En la ciudad de Alma Ata, de la República de Kazajistán, un territorio de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se aprobó la Estrategia de Atención Primaria en Salud, el 12 de septiembre de 1978.

Se asumió la visión estratégica de lograr «Salud para todos en el año 2000». Hacía menos de un mes que Antonio Guzmán Fernández, se había juramentado como presidente de la República Dominicana, en el Congreso Nacional.

Luego de esa Asamblea Mundial de la Salud, del organismo rector de la Organización Mundial de la Salud, han pasado 47 años, casi medio siglo, y todavía muchos países del mundo y en República Dominicana no hemos sido capaces, en 12 gobiernos democráticos sucesivos, de instalar masivamente este sistema.

El término atención primaria se remonta a 1920, fecha en la que la Gran Bretaña publicó el Informe Dawson. Propuesta que impulsaba la reorganización del sistema de salud inglés. Desatascaba un nivel asistencial específico, que eran los centros primarios de salud (CPS).

Antonio Guzmán Fernández como presidente de la República, le correspondió instalar lo aprobado en la Asamblea Mundial de la Salud. Vía su ministro de Salud, José Rodríguez Soldevilla, capacitó y designó miles de promotores y supervisores. Asimismo, construyó centenas de clínicas rurales y centros barriales; impulsó la transformación curricular en varias universidades, muy en especial en la PUCMM y la UASD, donde estudiantes y profesores se concentraban en aplicar la atención primaria.

Igualmente, ese período facilitó la creación una masa crítica de intelectuales en sociología de la salud, que se nutrieron de los mejores profesores del mundo en materia de estrategias innovadoras en servicios de salud. Llegaron a República Dominicana con una nueva ideología de la salud comunitaria y social, avalados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Se distinguieron Juan César García, Edmundo Granda, Asa Cristina Laurell, Jaime Breilth, María Isabel Rodríguez y Mario Testa, quienes dejaron una pléyade de pensadores dominicanos en medicina social como Dagoberto Tejeda y Magaly Pineda, entre muchos otros.

En los hechos, el presidente Antonio Guzmán, de 1978 al 1982, cerró un ciclo de 17 años donde como sociedad habíamos transitado desde un tiranicidio a elecciones en 1962, con el triunfo de Juan Bosch; un Golpe de Estado  en 1963, movilización guerrillera; gobierno de facto; guerra civil 1965; una ocupación norteamericana y unas elecciones ganadas por los conservadores, con la presencia del ejército invasor.

Asimismo, abrió el actual ciclo democrático que disfruta la República Dominicana hoy y que en 2028 cumplirá 50 años. Guzmán encabezó un gobierno apoyado por la gran mayoría de la población, abrió las puertas de la democracia, luego de 12 años de régimen dictadura perfumada de teoría filosófica griega y métodos de opresión al mejor estilo hitleriano.

Esa coyuntura llenaba al país de paz y esperanza; regresaron los exilados políticos y se liberaron los presos políticos de las cárceles.

Era un momento internacional muy favorable para los movimientos democráticos en todo el mundo. Era la etapa previa a la caída del muro de Berlín, símbolo de la “desaparición de la guerra fría”. Posterior al proceso exitoso de paz en Vietnam que había implicado la primera derrota político-militar del liberal Estado norteamericano y del modelo de asegurar el predominio del capital de las grandes corporaciones.

También, en 1978 quedaban apenas meses para el triunfo de la hoy desvirtuada Revolución sandinista en Nicaragua, el 19 de julio de 1979. Es decir, cuando surge la Atención Primaria de salud en Alma Ata, en República Dominicana en 1978, cerrábamos una etapa de crisis político militar permanente y abríamos otro de profundo contenido democrático.

Es lógico que el lema con que surgió la Atención Primaria de Salud en el mundo, fuera Salud para Todos en el año 2000, una consigna social y política que marcó el rumbo de las ciencias médicas. La humanidad asumió un plan para que esta estrategia estuviera masificada en todas las naciones.

