“En el 1982, cuando el PSOE llegó al Gobierno, sabíamos a donde queríamos ir y a donde debíamos ir. Ahora ocurre que algunos saben a dónde se debería ir, pero no saben a dónde quieren ir”. (Alfonso Guerra).
Cuatro acontecimientos históricos nos marcaron: el tiranicidio contra la dictadura más cruel y sanguinaria de la región a lo largo del siglo XX, el triunfo del profesor Juan Bosch en diciembre de 1962 contra la oligarquía y que parió la Constitución más avanzada, el derrocamiento en septiembre de 1963 del gobierno democrático, y la Revolución de Abril (guerra civil y guerra patria al mismo tiempo). Haciendo la tarea, no creo que en la historia nacional se hayan producido cuatro hechos históricos de trascendencia que nos singularizan como país, como nación, como Estado y como pueblo; sobre todo, a tan poca distancia del tiempo y del grado del calado de cada una en las dimensiones de sus consecuencias y causas.
Los referidos hechos históricos, más allá de la emergencia a partir de 1966 de la instalación post facto de la contrainsurgencia, en la construcción de un Estado bonapartista, enteramente conservador, derivó con el tiempo en una sociedad orillada en la contradicción contestaría, pero subordinada en el conservadurismo. Balaguer nos adormeció en el miedo. La transición a partir de 1978 en la incertidumbre y a partir del 1996 en el ogro filantrópico, donde el Estado, en una sociedad de mercado, perdió su esencia medular: regulador y facilitador de las condiciones generales de la producción para asentarse, sobre todo a partir de 2005, en una maquinaria basada en el clientelismo, asistencialismo y el neopatrimonialismo.
Así nos encontramos en medio de una campaña electoral desbordada en su marco legal del tiempo y de la validación de las actividades que se podían y pueden hacer. Al final, el órgano ejecutor de esas normas solo se ha circunscrito al calendario electoral y los plazos legales. La campaña electoral comenzó con “suscríbete”, por un millón de inscritos, siguió con la ampliación por dos millones de inscritos, siempre con las vallas del presidente del partido Fuerza del Pueblo y su candidato natural y único.
La campaña electoral se sobredimensionó a partir del 18 de octubre de 2022 cuando el PLD realizó su “consulta” (primaria abierta) para elegir su candidato con “tiempo”, ya que los otros partidos grandes “tenían sus candidatos definidos”. Previamente, en ese partido se desató una campaña interna donde participaron al menos cinco candidatos. El PLD formalizó, en la praxis, la campaña electoral, sin el desdibujamiento normativo entre pre campaña y campaña, entre el fragor, sin diferenciación, entre las elecciones municipales y las congresuales y presidenciales.
4,117 puestos electivos en medio de una ausencia cardinal de la calidad de la política, nos sumergen, como sociedad, en una economía electoral costosísima, tanto por el tiempo involucrado como por los montos oficiales de gastos que pueden hacer los candidatos. La campaña electoral sumergida, subterránea, es más costosa que la campaña “oficial”, cuando ya los candidatos están aprobados por la Junta. Esto es, nadie contabiliza, audita, todo el dinero de los precandidatos de los partidos en la competencia electoral interna, que es tan significativa como las erogaciones en la competencia ya formal -oficial.
34 partidos y 8 movimientos, con aliados y alianzas, cristalizan 9 candidatos y candidatas a la presidencia. Hay tres bloques: PRM y 17 aliados, Fuerza del Pueblo con 2 movimientos y tres partidos, y, al escribir este artículo, hoy jueves 9 de noviembre, el PLD no ha mostrado los aliados.
El Foro Económico Global ha señalado que el mundo se encuentra frente a una poli crisis caracterizada por la pandemia, la crisis geopolítica (guerra de Rusia y Ucrania y ahora Israel y Hamas) y toda la problemática del cambio climático. Todos los organismos internacionales han ventilado estas crisis y sus repercusiones en todos los continentes, en todos los países: aumentos de la ansiedad, de la angustia, del estrés, de la violencia, de la delincuencia, de la disminución de dos años de escolaridad por efecto de la pandemia en América Latina, del aumento de la informalidad del mercado laboral, de la disminución del salario real. Un panorama económico-social cuasi un drama social.
Ese es el contexto mundial, del que nuestro país no escapa. En medio de tres años de campaña electoral, los actores políticos han asumido una fase contestataria meramente primitiva. Una ausencia de creatividad e imaginación pasmosa. Creen que lo coyuntural, lo táctico, debe subsumir lo fundamental, lo estratégico, que debe ser la visión del país. La comprensión de que debemos hacer un alto en el camino y plantearnos un nuevo contrato social, un pacto para redireccionar la sociedad y el Estado dominicano, donde abordemos con seriedad los problemas estructurales para que la paz social aparente, que no se desborde en tensiones sociales acumuladas en el tejido económico social.
