A la muerte de Pío XII (9 octubre, 1958), el Diario de la Marina de La Habana, publicó en una página, la foto de todos los 53 cardenales. Solo pudieron asistir 51. En casa tuvimos nuestro cónclave de 6 “cardenales”: papá, mamá y los cuatro hijos mayores. Cada cual le sopló ron y sobó su gallo. Ni en casa, ni entre los amigos de la familia, ¡nadie pensó en el rechoncho Roncalli! Papá votó por el cardenal Agagianián. Ya el 23 de diciembre de 1944, cuando Roncalli fue nombrado nuncio en París con 63 años, los periodistas franceses indagaron en el Vaticano; ¿quién era este “don nadie” Roncalli que venía de Turquía y nadie sabía de él hasta ahora? De Roma informaron: es un vejestorio.
Consideremos cuatro candidatos en su momento descartados. Al fallecer Pío IX (17 febrero, 1878) reunidos en cónclave los 64 cardenales, a la tercera votación eligieron a Vincenzo Gioacchino Pecci, cardenal arzobispo de Perugia. En Roma no era bien visto, aunque era conocido y respetado internacionalmente. Había residido en Perugia durante 30 años “en una situación de casi marginación, debida a la hostilidad del secretario de Estado, el cardenal Antonelli, que lo consideraba de visiones demasiado amplias”. De salud frágil y con 68 años, fue electo como papa de transición y duró ¡25 años de papa! (Ambrogio M. Piazzoni, 2003, Las Elecciones Papales, 294). Al cumplir los 90, un asociado le deseó 100 años más, a lo que León XIII respondió: no le ponga límites a la Providencia.
León XIII murió el 20 de julio de 1903, su brillante cardenal secretario de estado, Mariano Rampola, era dado por muchos como el sucesor. Pero Rampolla, de inclinación pro francesa, veía con malos ojos la alianza de Alemania, el Imperio Austrohúngaro e Italia. Austria, ejerció su derecho a veto (el último veto en un cónclave). A pesar del veto, Rampolla siguió obteniendo el mismo número de votos, que nunca alcanzaron la mayoría necesaria. Hubo que convencer al humilde cardenal Giuseppe Sarto que aceptara. Hijo del cartero de su pueblo, Riese, patriarca de Venecia (como Juan XXIII y Juan Pablo I) hombre dulce, amigo de los niños y lleno de temores por los esfuerzos de aquellos que querían una Iglesia capaz de dialogar de tú a tú con las nuevas investigaciones históricas y bíblicas. El santo Pío X permitió que se les investigara a las buenas y las malas. Bastaba una sospecha para recibir una fuerte reprimenda, como le ocurrió a un joven profesor del seminario de Bérgamo, llamado Angelo Giuseppe Roncalli, el futuro Juan XXIII. El 1 de junio de 1914, el Cardenal De Lai le amonestó: “sea cuidado en la enseñanza de la escritura”. ¡Roncalli enseñaba historia de la Iglesia!
Camino del cónclave, el Cardenal Sarto viajaba en tren donde le saludaron varios orgullosos cardenales de habla alemana, que descalificaron sin apelación su candidatura por no hablar alemán. Luego se arrodillaron ante Pío X a pedirle perdón. Fue canonizado por Pío XII el 3 de septiembre de 1954. El último papa canonizado (22 de mayo, 1712) había sido Pio V (1566 – 1572).
Fallecido Pío X (20 agosto, 1914), en Roma se reunieron 57 de los 65 electores. Giacomo de la Chiesa era descartado por muchos. No le había ido bien en la secretaría de estado en Roma. Era amigo del cardenal Rampolla, quien no aprobaba las medidas disciplinarias de Pío X y su equipo contra los modernistas, fuesen reales o fantasmagóricos. Rampolla prestó oídos a los que opinaban: “no es con medidas represivas y negativas como se debe responder a una crisis” (Peter Hebblethwaite, 1985, John XXIII. Shepherd of the modern world, 62 ). Al de la Chiessa lo promovieron para quitarlo de en medio de la secretaría de estado (promoveatur ut removeatur). Pío X lo exiló a Bolonia, nombrándolo arzobispo, pero no lo distinguió con el capelo cardenalicio que normalmente acompañaba esa sede. Finalmente, fue nombrado cardenal el 25 de mayo de 1914, 100 días más tarde, el 3 de septiembre de 1914 asumía el papado como Benedicto XV. Espantado de las severas sanciones contra Alemania en Versalles (1919) predijo la Segunda Guerra Mundial. Los católicos alemanes y franceses despreciaron sus esfuerzos por la paz. Los turcos musulmanes le erigieron una estatua en Estambul: “al gran papa de la tragedia mundial”.
A Giovanni Baptista Montini, le sucedió algo parecido que a Della Chiesa. Pío XII lo sacó de la secretaria de estado por diferencias en el manejo de la diplomacia de la Iglesia. Lo nombró arzobispo de Milán, pero no lo nombró cardenal, dignidad que siempre acompañaba esa sede. Muerto Pío XII, en el cónclave, se sabe que Montini tuvo dos votos como protesta de su ausencia, ¡a pesar de no ser cardenal! Electo Roncalli, amigo de Montini, con apenas 59 días como Juan XXIII, lo nombró cardenal el 15 de diciembre de 1958. Fallecido Roncalli (3 de junio, 1963) era vox populi que Montini muy probablemente sería el sucesor. Un indiscreto cardenal en el cónclave protestó: no pierdan más tiempo y voten a Montini, todos sabemos que va ser el papa.
Cuando hay cónclave, todos hacemos nuestras conjeturas, descartes y evaluaciones. Muchas veces fallamos. Vale la pena considerar la evaluación que hizo de sí mismo el futuro Juan XXIII a finales de 1920, cuando le propusieron para presidir Propaganda Fide en Italia: “Yo no tengo el temperamento adecuado para ese cargo. Soy una persona que no logro muchas cosas. Soy vago por naturaleza, redacto muy despacio y me distraigo fácilmente de mi trabajo…” Peter Hebblethwaite, 1985: 101).
Tanto en el caso de Benedicto XV como Juan XXIII hubo que salir corriendo cuando les nombraron papa, ¡ninguna de las sotanas blancas previstas les servía para salir a saludar desde el balcón! La sotana del papa decisivo en la puesta al día de la Iglesia (aggiornare) ¡se la ajustaron con imperdibles mientras él rezaba vísperas! Ya ensotanado, calmó a su secretario Loris F. Capovilla y exclamó: ¡ahora hacemos de papa!
Compartir esta nota