Entre la esperanza de vivir y el final trágico que le suele suceder a muchos migrantes que cruzan por el Darién, una de las provincias de Panamá, las entidades de asistencia humanitaria entregan lo poco que reciben para salvar las vidas de muchos.

Miles de almas atravesaron este año la peligrosa selva del Darién procedentes de diferentes países. Usando a Colombia como puente para internarse en la dificultosa selva de Panamá, conocida como la ruta del Darién. Movilizados con la esperanza de llegar a México, Estados Unidos o Canadá.

Los que arriesgan sus vidas y se ven empujados por los problemas socioeconómicos de sus países, deciden experimentar en carne propia una de las experiencias más infaustas que ser humano ha vivido.

El Darién es una de las provincias que produce importantes rubros agrícolas para Panamá. Poseedora de un potencial ecológico y cultural invaluable que la hacen merecedora de las mejores menciones. Sin embargo, el Darién es conocido desde hace un tiempo como uno de los corredores donde mueren cada año decenas de seres humanos que intentan cruzar por allí en busca de mejor suerte.

Las estadísticas indican el número de migrantes que se moviliza cada cierto tiempo por esa zona. Igual las personas que llegan en condiciones delicadas de salud que reciben ayudas y se habla poco de esa acción compasiva.

Se trata del trabajo que realizan las organizaciones humanitarias que se han convertido en los verdaderos “ángeles del Darién”, al auxiliar a centenas de personas de diferentes nacionalidades que anhelando llegar a Estados Unidos se aventuran a hacer esa peligrosa travesía.

Entre los “ángeles del Darién” se encuentran Médicos Sin Fronteras, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Cruz Roja Panameña, la Federación de la Cruz Roja Internacional (IFRC), Organización Panamericana de la Salud (OPS), al momento de socorrer a los migrantes que llegan desgastados por las lecciones que sufren en la selva.

Las atenciones humanitarias que por diversas situaciones relacionadas con el interminable recorrido deterioran la salud de los caminantes es el pan de cada día. El estrés, los problemas mentales, los abusos sexuales, el tráfico de personas y las heridas físicas son el día a día en el Darién.

Las instituciones mencionadas están dedicadas a la atención de las afectaciones físicas y emocionales, las cuales son frecuentes en los migrantes, esencialmente las enfermedades que por vectores se combinan con la falta de agua potable.

En ese contexto, las ayudas humanitarias se focalizan hacia los que sufren desgastes físicos, y que regularmente se complican por la ingesta de agua contaminada que debilita el estado de salud de los peregrinos.

En la ruta se pierden ropas, zapatos, alimentos, pertenencias y, la más trágica, personas que caen por quebradas y son arrastradas por las aguas de los ríos y arroyos que se mueven en el Darian.

Para cada migrante que realiza la travesía de la muerte, como le llaman algunos, el recibir las atenciones médicas, ropas, alimentos y campañas educativas sobre el uso de las técnicas que buscan aliviar el dolor, las instituciones de socorro y asistencia humanitaria se han constituido en sus “ángeles”.