Durante la década de los 40 del siglo XX, un famoso antropólogo británico entendió que podría hacer un aporte a su disciplina realizando un análisis “in situ” en otra cultura sobre la esencia de la guerra. Para ello viajó a un país africano, colonia en ese entonces de Gran Bretaña, y conversar con un poderoso jefe tribal. Este le preguntó al antropólogo por qué se encontraba en África en ese momento. De inmediato el antropólogo contestó: “viajé a África porque tenía temor de perder la vida en medio de la sangrienta guerra" que estaba ocurriendo en Europa y ya había provocado varias decenas de millones de muertos. Al oír esa respuesta, el jefe tribal expresó entusiasmado: “en esa situación, ustedes tendrán alimento por largo tiempo”. El antropólogo contestó: “nosotros no somos como ustedes, pues no comemos carne humana”- El jefe tribal replicó: “¿Si no es para comerlos, por qué los matan?”.

Esa sustanciosa pregunta desconcertó al británico y, como es de suponer, no tuvo respuesta alguna la cual tampoco pueden darla la mayoría de seres humanos pertenecientes a la supuestamente humanista y progresista civilización occidental.

Para proseguir elaborando el contenido de este artículo y no dejar en el aire los planteamientos hasta aquí formulados, de aquí en adelante creo pertinente acudir a los criterios sobre la Guerra y la Paz formulados por el filósofo Immanuel Kant y también resultaría válido incluir las opiniones y análisis realizados por distintos politólogos acerca de los escritos de Kant expuestos a continuación.

Idealmente, una forma republicana de gobierno es la más adecuada para mantener la paz. Cuando los poderes del gobierno esta divididos en tres ramas (Legislativa, Ejecutiva y Judicial) y cuando la autoridad suprema, la rama Legislativa, es elegida por el pueblo, solo esta asamblea popular tendrá la facultad de declarar la guerra. (Kant lo explica en “Paz Perpetua”)

Si se requiere el consentimiento de los ciudadanos para decidir que se declare la guerra, nada más natural que fueran muy cautelosos al emprender tan mal juego decretando para sí mismos todas las calamidades que ella acarrea. Entre estas últimas estarían: tener que luchar, tener que pagar los costos de la guerra, tener que reparar la devastación que deja tras de sí y, para colmar la medida de los males, cargarse con una pesada deuda nacional que amargaría la paz misma y que jamás podrá liquidarse debido a las constantes guerras en el futuro.

En cambio, en la zonas de gobierno no republicanas, donde el ejecutivo tiene la facultad de declarar la guerra, la tentación será mucho mayor que en los gobiernos republicanos; de hecho, esa es la decisión más fácil del mundo, porque la guerra no exige del gobernante el menor sacrificio a los placeres de la mesa, la caza, sus casas de campo, sus funciones cortesanas, etc. Por lo tanto, puede decidirse por la guerra como por una fiesta de placer por la razones mas triviales y con total indiferencia dejar la justificación que exige la decencia al cuerpo diplomático, siempre dispuesto a proporcionar esa justificación.

Según Kant, los gobiernos tienen la obligación moral de buscar la paz. Aquí trazó un paralelismo entre las funciones internas propias de los gobiernos y sus responsabilidades internacionales. A diferencia de Grocio, Pufendorf y prácticamente todos los defensores del “Estado de Guerra” Kant consideraba a los estados soberanos como “Personas Morales” que existen en estado de naturaleza frente a otros estados al igual que ocurre con los seres humanos que existen en estado de naturaleza sin un poder soberano para dirimir disputas y hacer cumplir sus decisiones, se producirá un “Estado de Guerra” entre los estados. Con “Estado de Guerra” Kant no se refería a un conflicto violento continuo sino a la “Amenaza continúa” de dicho conflicto. Cada estado temerá naturalmente a otros estados y este miedo a menudo desembocará en una guerra. Esta conexión persistirá mientras no exista un mecanismo internacional para dirimir los desacuerdos entre los estados por lo que Kant propugnaba una federación de estados (Idealmente incluiría todos los estados del mundo) con la autoridad para resolver los conflictos entre estados soberanos. Debemos comprender que Kant no favorecía un estado mundial. Rechazó esta idea porque la diferencia de idioma, cultura, tradiciones, etc. lo hacían completamente impracticable.

Eulogio Santaella

Ingeniero

Ingeniero. Fue administrador del Consejo Estatal del Azúcar y embajador en Washington. Profesor universitario. Empresario.

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