Cerca del mediodía del domingo 5 de febrero, en el colofón de su discurso previo al palazo inicial de la construcción de los dos primeros hoteles del proyecto de desarrollo turístico de Pedernales, en Cabo Rojo, el presidente Luis Abinader ha exhortado a la gente de esta provincia a unificarse para defender las obras en ejecución.

Pausado, había criticado a adversarios que se “oponen a todo por oponerse”, pese a que -precisó- las autoridades han mostrado una permanente actitud de escucha y hasta de redireccionar acciones cuando ha sido razonable.

Oportuno el llamado del mandatario a esta comunidad del extremo sudoeste del territorio nacional, a 307 kilómetros del D.N.

El mar de intereses económicos y políticos que -con miliuna caretas- busca el naufragio de tal iniciativa necesita alimentar sus corrientes con fisuras entre los diferentes actores y organizaciones del destino turístico en construcción. Así, el objetivo mayor se lograría con más facilidad.

Es mucha la simulación de apoyo. No son pocas las personas que, en el fondo, sienten que perderían con el desarrollo turístico de Pedernales. Plausible, entonces, que se resistan. Lo único que se necesita es estar pendiente para “separar la paja del arroz” porque una parte de ellas manifiesta “respaldo abierto”; sin embargo, actúa en la dirección contraria conforme su real intención, que discurre subyacente, no se decodifica a simple vista.

Por ello, en este momento, la comunidad de Pedernales debe cerrar filas con las autoridades actuales. Las oportunidades para los sureños siempre han sido muy escasas, y debemos aprovecharlas sin perder la mesura.

Esa debería ser la postura si se piensa en función de los intereses del colectivo.

Es la primera vez en la historia de este pueblo de la frontera dominico-haitiana que el gobierno se embarca en un conjunto de obras de gran envergadura. Como es la primera vez que un presidente visita cinco veces el municipio durante los primeros dos años y seis meses de su mandato, y con dos dormidas.

Se trata de 12 mil habitaciones, aeropuerto internacional, infraestructuras hidrosanitarias (acueducto, redes, planta de tratamiento de aguas residuales), accesos a los atractivos, subestación eléctrica, reconstrucción de la carretera Barahona-Pedernales.

El domingo reciente, el mandatario dejó iniciada la construcción de los dos hoteles (1,100 habitaciones) a un costo de 240 millones de dólares (mmd), bajo la tutela del Fideicomiso Pro Pedernales (FPP). Serán administrados por las cadenas Iberostar y Hyatt.  Al término del proyecto, diez años, la inversión será de 2,245 millones de dólares (mmd).

Nada de eso ha caído del cielo.

Los reclamos al Gobierno para que se enfocara en Pedernales han sumado décadas. Las precariedades en todos los sentidos se han ahondado con el tiempo a causa de la indiferencia oficial.

Allí, en general, se vive con los pesos del día a día resultado de la informalidad comercial, que es impredecible. Poca motivación hay para quedarse. Son estoicos los que se han quedado a malvivir en esta comarca, sin ceder a la tentación del narco y otras actividades ilícitas, como enseñaron con sus prácticas los ancestros. Pocos pueblos son resilientes como éste.

Pedernales sí debe exigir desarrollo parejo con Cabo Rojo para evitar el desbalance y la creación de un enclave lejano (23 kilómetros) que sirva para proveer unos cuantos empleos de poca monta y luego los colaboradores regresen a dormir cada noche. Los mismos gestores del proyecto han dicho que han estudiado los polos existentes en el país para tomar lo bueno y evitar la repetición de sus errores.

Hay que modernizar y construir el bienestar general de los municipios Pedernales y Oviedo, los distritos municipales José Francisco Peña Gómez y Juancho y comunidades adyacentes. Su gente debe ser sujeto del proceso, no objeto.

El momento demanda participar sin temor para velar por un turismo responsable que nunca ponga en juego la salud de los recursos naturales, las tradiciones y la cultura. Y que la transparencia predomine en el manejo del dinero público que allí se invierta, sin importar el nombre de la herramienta que lo tutele.

El presidente Abinader y su gobierno han requeteprometido eso. Tomémosles la palabra, entonces. ¡Únanse!