A través de los años se ha realizado un excelente trabajo entrenándonos para pensar que la existencia no tiene sentido sin acción constante; este moderno sujeto de rendimiento ha llegado a interiorizar su obligación con “el éxito” a un punto en el cual, sin necesidad de penalidades externas, se auto reprocha no haber hecho las cosas en un grado mayor de excelencia; no ser el mejor, el más original, el más eficiente, el más proactivo, en fin, se reprocha constantemente no ser el sujeto de éxito sano y feliz que está llamado a ser. Hace unos días repasando las redes sociales encontré el comentario de un joven estudiante de derecho que indicaba que el verdadero profesional queda definido por lo que realiza en su tiempo libre, como una especie de llamado a permanecer en un proceso de preparación constante para los retos profesionales por venir, aun durante el tiempo que debería dedicarse al ocio.
De acuerdo con lo expresado por el filósofo surcoreano, nacionalizado alemán, Byung-Chul Han, en su trabajo La sociedad del cansancio, el hombre en la modernidad tardía (sujeto de rendimiento) es una especie de Prometeo cansado, devorado constantemente por su propio ego, victimizado por sí mismo, viviendo una ficción de libertad que en realidad constituye una condena de auto explotación.
En su constante trajinar, el hombre y la mujer moderna desconocen el estado de esclavitud absoluta que presupone una vida activa, ocupada en trabajo, obra y acción, hasta desembocar en la hiperactividad que produce ansiedad y depresión por la imposibilidad de completar unos objetivos que le resultan cada vez más inalcanzables y que constantemente se encuentran siendo evaluados y comparados por sus semejantes en el espectáculo público de las redes sociales. El terror de resultar desenmascarados en una vida “anodina” es para el sujeto de rendimiento una carga tan pesada que resulta imposible de sobrellevar, sin terapias y medicamentos.
Como respuesta a esta hiperactividad dañina, Byung-Chu Han sugiere una invitación a desacelerar la vida, en lo que constituye un aprendizaje a la observación profunda; a la reflexión no solo personal, sino también sobre la sociedad y el entorno en su conjunto; a fin de retomar la capacidad de disfrutar la vida y construir las relaciones significativas, sin las cuales se acentúa el cansancio físico y espiritual que constituyen las razones principales de la desesperanza existencial de la vida moderna.
Concuerdo en que no solo el profesional, sino el ser humano quedaría definido por lo que hace en su tiempo libre (tal como indicara el joven estudiante de derecho al que hice referencia al inicio de este comentario); sin embargo, ese tiempo libre no debe ser el que nos esclaviza a continuar rascando nuestra propia llaga hasta sangrar; sino que por el contrario, es necesario que procuremos tiempo libre para la reflexión, alejados de las distracciones propias de la vida moderna y solo así estamos seguro de que seremos mejores seres humanos, más solidarios y menos aislados.
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