No hay una fruta con peor fama en República Dominicana que la tayota, o papa de pobre, o papa del moro, o chayote o calabaza espinosa. Para el nativo, sabe a agua; o sea, a nada. Y así, por extensión, es todo lo percibido como soso, desabrido.
Por su relativo bajo precio y abundancia en el mercado, sin embargo, algunas familias la consumen. Sí. Pero nunca sola.
La guisan con bacalao o carne de cerdo o en revoltillos con huevos y hasta la agregan al sancocho para justificar el consumo. Nada de reconocerle sus características nutricionales verificadas con rigor científico. Mucho menos su largo tiempo en las Antillas. Fue introducida entre los siglos XVIII y XIX.https://es.wikipedia.org/wiki/Sechium_edule.
Así las cosas, la epidemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), provocada por el SARS-CoV-2, parece que a la gente nuestra le ha sabido a pura tayota, pese a que al comenzar la semana ya se había cobrado 434 vidas, conforme el cálculo oficial.
El relajamiento ha sido astronómico, y no sólo por parte de los empobrecidos, que mil razones les sobran para desafiar el estado de excepción decretado a mediados de marzo de 2020 por el presidente Danilo Medina. Desde la honda incertidumbre para comer aunque sea una vez al día, por falta de los pesos, y el insoportable hacinamiento de sus casuchas que tienen como patio la calle, hasta la ignorancia y la carencia de una cultura de prevención expresada en estos días con crudeza vergonzante.
Segmentos de “tutumpotes” o pudientes y de las clases media y media alta han actuado como verdaderos mozalbetes, viviendo la buena vida a hurtadillas porque creen que el éxito es igual a evadir a patrullas mandadas a garantizar el cumplimiento de las disposiciones gubernamentales, no el protegerse de la virulencia del bicho diagnosticado por primera vez en el país el 1 de marzo de 2020 un turista italiano de 62 años hospedado desde febrero en un resort del este perteneciente a la cadena Viva.
Ejemplos de fiestas en playas, ríos y piscinas abundan. Igual de escenas de apiñamiento y mal uso de mascarillas en supermercados y bancos.
PIROPO POLÍTICO
El presidente Medina, en un discurso mediatizado el domingo 17 de mayo, cerca de las ocho de la noche, ha informado que se produce un “desescalamiento” de la enfermedad, y lo ha atribuido al trabajo realizado por las autoridades y al comportamiento de la población.
Ha anunciado el mandatario un plan de normalización de las actividades productivas y ha arengado al pueblo a la “covidianidad” (vivir la cotidianidad con el COVID), pero acatando las recomendaciones para cada fase.
Sus datos fríos, suministrados por Epidemiología del Ministerio de Salud Pública: tasa de letalidad rondando el 3,4 %, menor que la mundial (6,7%) y una positividad de 20%, a la baja.
El boletín 60, del mismo día en la mañana, había reportado 12,725 casos confirmados en 55,469 muestras estudiadas. En la víspera, 411 casos nuevos y 6 defunciones para un acumulado de 434, con 142 enfermos en cuidados intensivos.
El “vamos bien” manifiesto en la pieza discursiva lleva implícita la justificación del ablandamiento formal de las restricciones a la circulación y a las actividades productivas en vista de la ya irresistible insistencia de empresarios grandes y chiquitos, y otras organizaciones, entre ellas partidos de oposición que ven con ojeriza el accionar del candidato presidencial del oficialista Partido de la Liberación Dominicana y del Palacio en el contexto de la epidemia. Pero también subyace la intención de irse con la corriente de ruptura con la cuarentena y toque de queda, cada día más visible en las calles.
Más al fondo representa una insinuación a los votantes para que en las elecciones del próximo 5 de julio ponderen el gran trabajo realizado por el gobierno y apoyen los candidatos que representen la continuidad de esa buena obra. Ese día serán efectuadas las presidenciales y congresuales suspendidas el 17 de mayo. La Junta Central Electoral se vio obligada a reprogramar los comicios luego de la suspensión abrupta de las municipales del 16 de febrero a causa de múltiples denuncias de inconsistencias en su sistema informático. Fueron realizadas el 15 de marzo.
Algunas de sus muchas frases de Medina, preñadas de sentido político de la coyuntura, y ahora tuiteadas con insistencia por los pilares danilistas Gustavo Montalvo, ministro de la Presidencia, y José Ramón Peralta, ministro administrativo de la Presidencia:
“Estamos frenando la epidemia, hemos ralentizado la expansión del virus y, con eso, hemos salvado miles de vidas… No debemos bajar la guardia. Los logros alcanzados contra el COVID han sido el fruto del esfuerzo de nuestro pueblo… Es momento de valorar lo logrado y consolidarlo en esta nueva etapa… Esta pandemia nos ha mostrado lo importante que es la unión y la solidaridad del pueblo…
Desde el gobierno estaremos trabajando para que las conquistas no se pierdan, cuidando de la estabilidad del país y afianzando la salud y el bienestar del pueblo dominicano hasta el último día y la última hora de este período de gobierno… El 16 de agosto tendrán nuevas autoridades, las que la ciudadanía haya elegido libremente en las urnas…”
FUERZA DE LA PERSUASIÓN
Como propaganda, bien aprovechada la oportunidad. Pero 434 muertes atribuidas al COVID-19 es una cifra muy pesada como para tragársela con el agua de la retórica política.
Eses número tétrico es mucho mayor que los acumulados de los países de Centroamérica y el Caribe. Según los reportes: Costa Rica, 6; El Salvador, 30; Guatemala, 35; Haití, 21; Cuba, 79; Puerto Rico, 123; Honduras,142; Nicaragua, 233; Panamá, 279.
Vendrán explicaciones. Entretanto, ese resultado indica, para muchos, que la pandemia halló al país con la guardia baja y que la ralentización comenzó tarde, tal vez, a causa de la subestimación de las autoridades locales a una enfermedad de gran virulencia que había comenzado en las horas finales de 2019, muy lejos del territorio nacional, en la ciudad Wuhan, en China.
Y significa que en el plano comunicacional, pese a la gran inversión, no han logrado aún afinar la puntería para ayudar a la sociedad a construirse una percepción de riesgo que le ayude a protegerse sin que le pongan una camisa de fuerza.
El comportamiento caótico de la población es una muestra contundente de tal falencia. De nada ha valido la letanía mundial de cada mañana contar y recontar muertos e infectados.
De terror no se trata, sino de toma de conciencia.
Según el panorama, a una parte muy importante de la sociedad, el COVID-19 le sabe a tayota.