fuente: Conversación- Entrevista con Fidel Guzmán Soto.)