La geografía no es casualidad. República Dominicana, con más de 1,500 kilómetros de costa y una extensión marítima que representa una cuarta parte de su territorio, es una nación insular cuya relación con el mar ha sido más contemplativa que estratégica. En un momento en que el cambio climático amenaza con redibujar el mapa económico del Caribe, la llamada economía azul se perfila como una de las fronteras de desarrollo más urgentes. Y, sin embargo, no existe todavía una política nacional articulada para aprovechar este potencial.
¿Qué es economía azul?
La economía azul va más allá del turismo y la pesca. Se trata de un enfoque económico y ambiental que busca aprovechar los recursos marinos y costeros de manera sostenible, con inclusión social y rentabilidad a largo plazo.
Incluye sectores como:
- Energías renovables offshore (como la eólica marina).
- Biotecnología marina (uso de algas, corales y organismos para cosmética, medicina y bioplásticos).
- Pesca y acuicultura sostenible, con trazabilidad y control de capturas.
- Turismo costero bajo en impacto ambiental.
- Infraestructura portuaria verde y transporte marítimo limpio.
El concepto es respaldado por organismos como la ONU, la OCDE y el Banco Mundial, que la definen como una vía para generar empleos, aumentar ingresos fiscales y proteger ecosistemas clave para la adaptación climática.
¿Dónde está República Dominicana en este mapa?
Existen avances, pero aún insuficientes. Aunque se han lanzado propuestas, lo cierto es que no existe una ley marco, presupuesto dedicado ni una institucionalidad sólida que coordine las iniciativas dispersas entre varios ministerios y agencias.
Sí se han impulsado proyectos puntuales:
- Restauración de manglares en Montecristi y Samaná.
- Cooperativas de pesca artesanal con apoyo internacional.
- Programas piloto para monitoreo de capturas y reducción de plásticos.
- Iniciativas privadas para crear una ruta gastronómica basada en pescado sostenible.
Pero en ausencia de una hoja de ruta oficial, estos esfuerzos carecen de escalabilidad y continuidad.
El costo de la inacción
Las cifras son alarmantes:
- El 90% de los corales del país podrían degradarse para 2050 si no se toman acciones urgentes, según estudios de la Red Arrecifal Dominicana.
- A nivel mundial, se pierden US$80 mil millones anuales por sobrepesca, de acuerdo con el Banco Mundial.
- Más de 8 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos cada año, impactando especies como el manatí antillano, hoy en peligro crítico.
La falta de control sobre nuestras aguas territoriales, la pesca ilegal y la contaminación costera están mermando no solo la biodiversidad, sino también los ingresos de miles de dominicanos que viven del mar.
MIPYMES costeras: el eslabón invisible
En comunidades como Boca Chica, Samaná, Puerto Plata y Barahona, las micro y pequeñas empresas vinculadas al mar, desde pescadores artesanales hasta guías turísticos son el rostro humano de la economía azul. Sin embargo, enfrentan:
- Poca capacitación técnica.
- Falta de acceso a financiamiento formal.
- Dificultades para certificarse o insertarse en cadenas de valor.
Un enfoque inclusivo no puede marginar a estos actores. Deben ser parte central del modelo, no sus beneficiarios residuales.
¿Qué se necesita?
- Marco legal e institucional claro, que defina competencias y evite la dispersión actual.
- Presupuesto nacional asignado, no solo dependencia de la cooperación externa.
- Educación y cultura oceánica, desde las escuelas hasta los gobiernos locales.
- Tecnología y monitoreo: uso de datos satelitales, trazabilidad y control pesquero.
- Coordinación regional, especialmente con países vecinos como Haití y Cuba, compartiendo hábitats marinos.
La economía azul no es un lujo ni un discurso ambientalista. Es una estrategia económica para países vulnerables al cambio climático, como República Dominicana. El capital natural ya está allí. Lo que falta es una visión de país que lo ponga en el centro del desarrollo. Como han advertido expertos de la OCDE: “No hay crecimiento azul sin gobernanza azul.” El futuro sostenible del país podría estar en el mar. Solo hace falta voluntad para construirlo.
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