Es como decir: Tenemos que cambiar y lo primero, lo prioritario, es desmembrar esa rémora de nuestra cultura política en la que descansa la poca calidad de los actores políticos y sus actuaciones y ello desborda la preparación de ellos. Esta cultura política del engaño, de la mentira, de la manipulación, de la posverdad, le ha dado éxito y es probable que se pregunten para qué cambiar. No entienden que la sociedad cambió y el toque del clarinete, no saben distinguir la flauta, la trompeta y los distintos saxofones en un buen merengue o una buena salsa.
Esta campaña electoral está cosificada y anclada en los años 80, 90, 2000, sin el horizonte ideológico. Los resultados de las encuestas reflejan la enorme crisis de liderazgo que hay en la sociedad y la pobreza frente a los problemas estructurales. Las estadísticas del país están ahí y nos orientan a la construcción de perfiles que respondan a esos desafíos. Como nos dice Alfonso Guerra en el libro La Rosa y Las Espinas “Vivimos una situación contradictoria, donde no coincide lo que se debe hacer con lo que se quiere hacer; existe un importante desconcierto sobre la actividad política”.
La reflexión que debemos de hacer, a partir de los datos e informaciones, no aparece. Los tres partidos más grandes en la actualidad, han estado en el ejercicio del poder político en los tres poderes del Estado. Sin embargo, el comportamiento y discursos de sus líderes y dirigentes demuestran la poca dimensión de estadistas, como factor fehaciente de la poca calidad política.
Las estadísticas nos hablan de que hemos avanzado, empero, cuando realizamos estudios comparativos con países de casi el mismo nivel de desarrollo, resaltando que somos la séptima economía de los 33 países de América, quedamos muy por debajo en lo que tiene que ver con el desarrollo humano. Desde los años 70 a esta fecha, las tres economías de la región que más han crecido son Panamá, Guyana y República Dominicana. Las estadísticas nos ayudan a diseñar y construir un futuro más halagüeño. Veamos:
- Somos una sociedad con una esperanza de vida al nacer de 74 años. Es cierto que, en los últimos 50 años, aumentamos alrededor de 20 años. Eso quiere decir que las condiciones materiales de existencia mejoraron. Sin embargo, Costa Rica, Uruguay, Chile y Panamá rondan los 80, 81 y 82 años de esperanza de vida. El Índice de Desarrollo Humano nuestro es de 0.763 y el de los países citados: 0.801, 0.803, 0.863, respectivamente.
- La tasa de natalidad, que hoy es de 2.5, llegó a ser de 7.6 de promedio de hijos de las mujeres dominicanas en los años 60, 70 y 80. La tasa de fecundidad ha disminuido de 24.7 a 17. Vivimos una transición demográfica que las políticas públicas de los gobiernos no han advertido, así como somos una sociedad con un bono demográfico con promedio de edad de 29 años, que apunta una disminución en la tasa de menor edad de 0- 15 años y crece la población adulta y adulta mayor. La tasa de sustitución de la población demográfica es muy buena. Para el 2030 tendremos alrededor de 12 millones de habitantes.
Esos datos deberían ser visibilizados por los actores políticos para hablar del diseño de políticas públicas que nos expliciten que, al tener un promedio de edad de 29 años, necesitamos un nuevo modelo de educación en el desarrollo del capital humano para incrementar el potencial de empleabilidad. Aquí estamos invirtiendo un 4% en la educación y el promedio en la región es de 6. Comenzamos a ejecutar el 4% 16 años después de su aprobación.
Estamos invirtiendo desde hace 27 años entre 1.7% a 2% del PIB en salud, en Costa Rica es de 7.6%; en Chile: 6, en Panamá: 5, en Uruguay: 7. En protección social estamos invirtiendo entre 10-11%, en cambio, en Costa Rica es de 16.7% del PIB. También es urgente asumir, de manera seria y comprometida, el Pacto Fiscal Integral consignado en la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, así como caminar la ruta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que firmamos como Estado, y donde estamos muy rezagados.
La sociedad dominicana en esta parada impostergable, ineludible, repensándola, ha de invertir más en el capital humano transformando el tejido productivo y social, dando un giro, un golpe de timón hacia una sociedad más inclusiva, con menos asimetría social. Ahí radica el hondo vacío en que nos encontramos socialmente: cuna potencial de tensiones sociales, de fractura y de una enorme erosión en todas sus dimensiones.