Luego del intempestivo cierre de la frontera de parte del gobierno dominicano, como acto de fuerza para detener el canal que con el objetivo de trasegar agua del río Masacre hacia Haití construyen sectores de borrosa identidad, importantes sectores políticos, económicos, sociales y eclesiales demandan el diálogo para lograr un entendimiento que aclare y ponga fin, no sólo al diferendo en torno al referido canal, sino a las frecuentes e inconducentes tensiones en que discurren las relaciones dominico-haitiana. Y es que no puede ser de otra manera, sólo mediante el diálogo se resuelven los problemas entre las naciones. Pero, para que de cualquier diálogo se obtengan resultados sostenibles resulta imprescindible que este se asiente sobre bases sólidas.

El diálogo, es natural, debe comenzar y ceñirse en primera instancia al tema objeto del actual diferendo. Pero para que desacuerdos que bien pueden solucionarse sin llegar a los niveles de amplitud, peligrosidad y a las posiciones de trincheras como en el actual conflicto, es necesario eliminar al máximo las razones que los provocan. Por consiguiente, el diálogo que dicen querer las partes debe pensarse en la perspectiva de ir a las raíces que, en última instancia, lo provocan. Con una objetiva mirada sobre unas diferencias e interpretaciones de los hechos que jalonan la historia y relaciones entre ambos países que no solo los divide, sino que divide y lesiona las relaciones interpersonales, familiares y políticas en ambas sociedades.

De lo contrario, seguiremos resolviendo o tapando diferendos coyunturales, no los esenciales y permanentes. En ese sentido, en lo que respecta a la parte dominicana, para que se puedan lograr avances sustanciales en el plano diplomático, es imprescindible que el tema migratorio lo enfrente de otra manera, porque si no es así cualquier avance en plano diplomático será breve, coyuntural. Por ejemplo, es contraproducente que, mientras se clama un acuerdo sobre el canal, independientemente de su forma, Migración arrecie su política de allanamientos de hogares, de hoteles, arrestos en las calles y buscando nacionales haitianos o de origen migrantes supuestamente ilegales hasta “debajo de las piedras” para deportarlos sin el debido proceso.

Sin importar edad, sexo, estatus migratorio la represión y abusos de Migración es la norma. El resultado es que algunos incluso con estatus legal, y muchos otros, con o sin ese estatus, por miedo o aterrorizados huyen hacia Haití o hacia otros lugares buscando resguardarse de los delitos de odio en las “camionas”. Como consecuencia directa, sectores productivos y comerciales expresan su demanda de que cese el hostigamiento contra esa población, al tiempo de pedir la apertura de la frontera. Incluso sectores como la asociación de maestros constructores denuncian que la industria de la construcción se ralentiza, así como la agropecuaria. La represión desbordad de Migración, dificultan el diálogo, intensifican las divergencias entre los pueblos y nos degrada como país a los ojos del mundo y de las instituciones internacionales creadas para regular las relaciones entre los estados.

El tema migratorio tiene como eje central el de la mano de obra extranjera para la economía dominicana, sin ella es indiscutible que no tuviésemos los niveles de crecimiento económico que tenemos. Algunos economistas plantean que, en economías en desarrollo, el aumento de un 1 punto porcentual del porcentaje de inmigrantes en la población adulta hace subir el Producto Interno Bruto (PBI) hasta en un 2% a largo plazo. Quizás no sea este nuestro caso, pero es un indicador de que la mano de obra inmigrante o de origen crea riqueza. Por eso, al momento de hablar del costo de la oferta de servicios, como la salud, hay que considerar el aporte de esa mano de obra al PBI dominicano. Como país, en algunos momentos hemos sido solidarios con Haití, pero constituye una torpeza regatear la asistencia médica a embarazadas y el pan de la enseñanza a niños.

De ahí el grito de los sectores de la construcción la agropecuaria y del turismo, condenando el desborde de las pasiones que actualmente viven amplios sectores de esta parte como de la haitiana. El lamento de la sobrecarga de determinados servicios atribuida al tema de la migración haitiana es entendible. Es motivo de tensión. Pero la misma puede estar asociada a la limitada asignación de recursos del Estado dominicano en sentido general. En todo caso, se exagera esa sobre carga y en eso llevan la voz cantante diversos medios, grupitos y opinadores/bocinas en programas subvencionados con anuncios del gobierno. Del anterior y del presente. La fabulación la manipulación de los hechos aquí y en Haití son cuestiones en la que hay que llegar a un acuerdo para ponerle fin.

Aquí y ahora es imperioso que encontremos un acuerdo sobre el referido canal si se hace de forma técnicamente viable y que garantice un uso del río sin perjudicar su cause ni a nadie, al tiempo de abrir la frontera garantizando que esta no sea fuente de tensiones, vejaciones y corrupción, como siempre ha sido. Por consiguiente, para que así sea, con sus gradaciones, el tema fronterizo en sentido general y de las de agua tienen que enfrentarse desde una perspectiva global.