"…, incentivar el interés por completar el cuadro del devenir del pueblo dominicano y contribuir al restablecimiento de la verdad y la justicia, son compromisos éticos ineludibles, a los que se suma el placer de servir." Eliades Acosta Matos

La desaparición y asesinato de Mauricio Báez, fue un crimen ordenado por Trujillo a los agentes dominicanos y cubanos que servían a su régimen en la Habana, Cuba. Es el historiador cubano Eliades Acosta Matos, quien más nos acerca, hasta ahora, al conocimiento de ciertos detalles del caso. En la obra recientemente publicada por el Archivo General de la Nación, con el título: LEGAJESI, el acucioso investigador, nos brinda una documentación legal y un reporte de la época con el subtítulo:

"Causa número 1225- 1950 por el secuestro y desaparición de Mauricio Báez." En este libro sale a relucir que dicho asesinato fue tomado como elemento de intriga para dividir y desarticular a la oposición a Trujillo y sembrar dudas contra los más destacados y firmes dirigentes que se encontraban en calidad de exiliados en Cuba, y entre ellos no podía faltar el nombre de quien, por su trayectoria, fue siempre víctima de calumnias y mentiras, para restarles méritos y condiciones como dirigente excepcional: Juan Bosch.

Con el asesinato de Mauricio Báez, Trujillo trató de dar un golpe doble, matar al líder obrero y hacer creer que fueron sus compañeros. Por esto, los implicados en el crimen declararon que la razón de asesinar a Báez era porque obstaculizaba la negociación que tenían con Trujillo los lideres del exilio: "el general Juan Rodríguez, Ángel Miolan, Buenaventura Sánchez, Alexis Liz, Virgilio Mainardi y Juan Bosch y otros, así como Eufemio, Jesús y Castro Alonzo", para que los exiliados retornen a Santo Domingo acogiendo las garantías ofrecidas por el dictador. Por eso los apresados bajo sospecha, de participar en el secuestro de Báez, dejaban expreso que ese grupo de revolucionarios fue el que dio la orden de asesinar a Mauricio Báez.

Donde más se notó el interés de culpar a los líderes del exilio fue en la forma del secuestro, pues se le dijo a Báez que el Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez lo envió a buscar. Lo engañaron para que él se montara en el vehículo con sus asesinos y embarrar a Cotubanamá. Uno de los "testigos" o cómplices declaró la forma en que asesinaron a Báez:

"… a mediados de diciembre de1950, volví a hablar con mi amigo Pistolita sobre este asunto, quien me informó reservadamente que el día 10 de ese mes habían realizado el «trabajito» con todo éxito."  Conteniendo mi indignación, y con el fin de conocer las particularidades de aquel crimen, le dije: ¿Cuéntame, cómo fue la cosa? Nada chico, -me contestó Pistolita-, el asunto se hizo en dos carros, el de Jesús y el de Eufemio. En uno iban el Italiano, Cabarrocas, el Ñato, Jesús y yo, y en el otro carro iban Tomás González (a) Maraña, Eufemio, Castellanos, y Jimmy. Nos dirigimos hacia el Reparto El Sevillano, a buena distancia uno de otro. Eran como las siete de la noche. Había frío y viento y lloviznaba ligeramente. El auto que manejaba Jimmy se detuvo en la calle Cervantes y se bajaron Castellanos y Maraña entrando en casa de Mauricio Báez. Momentos después regresaban acompañados de Báez hablando junto al automóvil. Mas luego supe que el negro en principio se había negado a acompañarlos porque no los conocía, pero cuando vio a Eufemio dentro de la máquina, entro en confianza y monto. Seguidamente nos dirigimos hasta una finquita enclavada en Arroya Arenas, estando Mauricio ajeno por completo al trágico fin que le esperaba. Me siguió informando Pistolita que ya *dentro de la casa se le propinó a Mauricio un fuerte golpe con un black Jack y acto seguido se le ahorcó. * Unos, me dijo Pistolita, eran partidarios de enterrarlos allí en aquella finiquita; otros, opinaban que ese muerto entrañaba mucha responsabilidad y lo mejor era envolverlo junto con un lingote de hierro y lanzarlo al mar. El Extraño era partidario de echarlo al mar, a fin de que más nunca apareciera el cadáver, y dijo que su lancha Soft Kill (Matar Suave) tenía bueno el motor y serviría para llevarlo mar afuera, que había un pequeño embarcadero en la playa de Santa Fe, junto al edificio Alamar donde vivía un tío suyo nombrado Luis Cartas,…"

(Ver página 79-80 de la citada obra)

Así terminó la vida de un gran líder obrero, de condiciones excepcionales. El brazo del terror trujillista llegó también a Mauricio Báez, corrió la misma suerte que Amado Soler Fernández (asesinado en Nicaragua) Andrés Requena, asesinado en New York, y Jesús de Galíndez, (ciudadano español) , secuestrado en New York y traído a Santo Domingo).

A tan sólo a diez días antes de ser secuestrado y asesinado, Mauricio Báez pronunció el siguiente discurso por la emisora cubana CMQ:

"30 DE NOVIEMBRE DE 1950″.

"Pueblo dominicano, trabajadores."

"En estos días han regresado a Santo Domingo algunos exiliados que se hacían pasar por exiliados políticos en Cuba. Estos sujetos han hecho declaraciones en la prensa trujillista contra el Dr. Enrique C.Cotubanamá) Henríquez, el general Miguel Ángel Ramírez, Juan Bosch, y otros líderes de la oposición en el exilio; han dicho, entre otras cosas, que los querían asesinar.

Estos sujetos eran espías de la peor clase de Trujillo, y naturalmente, ya no podía vivir en Cuba una vez descubiertos. Por eso, acudieron a la legación trujillista en La Habana, sin embargo, nadie pensó en darles muerte, por eso han podido llegar a Santo Domingo sanos y salvos. Es posible que otros iguales a ellos regresen a Santo Domingo en las mismas condiciones, es lógico que así sea, pues es hora que la oposición en el exilio se depure de estos elementos y cada quien ocupe su puesto. La conducta que observaron aquí en La Habana, los sujetos que acaban de regresar, fue deshonrosa y de una bajeza incalificable. Representaron parte de su condición de espías, el peor desprestigio de la condición humana.

Pueblo dominicano, trabajadores: esta gente se ha hecho digna del desprecio nacional, así deben de ser tratados. El día ha de llegar en el que les pidamos cuentas.

Muchas gracias.

(Ver obra citada en las páginas 137-138)