«Urbi et Orbi», La Ciudad (Roma) y el Globo (Terráqueo) deben saber que el 7 de mayo se abrió el Cónclave del Colegio de Cardenales, al cerrarse las puertas de la Capilla Síxtina. Un ejemplo de gobierno aristocrático y selectivo en su forma de gobierno.
Curiosamente, la democracia más abierta y más laica desde su primera y única Constitución, la de Estados Unidos de América, el Estado está separado de las iglesias, cualquesean éstas, recurre a este formato de los super-electores como el teocrático Estado de la Ciudad del Vaticano.
Una muestra: ¿Puede un presidente perder el voto popular y aun así ganar las elecciones? He aquí, dos casos: Sí, y eso es lo que pasó en 2016: aunque Hillary Clinton ganó el voto popular nacional por casi tres millones de votos, Donald Trump obtuvo casi el 57 por ciento de los votos electorales, suficientes para conseguir la presidencia. Lo mismo ocurrió en 2000. Aunque Al Gore ganó el voto popular, George W. Bush consiguió más votos electorales después de un recuento en Florida y una decisión de la Corte Suprema. Para más información el artículo de opinión en el The New York Times, de Allyson Waller, disponible en el enlace siguiente: https://www.nytimes.com/es/2020/11
Para entender el caso de la peculiar elección, en la tradición los Papas eran electos por sus predecesores, según Wikipedia: “La selección del Papa, obispo de Roma y sumo pontífice de la Iglesia Católica, antes de la promulgación de In nomine Domini en 1059, varió a lo largo de la historia. A menudo, los papas eran nombrados por sus predecesores o por gobernantes políticos. Aunque el procedimiento se caracterizaba a menudo por algún tipo de elección, una elección que incluyera una participación significativa de los laicos era rara, especialmente a medida que las pretensiones de los papas al poder temporal se solidificaban en los Estados Pontificios. La práctica del nombramiento papal durante este periodo daría lugar más tarde al jus exclusivae, es decir, un derecho de veto a la selección que los monarcas católicos ejercieron hasta el siglo XX.”
La ausencia de un procedimiento institucionalizado de sucesión papal facilitó el cisma religioso, y la Iglesia católica considera actualmente a varios pretendientes papales anteriores a 1059 como antipapas. Además, el frecuente requisito de la aprobación política de los papas elegidos alargó significativamente los periodos de «sede vacante», es decir, la vacancia transitoria del papado, y lo debilitó. En 1059, el papa Nicolás II logró limitar los futuros electores papales a los cardenales en el documento In nomine Domini, instituyendo la elecciones papales estandarizadas que con el tiempo se convirtieron en el procedimiento del cónclave papal.
Para entender el resultado del Cónclave Papal, asumimos la Entrevista del enlace del “Canal del Coronel”, donde Pedro Baños entrevista a Erick Fratini, disponible en la siguiente dirección: https://www.youtube.com/watch?v=sx2XKOuzY64https://www.youtube.com/watch?v=sx2XKOuzY64
Fratini señala que el enfoque de que a este ejercicio no se la puede analizar con los instrumentos y conceptos politológicos a la que están acostumbrados los improvisados comentaristas de nuestros medios de comunicación. Por ejemplo, eso de dividir a los cardenales entre conservadores y liberales es inadecuado porque todos los cardenales son de base conservadora. La diferencia viene en la tradición entre el “profetismo” de la Iglesia y los “institucionalistas”, a partir de la impronta de Constantino en “romanizar” a la Iglesia. Este debate es el esencial en el marco del catolicismo.
El extremo del cientificismo en los pronósticos del próximo Papa está en un artículo de dos economistas húngaros (Disponible en el enlace siguiente; https://www.youtube.com/watch?v=BosOok7J6HY) usando la “Teoría de Juegos” al número de Cardenales Electores para ver cómo se alcanza el número crítico de 90 votos o los dos tercios mínimos para un Cardenal en particular, y luego de haber aceptado, llegan a presentar a tres Cardenales punteros que no incluyen al Cardenal gringo-peruano Robert Francis Prevost Martínez quién asumió su pontificado con el nombre de León XIV. Una prueba de que ni las matemáticas pudieron adivinar al ¡Espíritu Santo!
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