Cristo Rey ha estado de nuevo en la palestra en estos días. Hay que escuchar las quejas de los moradores sobre la situación de intranquilidad que atraviesa el sector, y que ha salido a relucir luego del asesinato de la señora Juana González, de 77 años. Según una parte de los vecinos y comerciantes “en Cristo Rey los asaltos no tienen horas”.
Esto no solamente ocurre en Cristo Rey, sino también en los Guaricanos, la Isabelita y muchos otros sectores. No obstante, es interesante tomar a Cristo Rey como referente porque este barrio ha sido objeto de múltiples intervenciones tanto del gobierno como de la alcaldía.
Ha sido el barrio piloto del plan de Estrategia de Seguridad Ciudadana “Mi País Seguro” desde el año 2021 y es el lugar de una iniciativa ejemplar como el Cristo Park, que ha transformado la hedionda y peligrosa cañada de la Tiradentes en un parque ambiental con áreas de juegos infantiles, anfiteatro para 300 personas, un vivero, una ciclovía, dos canchas de baloncesto y otras muchas facilidades que dignifican la vida del sector y de los barrios aledaños.
Debemos sin embargo constatar que, a pesar de la intervención de las autoridades y las cuantiosas inversiones realizadas en Cristo Rey, muchos jóvenes se sienten excluidos y están listos para delincuir o emprender “la ruta”.
No tengo datos de Cristo Rey, pero en Villas Agrícolas, barrio colindante, buscar el dinero para irse por la ruta es común. Las redes de traficantes de personas (que hay que llamar por su nombre), son conocidas por todos y es normal escuchar que, “fulanito, a quien vi la semana pasada, tomó la ruta y ha llegado”.
¿Por qué se van los jóvenes y qué jóvenes se van? Muchos se van porque se dan cuenta de que, con una baja o escasa formación, se enfrentan a una falta de puestos de trabajo para su perfil y no tienen ninguna oportunidad de salir del hoyo y de la miseria en que siempre han vivido. Como me dijo un amiguito hace poco, “Eli, aquí los jodidos siempre estaremos jodidos… me voy”, dejando detrás la compañerita de 17 años y un hijo de 2.
Los que tienen mejor formación se van porque los salarios de la República Dominicana son de los más bajos de la región y la canasta familiar una de las más altas. La gran mayoría está muy consciente de que nunca conseguirán empleos de calidad y que tienen poco o ninguna oportunidad de poder mantener una familia dignamente.
Ni hablar de la gran cantidad de dominicanos y dominicanas que estudian fuera y se quedan fuera.
Los que no tienen el temple necesario para irse están atrapados en medio de un sistema que les resulta difícil, e incluso, hostil. Parte de ellos engrosan las filas de los drogados, alcoholicos o delincuentes.
Cualquier nuevo programa de seguridad ciudadana debe partir del hecho de que la violencia y la delincuencia son estructurales en nuestros países y que sin luchar contra las grandes desigualdades que marcan la sociedad esta quedaría entrampada de nuevo. La violencia debe ser encarada con un abordaje integral más que con respuestas simplemente represivas.