La novela, por decirlo de algún modo, es un género literario que encarna, en su ser en sí y para sí, alguna historia real, entretejida, de cierta manera, con los hilos sutiles de la imaginación, el pensamiento, la invención, las palabras y la ficción.

Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2006 y gran maestro de la novela, diría:

Las novelas son segundas vidas. Como los sueños de los que habla el poeta francés Gérard de Nerval, las novelas ponen al descubierto los colores y las complejidades de nuestras vidas y están llenas de gente, rostros y objetos que creemos reconocer”.

Vargas Llosa habría de conocer, con claridad, esa valoración. Ello no fue casual: se debió, principalmente, a que comprendió profundamente el concepto de Pamuk sobre la novela.

En su interesante obra ‘Cartas a un joven novelista', Vargas Llosa ofrece, entre otros tantos, varios consejos para escribir novelas:

1. Nunca pretender escoger el tema, ya que él nos elige y nos impone, por necesidad inevitable, cosas que tal vez no ocurrieron.

2. Dominar la persuasión.

3. Manejar bien el tiempo.

4. Cuidar el estilo.

5, Lograr verosimilitud en la historia narrada.

6, Planificar, elegir el dato escondido y combinarlo bien con la ficción.

7. Hacer creíble la verdad de las mentiras.

Con sobrada razón, Vargas Llosa expresaría que: “El dato escondido o narrar por omisión no puede ser gratuito y arbitrario. Es preciso que el silencio del narrador sea significativo, que ejerza una influencia inequívoca sobre la parte explícita de la historia, que esa ausencia se haga sentir y active la curiosidad, la expectativa y la fantasía del lector”.

Vargas Llosa, en su dilatada y larga trayectoria de novelista, acumularía significativa experiencia.   Por tal razón, escribiría que:

(…) El gran triunfo de la técnica novelesca: alcanzar la invisibilidad, ser tan eficaz en la construcción de la historia a la que ha dotado de color, dramatismo, belleza, sugestión, que ya ningún lector se percate siquiera de su existencia, pues, ganado por el hechizo de aquella artesanía, no tiene la sensación de estar leyendo, sino viviendo una ficción”.

Vargas Llosa, pues, concibió la novela como ficción forjada a partir de realidades específicas y delimitadas.

La novela, transposición poética de la realidad, como habría dicho Faulkner, no es sino espejo de la conciencia y fuerza vital de la intuición creativa.

Su lenguaje metafórico contiene múltiples significados y significantes de vivencias reales e inadvertidas.

De ahí que la novela sea una estructura o tejido de hechos, percepciones, escenas y acciones argumentadas desde una perspectiva racional-imaginaria, impregnadas de evocaciones que pareciesen más de la conciencia pura que la especulación y el sinsentido.

Como se habría de suponer, las novelas de Vargas Llosa no surgieron al azar, ni mucho menos de la improvisación, sino más bien de la conciencia lúcida y la imaginación creadora, alimentada con abundantes lecturas de los más diversos géneros literarios y experiencias de intrincadas realidades, tanto visibles como invisibles, remotas, presentes y futuribles.

Habría que decir, sin el menor asomo de duda, que la narrativa de Vargas Llosa, además de impecable, sobria, concisa y fluida, es seductora, por sus tramas, escenas, nudos y desenlaces impresionantes, fantásticos y racionales.

Esto, sin más, es lo que le permitiría decir en ‘Historia Secreta de una Novela’ lo siguiente:

Escribir una novela es una ceremonia parecida al striptease. Como la muchacha que, bajo impúdicos reflectores, se libera de sus ropas y muestra, uno a uno, sus encantos secretos, el novelista desnuda también su intimidad en público a través de sus novelas”.

Cierto: el novelista puede que sea dogmático. No obstante, sin importar el tipo de novela que escribiese, tendría que ser meticuloso, cauto y prudente para escribir buenas novelas.

A sabiendas de ello, Vargas supo controlar sus arrebatos pasionales y pudo estructurar novelas para la eternidad.

Joseph Mendoza

Joseph Mendoza. Comunicador social y filósofo con postgrado en Educación Superior, obtenidos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Magister en filosofía en un Mundo Global en la Universidad del País Vasco (UPU) y la UASD. Además, es profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Tiene varios libros, artículos y ensayos publicados y dictados conferencias en la Academia de Ciencias de la República Dominicana.

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