El 12 de octubre es celebrado en España desde 1892. Es una fiesta nacional que conmemora el proyecto civilizatorio instaurado en 1492 bajo el poder del imperio de los reyes católicos. Es una actividad que implica  un desfile militar y diversas actividades lúdicas que exaltan los logros de la expansión colonial. Otrora se le refirió como día de la raza, un término desfasado, junto al racismo científico (e.g. frenología) muy popular tras la postguerra. En dicha celebración, el rey y el presidente del gobierno central hacen discursos que exaltan la hispanidad.

Esta fiesta fue revivida durante muchos años en toda Latinoamérica. En esas conmemoraciones se ovacionaban, la colonización y la conquista de todos los pueblos originarios de Abya Yala. Algunas de estas actividades fueron eliminadas como fiestas nacionales, después de la caída de los regímenes dictatoriales de la extrema derecha, tanto política como religiosa;   República Dominicana, no fue la excepción. En algunos países como Argentina, incluso, pasó a llamarse “Día del Respeto a la Diversidad cultural (2010)”. En Belice, pasó a llamarse “Día de la Resistencia de las Personas Indígenas”; en Bolivia  “Día de la Descolonización en el Estado Plurinacional”, entre otros.

En República Dominicana no se considera ya la fecha como día festivo, aunque en el 2022, grupos que tenían ya 19 años oponiéndose al original marco neocolonialista de la celebración original y de sus monumentos que memorizan esa matriz colonial, fueron atacados y golpeados, en violación de sus derechos de libre expresión,  por grupos “nacionalista”, de extrema derecha, literalmente con camisas negras, cual hordas fascistas, que evocan a aquellas que defendieron el proyecto del fascismos de Mussolini y Hitler durante la segunda guerra mundial; un aspecto preocupante en un país democrático, punto de introspección cívica para nuestra policía nacional.

Hoy, los periódicos informan que República Dominicana es un invitado especial, por el gobierno y la corona española para celebrar con bombos y platillos, la fiesta de la hispanidad. Respuesta interesante, mirando en retrospectiva, lo que se permitió, el año pasado con los activistas anticoloniales, los cuales estaban de manera pacífica intentando realizar un performance contra la celebración de las fiestas de la hispanidad.

La propuesta de la actividad pacifista era defender la memoria de los pueblos originarios y propugnar por una geografía descolonial. La ciudad niega el pasado. Se constituye en un espacio para un turismo que compra memoria de poder de un proyecto civilizatorio que todavía sujeta, a todos los pueblos del sur global.

La ciudad solo muestra una parte de la historia. Es un territorio que institucionaliza, la hispanidad como proyecto seudo-republicano. Es la fuerza de una matriz que ni, con la construcción de la República logró despegarse de los estamentos más tradicionales de las viejas instituciones castellanas. Es un modelo autoritario que se vanagloria de un saber que solo reconoce, a los europeos como los sabios y héroes de la película.

Es una memoria mal contada. Un territorio en donde no se reconocen los  pueblos que residieron en esos espacios. Pueblos silenciados, avasallados y masacrados por el invasor castellano. Todavía pretender seguir ocultando dichas memorias y para ellos se auxilian de los libros escolares y narrativas que invisibilizan al Otro. Ideologías finísimas  amparadas en el estatus de clase, el color de la piel, abolengo, la propiedad de los territorios y el clamor de la monarquía.  Una élite que se cree blanca y heredera legitima del poder colonial. Un grupillo que baja la cabeza frente al poderoso que todavía se proclama rey y poseedor de su “feudo” en las tierras nueva de la mar océano.

Hoy no celebro ni conmemoró invasión, genocidio ni bajeza que crearon asimetrías y estructuras de poder enmascaradas con sus viejas pasiones, la de apropiarse de los bienes del otro. Esos viejos relatos de monarcas imperiales o de los nuevos  incumbentes que sostienen el modelo extractivita de apropiarse de metales raros y no raros. Siguen el mismo trayecto de sus maestros europeos. El acto es el mismo, robar y pasarte las manos para contarte una historia de vaquero.

La historia fundacional de los colonizadores es la que se cuenta. Ellos son los vencedores. Y siguen las mismas narraciones caballerescas. Los patrones coloniales de expropiación originaria de capital, es la muestra del botón fundacional. Algunos dicen que recordar es vivir y yo me pregunto, merece el pueblo dominicano que se le siga mintiendo y gestionando una memoria de opresión e invisibilización de los saberes.  El legado hispanista está presente  mientras, los pueblos originarios son invisibles en el territorio llamado la zona.

La plaza llamada Colón, no se reconoce como un antiguo centro indígena. El pueblo originario que la habitó, se oculta. Una elite  colonizada no entiende de los significantes de los espacios colonizados, ni de sus repercusiones para construir mascaras sobre el ser y el no ser. Reclamar es un acto legítimo. No celebrar el 12 de octubre es un acto de resistencia contra la colonialidad del poder y de las imposiciones de una narrativa que todavía sigue valorizando la hispanidad y gestiona la racialidad, la asimetría de clases y la biopolítica de Estado. Celebrar la hispanidad es una vergüenza.