Nunca imaginé que no lo vería más. Eso pensé cuando leí en un mensaje frío y aterrador en las redes sociales, que mi hermano poeta Félix García había muerto ayer noche. Félix y yo habíamos acordado juntarnos el domingo pasado en Queens, Nueva York, en una tertulia organizada por el  hospitalario poeta Jimmy Valdez. Por alguna razón no pude ir.

Ahora mismo, la puta caliente que es la muerte nos arrebata a un amigo, un gestor cultural y, sobre todo, un maestro absolutamente comprometido con el arte y la educación. Félix García (1959-2025) ejerció como maestro por 11 años a nivel primario, medio y universitario en su suelo natal, San Francisco de Macorís. Aunque Félix publicó varios textos de poesía, destacándose entre estos Mar, divino espejo, su obra más trascendental se plasmó en su labor como gestor cultural en la República Dominicana y los Estados Unidos.

Esa obra inició al fungir como presidente de la Asociación de Arte y Cultura de la Provincia Duarte, República Dominicana. Por más de 30 años avivó el arte, organizando en Nueva York, por ejemplo, el Primer Seminario Latino-Americano de Folklor en 1987; también fundó y coordinó varias revistas y talleres literarios, como Búsqueda, en San Francisco de Macorís, y Trazarte Huellas Creativas, en Nueva York.

Fue precisamente en uno de estos inagotables talleres literarios que conocí a Félix en el 2019. Mientras otros escritores se apresuraban a presentar su última obra maestra, nuestro amigo se dedicaba a enseñar a los aprendices que, como yo, buscaban destapar el Ser por medio del hecho escritural. Fue así que Félix García me motivó a organizar y a transmutar mis experiencias más íntimas y fieles, es decir, a crear.

Así como era atento y generoso en los círculos literarios, también era un enemigo terrible y rabioso de la estupidez y la barbarie. Nunca se quedó callado ante el sinsentido y la injusticia.

Para muchos de sus amigos y discípulos, Félix era una fuente de inspiración. El quehacer artístico era la ocupación central de su existencia. Muestra de esto es el hecho de que murió cuando editaba su primer libro de cuentos. Este poeta no dejaba que los incesantes pormenores de la cotidianidad interrumpieran su creación literaria.

Cada vez que muere una figura como Félix, que parte de su obra artística es él mismo y lo que genera en otros, pareciera que se extingue también una parte de la llama espiritual de la estética. Ahora, debo admitir que si mi hermano me estuviera escuchando, diría: “deja ese maldito sentimentalismo”. ¡Salud hermano!

Angel Josué Arias

Filósofo

Escritor, comunicador, y lector aficionado de Platón, Nietzsche, Arendt y Jorge Luis Borges. Más que una forma de matar el tedio, Angel ve el periodismo como ejercicio precursor del diálogo colectivo y fervor del pensamiento comprometido.

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