Crítica y diagnóstico son dos términos de posibilidades que podrían ser los primeros pasos para dar con el asunto principal o acercarse, en base a conjeturas de dar, ponderar, “fijar posiciones” en el caso de la crítica, con el equilibrio del todo en las partes, en su interrelación del texto a abordar como crítico y, en el caso del diagnóstico, a los padecimientos morales, espirituales o materiales de algo de cómo anda tal o cual cosa, llámese cuerpo. Se diagnostican tanto los males del cuerpo físico como del mental; la crítica lo que podría es agravarlos. Los diagnósticos que tienen como soporte la sociedad son una especie de bola de cristal, y como quiera se está en que podría ser verdad como no serlo, que incluye el martillo, cerca del “filosofar a martillazos”, pero lo mismo se puede decir de la psicología, para el arte ¿y de la poesía, la prosa, la pintura, la escultura? Sin duda que cada uno posee su crítico como diagnosticador de barricadas; pues en arte todo tremendismo o no, persigue su cometido. ¿Cuál? Para mi todo está en el reino de la intuición y de la imaginación a granel.

Hasta donde tengo entendido, el término Diagnosticar está más asociado a la medicina, que es donde tiene su reino de “terror”. En la filosofía, la crítica, la sociología, la historia, se carga con otros pensares, que no viene al caso elucubrar en estás líneas por las limitaciones del que escribe, y ante todas estas barricadas del conocimiento hacen de la vida del hombre todo un caos y como caña para el ingenio. Deberíamos sustituir la palabra: Criticar por Diagnosticar ante determinados hechos, textos y sus consecuencias como resultado de enfermedades del espíritu y del cuerpo de este tiempo. El equívoco con cualquiera de las dos puede llevar a perder la cabeza, pero con Diagnosticar se puede intentar fijar posición porque tiene menos muertos en el campo del conocimiento que la Crítica propiamente, que con solo mencionarla ya hay una predisposición para lavarse con sangre el honor imaginario de quienes hacen la “crítica”, llámese persona o cosa que se critique. El habla popular tiene muy mala opinión de la crítica y ni decir en el campo de la literatura, donde se entiende por criticar no diagnosticar caminos internos de la creación ni los recursos del hacer literarios expresados en sus diversos géneros.

Para el pueblo llano, que no es llano nada, sino montañas, precipicios, valles y laderas que dan a una muerte segura, la palabra crítica se reduce a me gusta o no me gusta, que cuando es mayoría no se pide explicaciones, sino que se le acepta como un atributo encantado. En el país andan de las manos el bohemio de la crítica y el diletante mal formado, que no consigue lo contrario ni con siete rezos seguidos. ¿Y del diagnosticar?

Como dije al principio, solo hablamos de diagnosticar al referirnos a cualquier desprendimiento de conocimiento sin importar el área. Otra ventaja, entre tantas, los diagnósticos siempre están revestidos de segunda opinión y la segunda opinión sea más capaz o no que la primera, es más interesada, aunque se oculte que se buscó una primera. El diagnosticador lo identifica por como habla de lo que siente, padece o se cree muerto próximamente. Por supuesto, no es una película a presentarse en la sala más cercana. Otra cosa, ningún diagnosticar es igual a otro, aunque se padezca la misma enfermedad. Podrían coincidirse en los síntomas, pero son diferentes, pues eso lo sabe el especialista o conocedor que emite el fallo, para nada definitivo y si lo es, va a depender del estado del “paciente”.