Escrito y publicado está en un pequeño opúsculo llamado Días de semana, poesía (2001) estos dos versos, cito: “He participado en cortar un árbol/fue como si hubiese asesinado el amanecer”. Mi cita, con el perdón del lector, viene a cuento porque el afán de cierto desarrollo citadino y no citadino es cortar un árbol, raya en lo medalaganario, que ya es bastante. No es una elegía propiamente a favor del árbol, es una defensa. El hecho de que siempre les pasemos por el lado y nos mire con su sombra, sus frutos, su ternura de clorofila y sobreviviente de no sabe cuántos avatares de la vida del planeta, como que le molesta al que se ensaña contra él, siendo un árbol la expresión más acabada de la palabra vida.
Hay, llamémosle ser humano, a quienes les molesta un árbol esté o no en el medio de lo que él entiende su espacio o entender quién sabe qué. Un árbol es nuestro espacio visual, físico, social o psicológico, lo ideal para la convivencia con nuestro entorno y nuestro ser. Su entorno y su presencia es el micro planeta de nuestras percepciones.
En la niñez, lo normal es familiarizarse con el árbol de nuestro patio, el del frente de la casa, el del patio del vecino, el del parque, el del espacio de la escuela y el de las calles o de un pequeño bosque o monte. En mi caso, un árbol siempre ha sido mi hermano, mi amigo, mi proyección cósmica. Guarda entre sus hojas mis raíces, mis frutos, mi estar complejo en un espacio terrestre del que todos somos parte; en su copa mis sueños y en el viento que lo mueve mi sed de viajero, aunque no me mueva de un lugar. De ahí que cortar, aunque sea bajo el apremio de la “necesidad”, más que un asesinato es un acto fascista como lo acontecido donde estuvo de nacimiento Jesús.
Un árbol cortado es como niño caído, como un “rayo que no cesa”. Si un pueblo le hace al otro lo que hicieron a él, bajo el alegato divino, más que llamar a reflexión carece de humanidad, no digo cristiano porque hay formas de matar que superan nuestra condición de cristianos y humanos. Matar niños es asesinar el árbol de la vida, es “Ojo por ojo” a quien pueda interesar, sea lo que sea y cual sea la manera más efectiva de destrucción al prójimo.
Pues, por si se ha olvidado, todo está asociado a quien corta un árbol, que es como si asesinara el amanecer, es porque todo lo que es un árbol en su estructura de savia es un cuerpo con un alma cósmica. El árbol es nuestro cuerpo, nuestros brazos, piernas y nuestros sentidos son sus raíces y como lo sentimos el afán de vida para poder merecer contemplarlo como se hace con un niño al verlo jugar.
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