Yo llegué a la capital desde mi ciudad La Vega en el 1970. Primero viví en Gazcue, en la Leonor de Ovando, que en sí era Ensanche Lugo. Trabajaba como maestra en el Colegio Santa Clara por la mañana y estudiaba secretariado en el Instituto Dominicano Gregg por la noche.
En ese entonces el transporte público era muy fácil, cómodo y además barato. Un carro de concho, como se le llamaba, costaba diez o quince centavos.
No sé qué tan barato era, si hacemos una relación de sueldo, uno que sepa de economía me lo aclare, ya que ganaba setenta pesos mensuales. Aunque en la pensión en que vivíamos mi hermana Araceli y yo pagábamos cada una sesenta pesos mensualmente. Ella estaba graduada de la universidad, trabajaba en su profesión y me pagaba no sé cuántas cosas, porque lo que era yo no me alcanzaba ni para “caerme muerta”, como se dice en buen dominicano cuando no se dispone de un chele.
Cuando mi familia emigró para la capital, nos mudamos a la zona universitaria. Recuerdo que las líneas de carro que me dejaban a una cuadra de mi casa eran Marión, en la Correa y Cidrón al norte y la Avenida Independencia al sur, vivíamos en la calle Julio Ortega Frier.
Recuerdo que yo tomaba un carro en el Conde, que no era peatonal. Ahí pedía “Marión”, así se llamó el hospital de las fuerzas armadas, pero su nombre era Lithgow Ceara, aunque al día de hoy se le sigue llamando Marión a ese edificio y que sirve de referencia para los usuarios de transporte público.
La ruta de las calles Mercedes y Conde iban de este a oeste. Se podía estar bien adentro de la Zona Colonial que no había que caminar tanto para conseguir un carro público.
Desde el Conde se podía llegar al parque Independencia, a la Bolívar, a Marión, UASD, a la Feria, todo por un solo pasaje.
Desde las Mercedes se llegaba al parque Independencia, a la Treinta de Marzo, Máximo Gómez, Obras públicas y a Salud Pública.
Desde el parque las líneas iban Gómez subiendo, Feria, kilómetros hasta donde terminaba la Av. Independencia.
En la Nouel desde el parque se llegaba hasta la Isabel la Católica y los carros desde ahí se devolvían por el Conde o las Mercedes.
Si se estaba en la Duarte se podía llegar a la Zona Colonial en un carro que se pedía “Meriño” o hasta el parque Independencia por la Benito.
La Avenida Mella circulaba en dirección oeste-este, frente a los bomberos se podía ir hasta la Duarte e incluso a la Zona Colonial, bajando por Santa Bárbara.
Las avenidas Independencia, Bolívar, Duarte y Treinta de Marzo eran de doble vía.
En ese entonces los carros públicos circulaban de manera intermitente, estaban señalizados con la capota de diferente color, uno estaba familiarizado con el color de turno, pues si a un carro no le tocaba ese día, no podía montar pasajeros y llevaba los cristales cerrados.
Hoy todo es diferente. Los carros públicos han desaparecido, aunque quedan algunos, han sido sustituidos por autobuses o minibuses que más gente no le caben. Para abordarlos es necesario hacer una larga fila.
En la zona colonial no hay transporte público. Para movilizarse a los diferentes puntos es necesario tomar un taxi o la nueva modalidad “uber”. Han puesto en circulación un metro y un teleférico, pero para una población específica. La Zona no está cubierta.
El transporte público actual es un poema, en la modalidad de “voladoras”, como su nombre lo indica, van como la “jonda al diablo” y quien se monta en ellas corre el peligro de cortarse con las chatarras oxidadas o tener que sentarse en una tabla y sin ventanas. Los carros públicos más destartalados no pueden estar, además de que las rutas han sido reducidas a pedacitos.
Quien no posee carro propio o dinero disponible para movilizarse seguro está “feo pa´la foto y etrujao para el carnet”. Y como diría mi sobrino Julio “¿Cómo te quedó el ojo, muñeco?”.
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