¿Qué estrategia generadora de tanto consenso mundial en la Asamblea Mundial de la Salud es la Atención Primaria que, con la participación de las naciones seguidoras del bloque soviético y los alineados al capital internacional norteamericano, se pusieron de acuerdo?

Es una estrategia elemental y básica para actuar en todas las personas del mundo, sanas y enfermas, para asegurar que los sanos no se enfermen y que los enfermos no se compliquen y, asimismo, que aquellos que se compliquen no fallezcan por factores controlables.

La estrategia de Atención Primaria, como orientación general de todas las naciones, colocó en primer plano tres tipos de modelos preventivos: Prevención Primaria, Prevención Secundaria y Prevención Terciaria.

Es decir, que la prevención primaria debe aplicarse antes que las personas se enfermen; la prevención secundaria cuando ya padecen alguna enfermedad, o dolencia; y la terciaria, cuando esta enfermedad puede dejar secuelas, lesiones permanentes, alteraciones que van a continuar después que la persona haya superado la etapa crítica o salido de la enfermedad original que le afectó.

En este contexto, el actual ministro de salud de República Dominicana, doctor Víctor Elías Atallah Lajam, tiene la sartén sostenida por el mango estratégico. Su sensata y prudente gestión lo condujo, tal como indicó el presidente Abinader, el pasado 27 de febrero, a controlar los brotes de dengue.

Igualmente, salió de escena la alarmista viruela del mono, los supuestos hurones de rabia, las falsarias picaduras de arañas epidémicas y los más variados anuncios repletos de crispación. Al fin, la opinión pública no fue exasperada por noticias de epidemias irreales, falsos casos y reseñas apócrifas. De forma asertiva, se controló cualquier daño al pujante turismo dominicano.

Para relanzar la atención primaria, el ministro está empoderado. Como autoridad es presidente del Consejo del Servicio Nacional de Salud (SNS). Acumula una relación armónica con la vicepresidente, Raquel Peña, presidente del Gabinete de Salud, y con Mario Lama, director del SNS.

Se impone crear una Comisión Presidencial que ayude a relanzar la atención primaria. Que auxilie al Ministerio y SNS con herramientas que coloquen al menos un promotor elegido por concurso C/1,000 familias. Primero a lo primero: los promotores son más decisivos que reparar los llamados Centros de Primer Nivel (CPN).

Promotores que visiten familias para detectar a tiempo miles de Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT), generadoras de más 50 mil fallecidos de los más de 65 mil anuales. Pacientes que consumen millones de pesos en medicamentos antihipertensivos, reductores de glucosa y colesterol.

Que vacunen por barrio, descubran señales de violencia doméstica y enfermedades mentales en muchas familias. Que, coordinados con los 258 alcaldes dominicanos, lleven a parques públicos a caminar y bailar, los adultos mayores a ejercitarse, tal como lo realizan cientos de ciudades de América y Europa.

La inversión pública puede extraerse de recursos presupuestados al SNS, MSP y LMD. Para qué invertir sólo en CPN y parques públicos, cientos de millones de pesos, si los adultos no tienen incentivos que los estimulen a dejar la vida sedentaria, reducir el consumo de azúcares, grasas, alcohol y bajar de peso.

Si censamos 3 millones, 693 mil, 170 viviendas ocupadas y el número de residentes por hogar es 2.9, entonces es factible conseguir recursos para capacitar unos 4,000 promotores. También asignarle un salario básico de 15,000 pesos, unos 780 millones de pesos anuales promedio. Montos que podrían ser menores, dado que ya hay promotores designados. Recursos humanos que deben equiparse con herramientas básicas.

Solo así relanzaremos la estrategia de atención primaria en salud, tal como hizo exitosamente el presidente Antonio Guzmán en 1978.

Reynaldo Peguero

Epidemiólogo y urbanista

Maestro en Administración y epidemiología, especialista en Planificación Estratégica del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), Barcelona, y director del Consejo de Desarrollo de Santiago (CDES).

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