"La memoria es la fuente de nuestra vida: nos ofrece un modo de ser y estar, y nos configura en lo que somos y sentimos"(Ackerman: Diana,Buenos Aires 2005)

1- Sucede con cierta frecuencia que los seres humanos registramos en nuestra memoria aspectos, trozos distintos sobre un mismo hecho.

Viendo la entrevista realizada por el periodista Fausto Rosario a la amiga Somnia Vargas, programa en la que esta relató sobre su participación en la Revolución de abril de 1965, me permito expresar mis diferencias con algunas inexactitudes expresadas por ella sobre un acontecimiento histórico que se acerca a las seis décadas. Pero me quiero referir a lo testimoniado por la entrevistada con respecto a lo ocurrido a Brunilda Amaral aquel fatídico 9 de febrero de 1966, pocos meses después la Revolución. Lo hago sin ánimo de réplica, sino como una contribución a la verdad histórica.

2- Hoy no voy a hablar sobre la heroicidad de Brunilda Amaral, quien ha librado muchas batallas por su propia vida y la vida de la mayoría de las dominicanas y dominicanos, sobre todo de aquellos que tienen diferentes discapacidades físicas. Hoy quiero hablar sobre algunos momentos compartidos con ella antes y después de abril.

Militante del Movimiento Revolucionario 14 de Junio de primera línea en todo el proceso de democratización del país después del ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo. Participante en actividades  de apoyo a las guerrillas de Manolo Tavares Justo en 1963 e instructora de la Academia Militar 24 de Abril, Junto a Teresa Espaillat y yo, únicas mujeres que fuimos instructoras militares  de dicha Academia.

3- Brunilda nunca ha pedido factura por lo aportado a la patria, porque lo que ha hecho y sigue haciendo tiene valor, no precio; todo ello, a pesar de la precariedad económica en que se ha desenvuelto su vida por largos años.

Intento sentir lo que ella describió sobre lo ocurrido ese fatídico 9 de febrero de 1966 que le produjo un cambio radical en su forma de vida, pero no en su significado. Mi imaginación no llega hasta ese clímax de horror que en solo segundos le dio un vuelco a su vida. "Sentí que me habían llevado la mitad de mi cuerpo, las noches de horror recordando esa barbarie".

Estuvo en un hospital en Hungría por casi dos años, sin conocer el idioma, sin su madre, sin su hermano, sin sus amigas y amigos.

Un ser devastado por el dolor y la soledad  tuvo fuerzas para mirar su alma en el espejo y como el ave Fénix se levantó sobre sus cenizas y se dijo a sí misma: "Ni mártir, ni heroína, una mujer decidida".

Destruyeron su columna, colapsaron sus piernas y de repente le salieron alas de su pecho adolorido y embravecido y voló por otras galaxias, tranquila, en paz y agradeciendo a las manos de Teresa Espaillat, Somnia Vargas y al paramédico que la acompañaron al hospital Salvador Gautier.

4- Parte de las manos que la acompañaron al hospital y la de otras compañeras como Emma Tavares y quien suscribe, también compartimos con Brunilda y con Somnia durante nuestro peregrinar de casa en casa en la Revolución, en el denominado comando de “Los Patas Blancas” en la calle Lovatón #6, y fuimos testigos del secuestro breve de Somnia por parte de algunos combatientes heridos que se encontraban en recuperación.

5- Finalmente, aprovecho este espacio para decir y mostrar mi respeto y cariño por Brunilda, ser desprendido y solidario que nos regala siempre su sonrisa a flor de labios a pesar de los avatares de su accidentada vida. Cayó al pavimento por el impacto de esa bala asesina disparada por la espalda cobardemente por sus ejecutores quienes, amparados por  la impunidad del Gobierno de García Godoy y los gobiernos que le han sucedido, quizás hoy  se pasean por nuestras calles.

Como colofón dirigido a quienes no la conocen: cuando Brunilda casi sin vida se dirigía por el interminable trayecto con destino al hospital Salvador Gautier solo pensaba y tarareaba en silencio con Sonia Silvestre:”Tú quieres dormir y yo quiero andar…"