Hoy de nuevo hago una parada en el camino y, como paradoja de la vida, en vez de poner mi  proyección visual hacia adelante, la dirijo hacia atrás, quizás al horizonte anverso de una despedida vetusta que bañada de longevidad  y que, en vez de ponerme a llorar, la gratitud a Dios me invita a enjugarme las lágrimas y convertirlas en agua bendita para mi alma atribulada que, a la edad de la partida de una madre, cuando ya solo era la compañera de la muerte,  aun me retuerzo haciendo compulsiones al tener que resignarme a la idea de perderte.

En este día, de crepúsculo en el radiante sol, otra vez vuela hacia mí el grito peregrino que ahora deambula en los recuerdos, y que me brinca en mis sienes, dejándome pintada su imagen al sentir la sensación de una caricia infinita que no advierto si es confusión o es la imagen divina que, envuelta en penachos de luz votiva al cielo sube a celebrar sus obras de vida.

Así, a la distancia de tierra y cielo, con mi vista opaca de mis mojadas miradas,  entre rayos zigzagueantes alcanzo a columbrar desde lejos de mi corazón herido, que en sus manos un grandioso carretel de hilo lleva consigo y, sospecho que no será a tejer su camino, más bien presiento, que acude a su nueva morada a coser las almas heridas que por ella lloran su partida.

Y así es, como un soplo de viento invisible Doña Alfida Sofía Pérez de Molina, vete y ve, que aquí en la tierra has dejado un radiante crepúsculo de sol que se extiende de palmo a palmo bajo la frondosa juventud celebrada a sus 92 años que, sembrada desde los predios del Seíbo y desde el penacho de su niñez ida a destiempo del mil glorioso Miche y cobijada de los palmares de Las Lisas. ¡Ahí va camino a Jesús!.

Así corría el tiempo, tú, Alfida Sofía, aprendiste a encender la luz en las tinieblas, tu suelo era la tierra y tu bombilla una vela. Por tanto experta te hiciste en disfrutar la incandescencia de las luciérnagas que de noche deambulaba tu vida campestre y, encendían tu dote de doctora de tu campiña de ayer y que, hacía más vivible  la vida de tus vecinos rupestres.  A ti Alfida de la generación de hierro, ya eres otra de los tantos luminares que a los cielos han subido a encender los altares, y cualquiera se confunde, y se atreve a llorarte por entenderte muerta, cuando apenas ha cogido el camino de Dios por los senderos de su huerta y seguir desde el cielo tus avatares.

¡Pues nada Alfida!, de confusión nada me queda, estoy seguro que al cielo cogiste por tu propia voluntad a socorrer los sedientos de glorias y, sencillamente, a marcar el camino seguro a los que atrás quedaron en la tierra al pendiente de estar a tu lado y, que a leguas rogamos que interceda por nosotros y nos extienda tus manos.

Alfida, ¿Sabías que solo te vi una sola vez en la vida?, así es, y lo hice al verte en tu féretro blanco ataviadas de flores de azucenas. Pero nada Alfida, no me tildes de desconocido. Es que sin tu saberlo, conozco los tuyos, ellos; Landia Sofía, purísima mujer de profundos dotes de delicadeza, compromiso, madre hasta el dolor del amor, delicado detalles de aliada leal y de alma sublime hasta hacerla la síntesis de la bondad y el amor a los suyos-de ahí me basta para tomar tu modelo- (…), ¡quien conoce los hijos de unos padres, en ellos se guarda la imperecedera imagen de su grandeza!, y ahí te veo, desde las entrañas de tus proles se llega profundamente, sin andar a tientas y se penetra a tu alma de corazón abierto como criatura de Dios.

Y no te devuelvas, aquí, más nada tendría que hacer en la tierra que no sea vigilar los tuyos. Tu misión está en los cielos, allá en un espacio solo conocido como el habitad de los olimpos, el premio de los bendecidos por Dios. Y antes de cerrar este epitafio lirico, quiero envolverte en el dulce amor de despedida de, a parte de Landia, de Blanca, Aurelio, Miguel, Modesto, Leslie y Soleni,  y demás familiares, y decirte a boca de voz de viento, que si de tal palo astilla, eres madre inconmensurable, esposa enchapada en los bálsamos de la paz familiar, de lo cual también supe que entregaste a Dios la corona de tu matrimonio inmaculado coqueteando de forma ejemplar con los sagrados vínculos de unión conyugal al clarín de más de 56 años. Si algo más quisiera decirte, solo sería reclamarte que te marchaste sin entregarnos la llave del baúl en que guardaste tantas joyas morales para aquí en la tierra además de tu recuerdo, mostrarle a este nuevo mundo el estoicismo de las mujeres de temples y pesados ruedos

¡Que descanse en la otra vida y sepas que según los testimonios, simplemente trascendental, fuisteis un ángel vestida con ropa terrenal, y más, permíteme cerrar acuñando el pasaje bíblico de Juan 14.27, “ mi paz os dejo, mi paz o doy, lo que traduzco en otras palabras, que no se turbe vuestro corazón, ni tengas miedo ni congojas por dejar a los tuyos que, en ellos está tu siembra de vida como ejemplo de vida y, sobretodo, vivirás eternamente el latido de tu noble corazón, aquel que dejaste en la siembra altruista que lapidariamente se recoge en una cinta de una de tus coronas solidarias como guardián de tu ataúd, que reza, tu vida es una historia de amor, coraje y valentía, pero ¡andas y vete al encuentro con el señor, que aquí te esperamos al despuntar el alba cada día.

José Lino Martínez Reyes

Abogado

José Lino Martínez, es suplente en la Junta Central Electoral, abogado, especialista en derecho electoral.

Ver más