La sociedad dominicana inicia una nueva trayectoria al concederle la reelección al presidente actual y al partido al que este pertenece. Está claro que, aunque no todos los ciudadanos apoyaron de forma explícita la reelección, ahora forman parte del conjunto que recibirá el impacto de las políticas, de las leyes y de las acciones que ejecute el gobierno que se instaure a partir del 16 de agosto del año en curso. En este contexto, los ciudadanos en general se enfrentan a desafíos que los comprometen a una participación social también nueva y más vigorizante. Llegó el momento de un ejercicio ciudadano con la fuerza que demanda una democracia cada vez más fragilizada y desmotivante.

Consideramos cinco desafíos emergentes, que ahora adquieren un carácter prioritario, si queremos salvar la democracia, superar la desigualdad y defender la humanización social y familiar; y si se decide elevar la educación integral de las personas, mejorar la calidad de las relaciones con la tierra y promover un desarrollo socioeconómico con equidad. Estos desafíos se presentan con una fuerza especial. Su presencia ha de ser activa para que vertebren el pensamiento, la cultura y la vida cotidiana de las personas, de las instituciones y de la sociedad en general. Son desafíos para hacer avanzar el país y elevar su capacidad de distribución justa de los bienes y de los servicios.

El desafío que nos impele a salvar la democracia requiere una posición firme de la sociedad para organizarse como veedora de cada uno de las políticas que ponga en ejecución el nuevo equipo de gobierno. Esta vigilancia debe ser sistemática, proactiva y  autónoma. Si la sociedad se duerme o se vuelve indiferente, el nuevo equipo de gobierno, con mayoría en los ámbitos político-económicos, puede volverse soberbio; y hacer uso indebido del poder político y de los recursos económicos. Por necesidad y por coherencia, la sociedad debe desplegar esfuerzos y creatividad para neutralizar cualquier medida que afecte la calidad de vida y eleve la desigualdad en la República Dominicana.

La superación de la desigualdad es el segundo desafío de atención prioritaria. Esta desigualdad quedó evidente, una vez más, en las elecciones del 19 de mayo del año en curso. Es inadmisible que las mujeres continúen mendigando una participación real, sin mediatizaciones, en los partidos políticos. Los que viven hablando de ideología de género deben de guardar silencio; y poner en acción estrategias y políticas que contribuyan al establecimiento de la igualdad que en justicia debe haber entre hombres y mujeres. Este desafío requiere que las mujeres perdamos el miedo y pongamos más voluntad e inteligencia para vencer estereotipos y leyes que nos oprimen y coartan.

El tercer desafío, la humanización familiar y social. constituye una emergencia nacional y mundial. La cotidianidad presenta signos y hechos de esta necesidad. Por ello el nuevo gobierno está urgido a pensar y a decidir a favor de la humanización de la institución familiar y de la sociedad. Esto demanda leyes que protejan la salud integral de la institución familiar: salud emocional, biológica, mental. No más indiferencia, no más olvido intencional de la calidad de vida de las familias dominicanas. Hay que invertir en la educación familiar, prepararla para que responda con efectividad a las responsabilidades que les son propias. Hay que incentivar el bienestar familiar integralmente, para lograr una sociedad integrada.

La educación integral de las personas es el cuarto desafío. Para avanzar en esta dirección, se requiere más eficiencia en el uso de los recursos económicos de que dispone el Ministerio de Educación de la República Dominicana. Además, se necesita continuar potenciando la alfabetización en la etapa oportuna y apoyando políticas que garanticen una formación docente de calidad, integral y cada vez menos comercializable. De igual modo, hay que continuar desatando el nudo que bloquea las relaciones MINERD-ADP; y fortaleciendo al MINERD, para que ejerza las funciones que la Ley General de Educación actual les confiere para que los derechos de los niños a la docencia se respeten y se cumplan.

Otro desafío emergente se vincula con la calidad de las relaciones que hemos de tener con la tierra. Este desafío no tiene espera. La tierra misma aporta señales de que las relaciones de los seres humanos con ella conllevan agresión y desconocimiento de sus leyes. Por esto, la diversidad de organizaciones, de instituciones y de ciudadanos han de cooperar para que se produzca una transformación en los vínculos con el planeta tierra. Se requieren cambios de mentalidad, culturales y sociales. No es cuestión individual, es un compromiso colectivo. Para enfrentar este desafío, se requieren políticas y respeto a las leyes que regulan, protegen y desarrollan el patrimonio natural dominicano.

Finalmente, aunque los desafíos son más, abordamos aquí un último, relativo al desarrollo socioeconómico que necesita el país. Estamos cansados de escuchar y de leer las cifras mesiánicas del Banco Central. Al final, cuando aterrizamos en la vida diaria, las cifras resultan lejanas y difusas, porque el costo de la vida es muy alto para la mayoría empobrecida. El país ha avanzado en las últimas décadas, pero ha de agilizar el ritmo de su desarrollo económico y social. Ha de acelerar el paso para que el desarrollo esté vertebrado por la equidad para todos. Ha de ser un desarrollo  que se evidencie en la vida, en la formación y productividad de la gente. Esto exige trabajo decente para todos. Exige, también, corresponsabilidad personal y social. Trabajemos todos para hacerlos realidad.