A la hora de conmemorar las voces del pasado en el día de la independencia, a nuestro imaginario se asoman figuras bravas de gran importancia como nuestros padres de la patria o las damas que confeccionaron el estandarte nacional. No es con inmerecida razón que estos personajes se ubican en nuestra memoria, pues sus actos nos han servido como ejemplo desde nuestras más tiernas edades del sacrificio patriótico. Sin embargo, no es impreciso comentar que hemos dejado en el olvido a otras grandes figuras. Ya sea como resultado de la sobresimplificación de los relatos históricos, la falta de indagación o el revisionismo histórico, estas figuras han sido cruelmente borradas por la remembranza dominicana, y es con la intención de enmendar ese error que este escrito ha sido redactado.
Los siguientes nombres son ejemplo de la amistad y el deseo de la autodeterminación de los dominicanos. El primer hombre que se menciona es Juan Isidro Perez. Nacido en Santo Domingo el 19 de noviembre de 1817, fue un persona ilustrado con altos conocimientos en latín y filosofía, además de destacarse como un gran espadachín. Se destaca por haber dispuesto su hogar para la fundación de La Trinitaria y sus contribuciones actorales en la sociedad de La Dramática. Falleció el 7 de febrero de 1868. Nacida el 6 de enero de 1798, María Baltasara de los Reyes y Bustamante se destacó como la primera mujer marina de la República Dominicana y una prominente militante en la batalla por la independencia. Se le reconoce por haber escondido a Juan Pablo Duarte en su casa durante su persecución, facilitándole seguir con sus proyectos revolucionarios. Adicionalmente, fue la primera mujer en asumir el mando militar el 27 y 28 de febrero de 1844, colaborando de manera activa en la proclamación de la independencia y vigilando la Puerta de la Misericordia junto a los patriotas.
Ana Valverde, procedente de una familia adinerada de Santiago de los Caballeros, desempeñó un papel crucial en la independencia de República Dominicana, produciendo balas, contribuyendo con recursos para fortalecer las murallas y reclutando mujeres por la causa, lo que resultó en su expulsión después de la reacción antiduartista. Pese a su entrega, su personaje ha sido casi desplazado de la historia, sin fotografías ni documentos exhaustivos, con únicamente menciones breves en los Apuntes de Rosa Duarte, un poema de Josefa Perdomo y alusiones de Félix María Delmonte y Vetilio Alfau Durán, quien indica que su apellido inicial era Sánchez. Su marginación se debe a intereses de autoridad en la edificación de la memoria histórica, en la que las mujeres revolucionarias han sido relegadas, lo que se refleja incluso en la localización de la calle que lleva su nombre en un vecindario popular.
Por último, Pedro Alejandrino Pina (1820-1870) desempeñó un papel crucial tanto como patriota como militar en la batalla por la independencia de República Dominicana. Como integrante de La Trinitaria, se incorporó desde sus comienzos en 1838 y desempeñó un papel protagónico en la revolución de Prasline en 1843, impulsando la insurrección contra la administración de Jean Pierre Boyer. Fue perseguido por las autoridades de Haití, y junto a Juan Pablo Duarte y Juan Isidro Pérez, fue exiliado, pero volvió después de la proclamación de la independencia el 27 de febrero de 1844. Fue miembro de la Junta Central Gubernatorial y se resistió con vehemencia a la transferencia de Samaná a Francia, protegiendo la soberanía del país. Su oposición a Pedro Santana y sus asociaciones con potencias foráneas lo condujeron de nuevo al exilio. En 1861, tras la incorporación a España, se adhirió a la batalla por la restauración y acompañó a Francisco del Rosario Sánchez en su travesía por la frontera. Luego, en 1869, luchó contra las tentativas de unirse a Estados Unidos en compañía de José María Cabral, defendiendo una vez más la independencia del país. En 1870, falleció en combate en Las Matas de Farfán, dejando un legado de batallas por la soberanía de la República Dominicana.
Rescatar a aquellos que construyeron nuestra independencia es un gesto de equidad y dedicación hacia la historia. Más allá de los nombres más recordados, existieron numerosas personas cuyas acciones resultaron fundamentales para la edificación de nuestra soberanía. Desde aquellos que ponían su vida en peligro en el escenario bélico hasta aquellos que ofrecieron su casa como refugio, elaboraron tácticas, produjeron municiones o defendieron la causa en el exilio, todos compartieron un único ideal: la libertad. Su sacrificio nos hace recordar que la independencia no fue un suceso aislado, sino una batalla continua contra fuerzas tanto externas como internas que ponían en peligro la autodeterminación de la población. Valorar su herencia implica admitir que la nación es un trabajo conjunto y que nuestra memoria histórica debe ser extensa, profunda y equitativa.
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