Domingo Moscoso, bozal de Guinea, había tenido como primer amo al armador de navío Manuel Moscoso de quien había heredado el apellido. Manuel, miembro de una familia destacada en el discurrir político y social de la parte este de la isla, se dedicaba al corso y se tiene constancia de que era el propietario del navío hispánico que había encallado en Morón -actual estado Falcón en Venezuela- gracias al proceso legal que había iniciado para recuperar a Antonio Congo, Pedro Loango y Pascual Chara. Estos se habían fugado durante el incidente y, posteriormente, fueron atrapados en los Estados Unidos.
Vendido al Alférez Sierra y al parecer ya liberto, para el 5 de enero de 1730 se encontraba en prisión acusado de haberle hecho un trabajo al capitán Nicolás de Medina Chacón, quien, a raíz de una discusión con este en la posada de Ana de Cobos, había enfermado gravemente sin que ningún facultativo del entorno hubiera podido dar con la causa del mal.
Ocho meses más tarde, se sumó a prisión el ex esclavizado Juan Lorenzo, reconocido curandero, acusado por una esclava del comisario de la inquisición Antonio de la Concha de hacer rituales de hechicería.
Estos procesos llevados contra Domingo Moscoso y Juan Lorenzo sirven para comprender el contexto social y cultural en el que discurrían las relaciones sociales entre esclavos y amos, esclavos, libertos y autoridades políticas. El sistema de creencias mágico religiosas que compartían, los remedios usados para paliar las enfermedades, la forma de llevar a cabo los procesos judiciales y las lealtades que desarrollaban ambas poblaciones.
A Juan Lorenzo lo habían encontrado en una choza tragándose una pelotica con ayuda de aguardiente, al mismo tiempo que le daba otras dos a la esclava María Montaño con la instrucción de que las colocara en la comida de su amo. En su bohío se encontraron diversas yerbas, animales y objetos propios de la hechicería: cuero de tigre, cañas unidas con hilos, una clineja de hojas de maíz, cosida en los extremos y varios frascos de vidrios con polvos de salvia y brusca, pimienta de Guinea entre otras hierbas.
La prisión de Juan Lorenzo perturbó los ánimos del capitán Nicolás de Medina, pues este le había sido recomendado por diversas fuentes para poner en manos suyas su cada vez más desmejorada salud. De manera que atribuyó el encarcelamiento de Juan Lorenzo, bajo la acusación de hechicería, a una venganza por parte del gobernador Francisco de la Rocha Ferrer causada por viejas rencillas del pasado.
Como argumentos que respaldaban su hipótesis, presentó el caso del difunto oidor Sebastián de Cereceda y del teniente coronel Damián del Castillo, a quien el curandero había tratado como pacientes y en ninguno de los dos casos había sido tachado de malas prácticas. Junto con la opinión del gobernador se encontraba la del inquisidor Antonio de la Concha, quien testimonió que había sido testigo presencial de que el mal llamado curandero había introducido un gusano en el cuerpo del capitán para luego sacarlo y decir que había dado con el mal, habiendo el mismo inquisidor encontrado en el macuto del supuesto farsante cuatro gusanos más.
Lorenzo por su parte, argumentó en su defensa los años de experiencia y los conocimientos adquiridos a través de su antiguo amo, un médico inglés.
Lorenzo, según su propio testimonio, había llegado a las costas de Baní catorce años atrás como sirviente de un hermano de su amo y a raíz de un enfrentamiento entre la nave inglesa en que llegó y otra nave española se vio obligado a pernoctar monte adentro con otros negros, hasta que pudo establecerse temporalmente en Bánica y de allí pasar a Santo Domingo. No se sabe entonces si realmente había logrado su libertad o tenía esos catorce años en condición de prófugo.
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